Intervención da Hna. Cecilia MKHONTO, Superiora General de las Hermanas de Santa Brigid
(SUDÁFRICA), Oyente
Rev.da Hna. Cecilia MKHONTO, S.S.B., Superiora General de las Hermanas de Santa Brigid
(SUDÁFRICA)
Para comprender verdaderamente el concepto de Iglesia como
familia debemos fijarnos en los valores de la familia en el contexto africano. Los
miembros de una familia se cuidan los unos a los otros y, sus vidas y sus actos, reflejan
la imagen de un único cuerpo unido; este aspecto está sintetizado en una sola expresión:
ubuntu. Nosotros, responsables de la Iglesia, obispos, sacerdotes y religiosos estamos
llamados a ser ejemplo de la familia de Dios, especialmente en las situaciones que
nos piden que lo seamos; deberíamos reflexionar constantemente sobre cómo testimoniamos
esta realidad.
¿Cuáles son los problemas que deben afrontar las monjas diocesanas?
1.
Carencia de educación, que muy a menudo coloca a las religiosas diocesanas en una
situación de desventaja en lo que se refiere a la participación en la Iglesia a un
nivel más elevado de apostolado, algo que podría hacerlas mejorar como personas y
mejorar sus condiciones de vida.
2. Grandes expectativas, por parte de las
familias de las religiosas, ante la posibilidad de recibir un apoyo económico, espera
que son causa de conflictos interiores y que perjudican enormemente a la comunidad.
Esto hace que algunas religiosas vivan demasiado cerca de sus familias biológicas.
3.
El trauma vivido por la pérdida de muchos familiares a causa del HIV/SIDA. Los hijos
de las personas que mueren de estas enfermedades se quedan huérfanos sin nadie que
pueda cuidar de ellos.
4. Condiciones de trabajo difíciles para las monjas,
sobre todo a causa de contratos inadecuados firmados con las respectivas autoridades
de la Iglesia o la total ausencia de un contrato.
A la luz de estos problemas,
las monjas se debaten entre la familia y la vida religiosa, viven una vida que no
las llena, que es contraria a lo que Cristo las ha llamado a hacer diciendo: “Si quieres
seguirme, vende todo lo que tienes y sígueme”.
Si debemos ser una familia cristiana,
entonces solicito que cuidemos los unos de los otros y que reflexionemos sobre los
siguientes puntos:
- Un tratamiento igual para los sacerdotes y las monjas
diocesanos;
- Un buen ministerio para la familia, que instruya a las personas
sobre la Iglesia y en particular sobre la vida religiosa, con el fin de reducir las
altas expectativas que se tienen de los hombres y mujeres consagrados
- No
podemos hablar de justicia fuera sin revisar nuestras organizaciones y sin mejorar
las condiciones de trabajo de nuestros trabajadores, incluidas las monjas diocesanas.