Intervención de Mons. John Baptist ODAMA, Arzobispo de Gulu (UGANDA)
S. E. R. Mons. John Baptist ODAMA, Arzobispo de Gulu (UGANDA)
Os hablo
sobre todo por mi experiencia personal de la gran violencia cometida contra los niños
en mi archidiócesis. Se trata de la violencia perpetrada por los soldados de las fuerzas
rebeldes del LRA (Lord’s Resistance Army: Ejército de Resistencia del Señor) que durante
los últimos años ha aterrorizado a la población, concentrándose especialmente en los
niños.
Las fuerzas del LRA han cogido a chicos y chicas y los han obligado
a ser soldados, dañando terriblemente sus mentes y su espíritu. Las fuerzas del LRA
también han raptado a chicas jóvenes para convertirlas en esclavas del sexo, arruinando
sus esperanzas y su futuro.
Sabemos que actualmente existen muchos problemas
de violencia contra los niños y los jóvenes, hombres y mujeres, en otras partes de
África, donde estallan guerras sin sentido y conflictos, como por ejemplo en la República
Democrática del Congo (DRC), en el sur de Sudán y en África central.
Pero existe
una violencia más extendida que tiene lugar cotidianamente en todo el continente.
Es la violencia del hambre, la falta de oportunidades educativas, la escasez de una
asistencia sanitaria adecuada y unas condiciones de vida indignas en los extrarradios
urbanos y en los campos de refugiados.
Sin duda el Sínodo tiene que hablar
claro en contra de las situaciones políticas, económicas y sociales que conllevan
la violencia hacia nuestros niños.
Pero permitidme que añada otra forma de
violencia contra nuestros niños, y es el número espeluznante de abortos que quitan
la vida a los inocentes incluso antes de que nazcan. Una cultura del aborto, una dinámica
de falta de respeto por los no nacidos, una promoción de los “derechos” que permite
incluso la negación del derecho a la vida, no es más que otro signo de violencia contra
la vida.
Querría sugerir dos pasos importantes:
El primero es el de
comprometernos, como Iglesia en África, en la defensa de una “ética consistente” en
el respeto de la vida.
En nuestro trabajo por el desarrollo, la reconciliación,
la justicia y la paz, nosotros llevamos los valores de un respeto por la vida que
es al mismo tiempo un fuerte contra-testimonio de la violencia y un apoyo enérgico
a las condiciones necesarias para la vida - amor familiar, alimentos, educación, asistencia
sanitaria, trabajo, alojamiento, etc.
El segundo es el de dar testimonio especialmente
de los derechos de las mujeres en la dignidad que Dio les ha dado. Digo esto porque
a nuestro alrededor muchos hablan de los derechos de las mujeres de un modo que podría
violar los derechos de los demás, sobre todo el de los hijos no nacidos. En cuanto
Iglesia católica se nos debe reconocer como fuertes defensores de los derechos de
las mujeres para que vivan la igualdad que Dios les ha dado, para que utilicen sus
muchos talentos por el bien de nuestras comunidades y para que contribuyan plenamente
en la misión de la Iglesia de anunciar la Buena Nueva.