Intervención del Rev.do P. Speratus KAMANZI, Superior General de los Apóstoles de
Jesús, Nairobi (KENIA), Oyente
Rev.do P. Speratus KAMANZI, A.J., Superior General de los Apóstoles de Jesús, Nairobi
(KENIA)
El Instrumentum Laboris (nºs 113-114; 126-127) especifica la
función de las personas consagradas como testigos que abren nuevas perspectivas para
las experiencias de reconciliación, justicia y paz. Además, hombres y mujeres, clérigos
o no, quienes, según las estadísticas de 2007 son alrededor de 85.040 (en 2007 había
23.154 sacerdotes, 7.921 religiosos fuera del clero, y 61.886 personas consagradas
en África. Cf. Secretaria Status Rationarum Ecclesiae, Annuarium Statisticum Ecclesiae
2007, Ciudad del Vaticano 2009), han dado a sabor a la Iglesia en África como la sal
de la fe africana. Estos hombres y mujeres están ahora en la cima de la colina, como
la luz del mundo. Ellos son la expresión del esfuerzo misionero de hoy por la Iglesia
Africana, no sólo de una diócesis a otra, o de un país africano a otro, sino también
del Continente Africano a otros Continentes.
Esta nueva expresión de la Iglesia
Africana como luz del mundo se manifiesta en las vidas de muchos sacerdotes religiosos
y personas consagradas que son misioneros en otros continentes. Hoy, por ejemplo,
el Instituto Religioso Misionero de los Apóstoles de Jesús, del que soy el superior
general, tiene a 65 de sus 400 miembros, sacerdotes y hermanos, trabajando en América,
Italia, Alemania, Bélgica y Australia. Sí, África, que recibe misioneros de Europa
y América, ahora está enviando a sus hijos e hijas de vuelta a los Continentes que
nos evangelizaron. La profecía del Papa Pablo VI en 1969, estando en Kampala, de que
es el momento de que África reclute misioneros para sí misma, está siendo cumplida
incluso más allá de los confines de África.
Esta nueva aventura africana de
evangelización, como cualquier otra experiencia pionera, tiene sus retos. Necesita
aliento y apoyo. Apelo cordialmente a los Padres Sinodales y a las jerarquías de la
Iglesia a que nos ayuden a mantener encendida esta ardiente antorcha, para que estos
misioneros de ultramar lleguen a ser las auténticas sal de la tierra y luz del mundo
africanas. Estos esfuerzos misioneros se hacen ciertamente en beneficio de la Iglesia
Universal, si están bien guiados y dirigidos. Necesita nuestra colaboración a todos
los niveles, especialmente para organizar a aquéllos que habiendo emigrado a Europa
o América, se disfrazan de agentes misioneros aunque en realidad no han sido mandados
por ninguna autoridad eclesial.