Intervención del Prof. Alöyse Raymond NDIAYE, Presidente del Comité Nacional de Caballeros
de la Orden de Malta en Sénégal, Oyente
Prof. Alöyse Raymond NDIAYE, Presidente del Comité Nacional de Caballeros de la Orden
de Malta en Sénégal, Dakar (SENEGAL)
El Instrumentum Laboris afirma
claramente “que los políticos, hombres y mujeres, muestran una grave falta de cultura
en materia política”. Esto explica, pues, su desprecio por los derechos humanos, que
ellos violan tranquilamente, sin remordimientos, con un sentimiento de total impunidad.
En cuanto a su relación con la religión y con las instituciones religiosas, parece
que no las comprenden y que solamente les interesan para instrumentalizarlas, usándolas
para otros fines que no son espirituales. Son incapaces, por otra parte, de comprender
que una controversia se puede resolver de otra forma que no sea la fuerza y la violencia.
Léopoldo
Sédar SENGHOR, poeta y humanista cristiano, cuando vivía ya había expresado la misma
opinión, atribuyendo a la falta de cultura de sus semejantes los golpes de estado,
los regímenes dictatoriales y sanguinarios, la sustracción de dinero público, las
violaciones de los derechos humanos en África. La falta de cultura de los dirigentes
genera su intolerancia, su despotismo. Si los conflictos en África duran tanto tiempo,
sin duda se debe a que están gestionados por políticos, sin cultura y sin corazón,
preocupados por salvaguardar sus intereses personales más que por promover la paz.
Aquí se pone en evidencia el problema de la formación de nuestros gobernantes, que
puede ser, en realidad, un obstáculo para la reconciliación, la justicia y la paz.
De ahí la importancia de la educación.
La educación es el sector en el que
las Iglesias africanas están trabajando desde hace mucho tiempo. Su compromiso, apreciado
por los fieles y por la población, a pesar de algunas dificultades, las ha llevado
a dotarse de una red notable de universidades católicas, que están llamadas a desarrollarse.
Es necesario definir antes qué es la cultura y su relación con la universidad. Porque
la universidad es el lugar en el que se preparan los futuros dirigentes, y, por tanto,
es de la universidad de la que tenemos que ocupar.
Generalmente, la universidad
se define como el lugar de producción y de transmisión del saber y del saber hacer.
Para responder a su vocación de universitas, la universidad no puede limitar sus enseñanzas
y sus estudios a lo que es útil. No debe limitarse a desarrollar solamente las aptitudes
intelectuales, excluyendo las que dan importancia a la sensibilidad. Como decía Pascal,
“existe la razón y existe el corazón”. No puede examinar las ciencias de forma separada,
sin preocuparse de lo que las une. La universitas es exigencia de totalidad o de universalidad,
es exigencia de unidad. La universidad es un lugar de cultura cuando tiene en cuenta
esta exigencia.
Cualquier forma de arte, decía Senghor, es poesía. La poesía
es música. La poesía es amor. Así pues, tener en cuenta, por parte de las universidades
católicas, el arte, las Bellas Artes, el patrimonio cultural y artístico de África,
que es también patrimonio de la humanidad, en su diversidad y en su riqueza, contribuye
a la promoción de la cultura y al reconocimiento del hombre, incentiva los intercambios
y el diálogo, fuente de enriquecimiento y de reconocimiento mutuos. Porque desconocer
al otro y la falta de cultura son las causas más frecuentes de nuestros conflictos.