Intervención del Card. Wilfrid Fox NAPIER, Arzobispo de Durban (SUDÁFRICA)
S. Em. R. Card. Wilfrid Fox NAPIER, O.F.M., Arzobispo de Durban (SUDÁFRICA)
Es
cierto que ha habido algunos golpes de Estado desde la última Sesión del Sínodo Africano
en 1994, pero el monstruo que usurpa antidemocráticamente el poder, no ha desaparecido,
ni mucho menos. Más bien, ha cambiado su apariencia y su modus operandi.
Ya
no vemos líderes que individualmente asumen el poder absoluto y se declararan a sí
mismos presidentes vitalicios. Pero cada vez con más frecuencia, vemos partidos políticos
tomar su lugar.
Por ejemplo, los siguientes países en el sur de África, Botswana,
Angola, Zimbawe y Mozambique, desde su liberación han sido gobernados, o mejor dicho,
dominados por el mismo partido.
Por supuesto, no hay nada equivocado en ello,
si el electorado libre e imparcialmente le otorga este mandato. De todos modos, hay
señales que sugieren que éste no es el cuadro completo.
-Cuando un partido
se arroga a sí mismo todo el mérito de haber logrado la liberación;
-Cuando
proclama que sólo él sabe lo que la gente quiere o necesita, incluso negándose a interrogarle
o escucharle;
-Cuando fuerza una legislación e impone unas políticas que están
en evidente contradicción con lo que se sabe que la gente desea;
-Cuando proclama
que cualquier persona con puntos de vista diferentes es ipso facto contrarrevolucionario,
o racista;
Entonces es que algo va realmente mal.
Sugiere que el partido,
de hehco, ya ha efectuado un golpe de estado, aunque no le dé este nombre. Para sumar
el insulto a la injuria, el partido se declara a sí mismo en favor de los pobres,
y así implementa políticas “en favor de los pobres”, aún cuando se enriquece enormemente
con tanta avaricia, que el coeficiente Ginni del país (la brecha entre ricos y pobres)
los situaría en el primer puesto de la clasificación.
El golpe de Estado tiene
seguramente lugar cuando el partido elige escuchar a sus aliados ideológicos más bien
que a los pobres y necesitados, que representan la mayoría que los ha elegido.
El
golpe se completa cuando el partido se identifica a sí mismo tan completamente con
el Estado que el presidente se siente seguro exclamando: “¡(nuestro partido) gobernará
hasta el retorno de Jesucristo!” ¿No implica esto que nada, ni siquiera el proceso
democrático, los desalojará del poder?
Hermanos y hermanas, así es como líderes
cada vez más numerosos están llevando nuestro continente a esta situación. En el proceso,
dan la espalda a su herencia religiosa y cultural, en la que el rostro de Dios está
presente. En su lugar, están abrazando ideologías faltas de Dios y de vida, que han
causado estragos en los pobres, allí donde se han impuesto.
Ésta es seguramente
una razón para orar y trabajar por un milagro que lleve la verdad y la liberación
sostenible, ya no de los colonizadores, sino esta vez de las dictaduras de los partidos
todopoderosos, que han tomado el poder con un golpe de Estado silencioso.