2009-10-13 11:07:36

Intervención de Mons. Jean-Pierre TAFUNGA, Arzobispo Coadjutor de Lubumbashi (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)


S. E. R. Mons. Jean-Pierre TAFUNGA, S.D.B., Arzobispo Coadjutor de Lubumbashi (REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO)



En la mayor parte de las culturas africanas, el mal se concibe como la consecuencia de una transgresión de lo que está prescrito, ya se trate de los preceptos divinos, que exigen incondicionalmente la obediencia y la sumisión, o de una ley social, dictada por las autoridades que gobiernan, o incluso de prohibiciones o prescripciones rituales. Cada acto que disminuye o destruye la vida y cada acto o actitud y comportamiento que quiebre la unidad, el orden y la armonía de las cosas son considerados como males.

Según el tipo de falta cometido, la persona responsable está llamada a confesar con total sinceridad el mal cometido. Esta confesión, generalmente, se hace delante del jefe, garante del orden social, o delante de un curandero. En algunos casos, la confesión de hace delante de la comunidad. El incriminado está llamado a manifestar su firme resolución de reparar necesariamente el daño causado.

Está obligado a la reparación el individuo que ha cometido el acto o, en su defecto, la familia. La reparación se hace pagando los gastos prescritos, los daños y perjuicios. Según las culturas, estos daños y perjuicios consisten en ofrecer un animal vivo o un producto de caza.

La personas afectadas pueden entonces acordar el perdón a aquéllos que los han ofendido. La reparación cierra el proceso en el momento en que la persona es perdonada y la reparación efectuada.

El punto culminante de la reparación es el rito de reconciliación. Por temor al castigo (muerte súbita, brutal, inesperada, etc...) que vendría directamente de Dios o de un hechicero, el transgresor debe llevar a cabo el rito de reconciliación para mejorar su conducta y obtener el perdón. Este rito se desarrolla en un entorno sagrado, delante de la comunidad y del oficiante (mistagogo) que preside la ceremonia.

Las fórmulas de la confesión, las actitudes del penitente, los maltratos corporales, los materiales y objetos utilizados y su simbolismo, así como los gestos y fórmulas pronunciados por el oficiante para purificar al penitente, cambian según las tribus.

La confesión va siempre seguida de consejos y admoniciones severas para ayudar a la conversión definitiva. Se acompaña de ritos entre los cuales debemos señalar, concretamente: la ceremonia ritual de la bendición y del gran perdón; la comida festiva y comunitaria, símbolo de la alegría por haber recobrado la buena situación anterior a la falta y por haber reconciliado a los miembros de una comunidad; el pago de los honorarios al oficiante; el rito de aplacamiento de los fetiches vengadores o de los espíritus si ha habido una maldición por parte del ofensor.








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