Intervención de Mons. George BIGUZZI, Obispo de Makeni (SIERRA LEONA)
S. E. R. Mons. George BIGUZZI, S.X., Obispo de Makeni, Presidente de la Conferencia
Episcopal (SIERRA LEONA)
Quisiera invitar a los padres sinodales a
que hagan un apelo inequivocable para la abolición total y universal de la pena de
muerte.
Más allá del tratamiento brutal que se les reserva a los prisioneros
de guerra, el sufrimiento de civiles durante los conflictos y el reclutamiento de
niños soldados son crímenes contra la humanidad, claramente enumerados incluso en
la Convención de Ginebra y en sus protocolos adjuntos. El camino hacia la paz y la
reconciliación pasa a través del reconocimiento, el rechazo y la reparación de esos
crímenes. La guerra no justifica los crímenes contra la humanidad. La voz profética
de la Iglesia es necesaria, aunque no haya muchos que la escuchen.
La Iglesia
en África ha dado pasos de gigante hacia la autosuficiencia económica, aunque en muchos
aspectos aún necesita del apoyo de otras Iglesias. Yo estoy seguro de que puedo hablar
en nombre de otros obispos cuando expreso mi más sincera gratitud por la inmensa ayuda
recibida de las Iglesias de Europa, de Norteamérica y de otras partes del mundo. La
Iglesia en la mayor parte del África subsahariana le debe su primera evangelización
y crecimiento al esfuerzo misionero de la Iglesia en el mundo occidental.
Con
frecuencia, la Iglesia en el mundo occidental canaliza su ayuda a través de sus propias
organizaciones eclesiales para el desarrollo y la cooperación en el extranjero. Los
nombres de dichas organizaciones difieren de país a país, pero son oficinas católicas
nacionales. Para nuestra sorpresa, con mucha frecuencia, los directores o los representantes
de dichas oficinas apoyan o empiezan proyectos paralelos a -o incluso fuera de- nuestros
programas pastorales, sin consultarlo con el obispo local o con la Conferencia episcopal
nacional. Algunas veces se toman decisiones sobre qué proyectos hay que financiar,
dónde se deben ejecutar y qué agencia se debe escoger para que los aplique, y todo
ello sin consultarlo con nosotros. Dicho sistema humilla a la Iglesia local, es un
desperdicio de recursos, no garantiza la continuidad e ignora el potencial efecto
evangelizador de la obra de la Iglesia en nuestra sociedad.
El humilde apelo
que dirijo a nuestros hermanos obispos de la Iglesia en los países occidentales es
el de establecer unas directivas claras para el personal que administra sus oficinas
de desarrollo para que trabaje consultándonos y teniendo en cuenta los planes y las
prioridades pastorales de los obispos africanos