Intervención de Mons. Augustine Obiora AKUBEZE, Obispo de Uromi (NIGERIA)
S. E. R. Mons. Augustine Obiora AKUBEZE, Obispo de Uromi (NIGERIA)
En
el pasado, nuestros ancestros creían en la existencia de brujas y en los estragos
que causaban a la humanidad y a la sociedad. En Nigeria, casi todos los habitantes
conocen o, al menos, han oído hablar de las brujas y de la manera en la que han afectado
la vida de las personas.
Siempre se ha dicho que las brujas poseen poderes
sobre humanos que usan para perpetrar el mal. Dice una creencia, que una bruja puede
causarle daño a cualquier persona, incluyendo a su propia familia y es precisamente
por este motivo que son tan repudiadas. Se dice que matan a sus propios hijos, beben
sangre humana, traen ruina y enfermedad a sus amigos y familias. Es decir, contrariamente
a los seres humanos normales, las brujas conciben y provocan las más horribles desgracias
a sus familias y comunidades.
Las presuntas brujas son abandonadas, aisladas,
discriminadas, condenadas al ostracismo por parte de la comunidad. Algunas veces,
las llevan a los bosques y las asesinan cruelmente o las deshonran y asesinan en público,
otras veces, las meten en ácido o las envenenan. Hay casos en los que han sido envenenadas
y enterradas vivas. Algunas Iglesias no han ayudado al respecto, ya que se han presentado
casos de pentecostales que encadenaban y torturaban presuntas brujas para que confesaran.
Desafortunadamente,
en las familias y escuelas, incluso en Iglesias y Mezquitas, en los medios de comunicación
y en las películas, presentan a los africanos como creyentes en que las brujas existen
y que la brujería es efectiva. Sin embargo, la creencia en esta práctica carece de
justificación, de sabiduría y de sentido común. Por ello es sorprendente que esta
superstición primitiva aún tenga significado para muchos africanos de este siglo XXI.
Es por lo que creemos necesario exponerlo a este cuerpo sinodal para emitir declaraciones
específicas que orienten a nuestro rebaño.