Intervención de la Hna. Bernadette GUISSOU, Superiora General de las Hermanas de la
Inmaculada Concepción, Ouagadougou (BURKINA FASO), Oyente
Rev.da Hna. Bernadette GUISSOU, S.I.C.O., Superiora General de las Hermanas de la
Inmaculada Concepción, Ouagadougou (BURKINA FASO)
La Iglesia Familia
de Dios forma ya parte de las imágenes más expresivas y más positivas para toda la
Iglesia. Dios ha creado la familia para que sea el lugar en el que el ser humano,
desde el momento de su concepción hasta el de la partida de este mundo, encuentre
un contexto adecuado a su desarrollo natural y su orientación hacia las realidades
eternas.
A pesar de la dignidad con la que Cristo la ha revestido, la familia
está amenazada por contravalores: el amor conyugal es profanado con demasiada frecuencia,
por el hedonismo y las prácticas ilícitas contra la fecundidad (GS 47). Se ponen en
el mismo plano, de este modo, por ejemplo, familias tradicionales, familias reconstituidas,
familias compuestas por padres del mismo sexo (cfr. Marguerite Peeters, La nouvelle
éthique mondiale: Défis pour l’Eglise). La empresa del desmantelamiento de la familia
está teniendo éxito. Sus sostenedores han alcanzado su objetivo: los conceptos ideológicos
han sustituido a aquéllos que seguían la naturaleza de las cosas: d diversos modos,
una ética mundial vehiculada por estos nuevos conceptos ha ocupado el lugar de la
moral y se impone cada vez más como autoridad normativa mundial.
Frente a este
peligro, el retorno a los valores naturales de la familia, la auto comprensión de
los cristianos como Familia de Dios y el compromiso por asumir esta imagen de la Iglesia,
constituyen un baluarte seguro para detener la obra de desmantelamiento y destrucción.
La familia es la primera célula de la sociedad y de la Iglesia. Todo aquello que la
daña, daña al mismo tiempo a la sociedad y a la Iglesia. En todos los niveles de la
Iglesia de Cristo, casa de la Familia de Dios, es necesario analizar y explicar a
los fieles las intrigas subversivas del desmantelamiento de la familia y hacer de
modo que, ya sea en la enseñanza magistral y catequística, ya sea en la predicación,
los fieles estén formados en una vida familiar radicada en los valores evangélicos.
Al mismo tiempo, la creación efectiva de las comunidades cristianas de base, verdaderos
lugares de vida y de expresión concreta de la Iglesia Familia de Dios, ayudará a sanar
las heridas de las familias para hacer auténticas Iglesias domésticas según el plan
de Dios.