Intervención del Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los
Obispos
S. Em. R. Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los Obispos
(CIUDAD DEL VATICANO)
Para servir a la reconciliación, a la justicia y a la
paz, querría destacar lo importate que es poner el mayor esfuerzo en la educación
a la reconciliación, prestando especial atención a la dimensión personal. La reconciliación
comienza, de hecho, en el interior de los corazones: hablo del corazón en sentido
bíblico, que es el núcleo más íntimo de la persona humana en su relación con el bien,
con los otros y con Dios. Anular completamente los conflictos y las tensiones entre
las naciones, las razas, las tribus, las clases sociales va más allá de las posibilidades
actuales de la Iglesia. Es tarea de la Iglesia, y en particular de nosotros los
Obispos, educar las conciencias, recordar a los hombres que son hermanos, predicar
el Evangelio de la justicia y del perdón, enseñarles a superar el espíritu de venganza
y amarse recíprocamente. Es tarea de la Iglesia educar en el saber perdonar: no
hay justicia sin perdón. El perdón no cubre las injusticias pero conduce a un nivel
superior que cura las heridas y restablece las relaciones humanas. Querría, por
tanto, invitar a tener confianza en la educación en la reconciliación y el perdón.
Es una tarea difícil, ciertamente, porque restaurar la armonía entre el ofendido
y el ofensor implica una gran complejidad: es necesario crear un corazón nuevo. Es
difícil, pero no imposible, porque a través de la acción pastoral se injerta en los
corazones la obra de la gracia. Para tal fin, debemos ofrecer una visión cristiana
de las relaciones humanas. Solamente reconociendo a Dios como Padre de todos, podemos
llegar a reconocer a los otros como hermanos, porque somos hijos del mismo padre,
aunque pertenezcamos a tribus y razas diferentes. Para llevar a cabo una vasta
obra de educación que llegue a las mentes y a los corazones, la Iglesia en África
puede contar con las numerosas escuelas católicas, entre las cuales, algunas universidades,
que pueden incidir en la cultura local, favoreciendo la reconciliación, la justicia
y la paz. La Iglesia puede contar también con muchas iniciativas dignas de elogio
y programas educativos promovidos por las comunidades de vida consagrada. Es importante
también el papel desarrollado por los numerosísimos y excelentes catequistas. Me
parece, sin embargo, que nosotros, los Obispos, debemos hacer todos los esfuerzos
para comprometer en esta obra de educación y de formación de las conciencias, en primer
lugar a los sacerdotes que deben sentir como propia la misión de anunciar la reconciliación. La
Iglesia camina con los pies de los sacerdotes, que son “los pies del mensajero que
anuncia la paz “ (cfr. Is 52, 7). Cada Obispo debe velar de manera particular por
la formación de los futuros sacerdotes y, además, por la formación permanente de los
sacerdotes mismos, que debe abarcar también la profundización de la doctrina social
de la Iglesia sobre la paz y la justicia.