2009-10-12 12:43:03

Intervención del Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los Obispos


S. Em. R. Card. Giovanni Battista RE, Prefecto de la Congregación para los Obispos (CIUDAD DEL VATICANO)

Para servir a la reconciliación, a la justicia y a la paz, querría destacar lo importate que es poner el mayor esfuerzo en la educación a la reconciliación, prestando especial atención a la dimensión personal.
La reconciliación comienza, de hecho, en el interior de los corazones: hablo del corazón en sentido bíblico, que es el núcleo más íntimo de la persona humana en su relación con el bien, con los otros y con Dios.
Anular completamente los conflictos y las tensiones entre las naciones, las razas, las tribus, las clases sociales va más allá de las posibilidades actuales de la Iglesia.
Es tarea de la Iglesia, y en particular de nosotros los Obispos, educar las conciencias, recordar a los hombres que son hermanos, predicar el Evangelio de la justicia y del perdón, enseñarles a superar el espíritu de venganza y amarse recíprocamente.
Es tarea de la Iglesia educar en el saber perdonar: no hay justicia sin perdón. El perdón no cubre las injusticias pero conduce a un nivel superior que cura las heridas y restablece las relaciones humanas.
Querría, por tanto, invitar a tener confianza en la educación en la reconciliación y el perdón. Es
una tarea difícil, ciertamente, porque restaurar la armonía entre el ofendido y el ofensor implica una gran complejidad: es necesario crear un corazón nuevo. Es difícil, pero no imposible, porque a través de la acción pastoral se injerta en los corazones la obra de la gracia.
Para tal fin, debemos ofrecer una visión cristiana de las relaciones humanas. Solamente reconociendo a Dios como Padre de todos, podemos llegar a reconocer a los otros como hermanos, porque somos hijos del mismo padre, aunque pertenezcamos a tribus y razas diferentes.
Para llevar a cabo una vasta obra de educación que llegue a las mentes y a los corazones, la Iglesia en África puede contar con las numerosas escuelas católicas, entre las cuales, algunas universidades, que pueden incidir en la cultura local, favoreciendo la reconciliación, la justicia y la paz. La Iglesia puede contar también con muchas iniciativas dignas de elogio y programas educativos promovidos por las comunidades de vida consagrada. Es importante también el papel desarrollado por los numerosísimos y excelentes catequistas.
Me parece, sin embargo, que nosotros, los Obispos, debemos hacer todos los esfuerzos para comprometer en esta obra de educación y de formación de las conciencias, en primer lugar a los sacerdotes que deben sentir como propia la misión de anunciar la reconciliación.
La Iglesia camina con los pies de los sacerdotes, que son “los pies del mensajero que anuncia la paz “ (cfr. Is 52, 7). Cada Obispo debe velar de manera particular por la formación de los futuros sacerdotes y, además, por la formación permanente de los sacerdotes mismos, que debe abarcar también la profundización de la doctrina social de la Iglesia sobre la paz y la justicia.







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