Intervención de Mons. Philip SULUMETI, Obispo de Kakamega (KENIA)
S. E. R. Mons. Philip SULUMETI, Obispo de Kakamega (KENIA)
Este es el momento
para hacer una reflexión honesta y preguntarnos qué programas concretos hemos llevado
a cabo para lograr que las mujeres participen en forma responsable, auténtica y activa
en la vida de nuestra Iglesia. Hemos dado todo por descontado y poco a poco hemos
perdido terreno frente a este precioso grupo. Es de las mujeres que hemos tomado
la imagen de la Iglesia como familia de Dios. Es aquí que los sacramentos viven y
permanecen activos, y es aquí donde nacen vocaciones y carreras. Las mujeres en
Kenia son las primeras colaboradoras en la misión evangelizadora de la Iglesia y el
don de este compromiso debe ser estimulado para eliminar los sufrimientos que afligen
al continente. El ejemplo luminoso de las mujeres tiene efectos duraderos para el
bienestar de la familia unida en la que la Iglesia se funda. Las mujeres ofrecen la
única imagen femenina de Dios que tiene que ser aún promovida en la Iglesia africana. Las
mujeres en Kenia realizan el 80 % de los trabajos agrícolas y el 90 % de los domésticos.
Les recuerdo que la mayor parte de ellas lo hacen sin recurrir a los utensilios modernos,
ni a la formación e instrumentos con los que se cuenta hoy, sin embargo no se les
da nunca valor monetario a lo que realizan. Esto representa una de las formas más
graves de “estructuras de pecado” que oprime nuestra familia africana. Las mujeres
están capacitadas para realizar cualquier cosa, si se les ofrece la ocasión de probar
lo que pueden llegar a ser. Recuerden que si educan a un hombre, educan un individuo,
si educan a una mujer, educan una familia, y si se educan a las mujeres se educa una
entera nación. Pido a esta Asamblea Especial de los Obispos para África que se
dé a las mujeres una formación de calidad ofreciéndoles los instrumentos para desarrollar
las propias responsabilidades y les sean abiertas todas las puertas de las carreras
socales de las que, sin motivo, la sociedad tradicional y moderna tienden a excluirlas.
Para realizar esto, los hombres están llamados a un cambio radical y a una fundamental
conversión.