Intervención de Mons. Obiora Francis IKE, Director del "Catholic Institute for Development,
Justice and Peace", Enugu (NIGERIA)
Rev.do Mons. Obiora Francis IKE, Director del "Catholic Institute for Development,
Justice and Peace" (CIDJAP), Enugu, Nigeria (NIGERIA)
La Iglesia de África
necesita hacerse eco del mensaje del Papa Benedicto XVI, que llama a las naciones
y a los pueblos a trabajar por un nuevo orden mundial en la economía que incluya y
no excluya a África. Si los pobres están excluídos del mundo de la economía, los ricos
también deberían, a largo plazo, volverse pobres. Debemos predicar el fin de una economía
que persigue el provecho como fin en sí mismo, una economía de mercado que no considera
la libertad como responsabilidad, una economía que no reconoce la persona humana como
su fundamento. Invito, por tanto, a la Iglesia de África a hacer un análisis exhaustivo
para comprometerse en actividades de microfinanciación que favorezcan a los pobres
y les ayuden a acceder a los medios para sustentarse y para progresar. Las naciones
están también llamadas a comprometerse en inversiones consistentes para el desarrollo
de infraestructuras en África, comparables al plan Marshall en Alemania al término
de la Segunda Guerra Mundial. La continua exclusión de las economías africanas de
las transacciones de cambio de divisas, representa una marginación. La inclusión,
y no la exclusión, en el mundo de la economía representa para todas las naciones una
nueva oportunidad para superar el momento negativo. A causa de la pobreza, muchos
jóvenes y profesionales del continente que luchan por la supervivencia terminan con
problemas. Algunos de ellos son inocentes y aún así se convierten en víctimas por
la corrupción de los procesos del sistema de justicia penal de nuestras naciones.
Al mismo tiempo, los verdaderos ladrones de la riqueza del país permanecen impunes
y continúan con sus robos en connivencia con conspiraciones locales e internacionales.
La Iglesia debe llevar la luz de Cristo en el mundo de las prisiones, para ser luz
y sal, combatiendo y comprometiéndose a favor de los derechos y de la libertad de
los detenidos, pidiendo su liberación y un tratamiento justo. Debe enviar capellanes
y asistentes para las necesidades espirituales de los detenidos, donde quiera que
ellos estén e insistir a nivel internacional a fin de que los detenidos en África
sean tratados con dignidad y en el respeto de los Derechos Humanos, como exigen los
estándares de las Naciones Unidas. La abrogación de la pena de muerte en todos nuestros
estatutos debe volverse un desafío evangélico.