Intervención de la Hna. Jacqueline MANYI ATABONG, Asistente de la Superiora General
de Hermanas de Santa Teresa del Infante Jesús de la Diócesis de Buea (CAMERÚN), Oyente
Rev.da Hna. Jacqueline MANYI ATABONG, Asistente de la Superiora General de Hermanas
de Santa Teresa del Infante Jesús de la Diócesis de Buea; Coordinadora para África
de la International Catholic Commission for Prison Pastoral Care (I.C.C.P.P.C.), Douala
(CAMERÚN)
Nuestro mundo es cada vez más aterrador, debido al ritmo creciente
de la delincuencia. El sistema de justicia retributiva actualmente en vigor no ha
conseguido reducir la delincuencia. Los delincuentes no parecen sentirse lo suficientemente
amenazados por el riesgo de ir a la cárcel, crecen los reincidentes, las víctimas
siguen en el dolor, los delicuentes esclavizados y la sociedad sumida en el miedo. Tenemos
que plantearnos preguntas y revisar los métodos. ¿Nuestro viejo método de afrontar
la delincuencia y a los delincuentes como Iglesia sigue siendo eficaz o necesitamos
estrategias nuevas? Sabemos cuántas de nuestras cárceles son calabozos y están superpobladas
de gente pobre y desfavorecida. Son estructuralmente inadecuadas y llevan a cabo prácticas
que son inhumanas, violentas, represivas y que algunas veces causa de muerte. Los
derechos de los presos no son respetados y la reinserción de los excarcelados es una
experiencia difícil. Sabemos que en muchas diócesis el apostolado en las cárceles
es casi inexistente, está mal organizado, cuenta con poco personal o con gente no
preparada, y no recibe ayuda de la autoridad eclesial o del Estado, o bien es mínima.
Para que Iglesia cumpla mejor con su ministerio de la reconciliación, necesita
más que nunca ser una comunidad reconciliada, un lugar en el que la reconciliación
no sea sólo proclamada, sino también realmente vivida. Necesitaría aprovechar todas
las oportunidades para asegurar que el apostolado entre las personas afectadas por
la delincuencia no se descuide. Cristo condena cualquier ley o práctica que no salva
una vida. Muchas de nuestras instituciones penitenciarias no fomentan la vida. Si
nosotros como Iglesia podemos hacer algo en este sentido y dejamos de hacerlo, responderemos
ante Dios. ¿Qué alternativas tenemos, pues? Necesitamos una mejor organización
de la capellanía en las cárceles tanto en ámbito nacional como diocesano y parroquial,
que implique a las pequeñas comunidades cristianas, personal adecuadamente formado
y un equipo que ofrezca una atención integral. ¡Justicia restauradora! Justicia
restauradora es un proceso en el que todos los afectados por un acto ilícito se reúnen
para tratar sobre las consecuencias. Comparten sus sentimientos, responden, dialogan,
aceptan su responsabilidad y reconocen los sufrimientos, las penas y las necesidades
de una persona a la que han herido o han causado daño y de una comunidad afectada
por ese daño, de manera que la comunidad pueda encontrar curación.