2009-10-12 12:48:05

Intervención de la Hna. Jacqueline MANYI ATABONG, Asistente de la Superiora General de Hermanas de Santa Teresa del Infante Jesús de la Diócesis de Buea (CAMERÚN), Oyente


Rev.da Hna. Jacqueline MANYI ATABONG, Asistente de la Superiora General de Hermanas de Santa Teresa del Infante Jesús de la Diócesis de Buea; Coordinadora para África de la International Catholic Commission for Prison Pastoral Care (I.C.C.P.P.C.), Douala (CAMERÚN)

Nuestro mundo es cada vez más aterrador, debido al ritmo creciente de la delincuencia. El sistema de justicia retributiva actualmente en vigor no ha conseguido reducir la delincuencia. Los delincuentes no parecen sentirse lo suficientemente amenazados por el riesgo de ir a la cárcel, crecen los reincidentes, las víctimas siguen en el dolor, los delicuentes esclavizados y la sociedad sumida en el miedo.
Tenemos que plantearnos preguntas y revisar los métodos. ¿Nuestro viejo método de afrontar la delincuencia y a los delincuentes como Iglesia sigue siendo eficaz o necesitamos estrategias nuevas? Sabemos cuántas de nuestras cárceles son calabozos y están superpobladas de gente pobre y desfavorecida. Son estructuralmente inadecuadas y llevan a cabo prácticas que son inhumanas, violentas, represivas y que algunas veces causa de muerte. Los derechos de los presos no son respetados y la reinserción de los excarcelados es una experiencia difícil. Sabemos que en muchas diócesis el apostolado en las cárceles es casi inexistente, está mal organizado, cuenta con poco personal o con gente no preparada, y no recibe ayuda de la autoridad eclesial o del Estado, o bien es mínima.
Para que Iglesia cumpla mejor con su ministerio de la reconciliación, necesita más que nunca ser una comunidad reconciliada, un lugar en el que la reconciliación no sea sólo proclamada, sino también realmente vivida. Necesitaría aprovechar todas las oportunidades para asegurar que el apostolado entre las personas afectadas por la delincuencia no se descuide. Cristo condena cualquier ley o práctica que no salva una vida. Muchas de nuestras instituciones penitenciarias no fomentan la vida. Si nosotros como Iglesia podemos hacer algo en este sentido y dejamos de hacerlo, responderemos ante Dios.
¿Qué alternativas tenemos, pues? Necesitamos una mejor organización de la capellanía en las cárceles tanto en ámbito nacional como diocesano y parroquial, que implique a las pequeñas comunidades cristianas, personal adecuadamente formado y un equipo que ofrezca una atención integral.
¡Justicia restauradora! Justicia restauradora es un proceso en el que todos los afectados por un acto ilícito se reúnen para tratar sobre las consecuencias. Comparten sus sentimientos, responden, dialogan, aceptan su responsabilidad y reconocen los sufrimientos, las penas y las necesidades de una persona a la que han herido o han causado daño y de una comunidad afectada por ese daño, de manera que la comunidad pueda encontrar curación.







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