2009-10-10 15:27:35

Intervención del Rev. Francesco BARTOLONI, Moderador-Geral dos Missionários do Precioso Sangue


Rev. Francesco BARTOLONI, C.PP.S., Moderador-Geral dos Missionários do Precioso Sangue (UNIÃO DOS SUPERIORES GERAIS)



La Iglesia africana reconoce que la reconciliación es principalmente el trabajo de Dios en Cristo. En este sentido la reconciliación es más una espiritualidad que una estrategia, pero debe ser una espiritualidad que conduzca a los miembros de la Familia de Dios en África a ser embajadores de Cristo (2 Co 5, 20) que construyen un espacio para la verdad, la justicia, la curación y el surgimiento de una nueva creación (2Co 5, 17). Es esta espiritualidad que también mueve a la Iglesia, como embajadora de Cristo, a dialogar con la espiritualidad de los pueblos del Islam y de las religiones tradicionales africanas.

Pero África no es solamente un lugar de sufrimiento y explotación, es también el continente cuyos países están experimentando un rápido crecimiento social y económico. La Iglesia tiene una oportunidad importante para animar y guiar dicho crecimiento a través de la formación de líderes buenos y honestos que trabajen en favor de la felicidad y del crecimiento social de la población de sus países, sin distinción de razas, religión y estatus social. Debemos animar a los pueblos africanos a que reconozcan y acepten que tienen, con la ayuda de Dios, la habilidad de forjar su propio destino. Aquí la Iglesia tiene la oportunidad de ser defensora de la relación y de la importancia de las dimensiones espirituales de la cultura, que ha tenido un lugar central en la cultura africana.

La Iglesia africana debe dar testimonio que hemos sido reconciliados por Cristo y que se nos ha dado su ministerio de reconciliación. Lo hacemos primeramente a través del testimonio de vida como comunidad de fe. No puede haber una auténtica proclamación de reconciliación sin este primer paso (53). El camino para la reconciliación en África comienza con el reconocimiento de nuestra necesidad de reconciliarnos como Iglesia. El cuerpo de Cristo, que es la Iglesia africana, debe unirse en el amor de Cristo. Debemos ser el modelo de unidad en el que todos los miembros del cuerpo estén dispuestos a compartir el sufrimiento, de la misma manera en que comparten la alegría (1 Co 14, 26).De este modo, demostramos el poder unificador de las aguas del bautismo y de la preciosa Sangre de Cristo y somos capaces de invitar a todos a participar en el misterio redentor de Cristo.








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