Intervención de Dom Velasio DE PAOLIS, Arcebispo titular de Telepte, Presidente da
Prefeitura para os Assuntos Econômicos da Santa Sé
S. E. R. Dom Velasio DE PAOLIS, Arcebispo titular de Telepte, Presidente da Prefeitura
para os Assuntos Econômicos da Santa Sé (CIDADE DO VATICANO)
El tema
de la justicia ocupa un lugar fundamental en la reflexión de esta Asamblea. Está en
el título y recorre también todo el texto del Instrumentum laboris, al igual que de
la Relatio ante disceptationem.
A la raíz de la vida cristiana está el amor
cristiano, que Jesús presenta como signo de su presencia en sus discípulos (Cf. 13,
25); pero la realización del testimonio del amor pasa necesariamente por dar testimonio
de la justicia.
El concepto estricto de justicia, que pertenece a la antigüedad
y fue elaborado y perfeccionado por la tradición cristiana como virtud que da a cada
uno lo que le corresponde, forma parte del patrimonio cristiano. Es más, en la fe
cristiana se eleva a un nuevo esplendor, porque resplandece de manera luminosa la
dignidad de la persona humana, con la serie de derechos y deberes que son su prolongación.
De este modo, la justicia, aun siendo camino del amor y vía al amor y, por lo tanto,
abierta a la gratuidad y al amor, conserva un papel específico suyo, como subraya
el Santo Padre Benedicto XVI en la Encíclica Caritas in Veritate, n. 6.
La
justicia se debe llevar a la práctica; es más, la práctica constituye la verificación
de la doctrina que se enuncia. Sería vano proclamar los derechos, si no se protegieran
con medios adecuados. La justicia se instaura con una recta administración de ésta,
que asegura en la comunidad el suum para cada fiel. Esto presupone que existan medios
adecuados y se usen rectamente, se garantice que se respeten las leyes de la Iglesia,
a través de los organismos competentes, especialmente a través de los tribunales previstos
por la legislación canónica. La justicia está garantizada cuando todos se someten
a la misma ley de la Iglesia y se respetan los derechos de todos. Se exige sobre todo
que el ejercicio de la autoridad sea verdaderamente evangélico, como servicio a las
personas, según las enseñanzas de Jesús y siguiendo su ejemplo. De la misma manera
que los discípulos se reconocen por la práctica del amor evangélico, análogamente
el ejercicio de la autoridad de modo evangélico se reconoce por el hecho de que se
lleva a cabo a imagen del Hijo del hombre que no vino a ser servido, sino a servir
y a dar la propia vida.