2009-10-08 15:41:21

Intervención de Mons. Jean-Bosco NTEP, Obispo de Edéa (CAMERÚN)


S. E. R. Mons. Jean-Bosco NTEP, Obispo de Edéa (CAMERÚN)



En su mensaje, con ocasión de la jornada mundial de la paz en el año 2004, el Papa Juan Pablo II, de llorada memoria, afirma que la verdadera paz sólo es posible si se basa en el perdón y en la reconciliación. Es una declaración de la impotencia de la negociación y de las armas.

Después del inicio de la democratización en África los gobernantes se volvieron a la Iglesia para que los acompañara. Este llamado le dio una nueva misión que hizo que los Padres del Primer Sínodo Especial para África dijeran: “La educación con vistas al bien común y al respeto del pluralismo, sera una de las tareas pastorales prioritarias de nuestros tiempos” (Mensaje de la Primera Asamblea Especial para África, 34). El Papa Juan Pablo II rechazaba cualquier improvisación en una responsabilidad tan grande.

Hablando de las “nuevas perspectivas de reconciliación”, queremos hacer eco a este llamado del Santo Padre y comprender la reconciliación como una manera de ser y de vivir, es decir, de construir una vida llena de atenciones, de ternura y de amistad; una manera consecuente de vivir con los demás, con Dios, consigo mismo y con la naturaleza. La reconciliación debería manifestarse en todos los aspectos de nuestra vida religiosa y ser un testimonio de amor.

La reconciliación, tal y como ha sido organizada en algunos países africanos, no ha dado los frutos esperados ya que no ha logrado desvanecer ni el resentimiento ni el miedo, no ha encontrado la suficiente adhesión de corazones y no sabría limitarse al aspecto social, público. Es antes que nada un proceso personal. La Iglesia tiene la ventaja de poder hablarle al corazón del individuo más que la política; debe dirigirse más directamente a las conciencias individuales, a la capacidad de reflexión y de decisión de cada persona para que opten por la reconciliación como fundamento de la paz y, por ende, como garantía de un orden social creíble. El cristiano sera conducido a la indispensable necesidad de la conversión personal, a la reconciliación, a la paz como base de una vida eclesial.

La nueva perspectiva de la reconciliación que deseamos apela a la cultura. Debemos instaurar en la Iglesia una cultura de la reconciliación, camino necesario y hasta indispensable para la paz.








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