2009-10-08 15:35:46

Intervención de Mons. Fulgence RABEMAHAFALY, Arzobispo de Fianarantsoa (MADAGASCAR)


S. E. R. Mons. Fulgence RABEMAHAFALY, Arzobispo de Fianarantsoa, Presidente de la Conferencia Episcopal (MADAGASCAR)



En el hogar, los niños desempeñan un papel insustituible para que los padres puedan experimentar la paz y el perdón. En un momento, son capaces de romperlo todo, pero también son instrumentos de paz para hacer entender a los padres que no vale la pena utilizar la violencia para una corrección importante. La violencia en el seno de la familia es intolerable.

Entre hermanos y hermanas, los niños son instrumentos de paz; la sabiduría ancestral exige que los mayores sean menos intransigentes con los más pequeños. Incluso se corrigen con los lenguajes usuales. Aprenden palabras de paz, dignas y respetuosas. Los padres son sus modelos de comportamiento y transmiten el espíritu del compartir, el amor por su hermano, la obediencia y la reconciliación.

En una familia con varios hijos, se aprenden con facilidad muchos comportamientos. Es distinto respecto a una familia con un hijo único, que está demasiado mimado y se comporta como un rey al que los padres no osan llevar la contraria. El niño intentará que le sirvan en todas partes, y se expone al peligro de la manipulación y el desenfreno.

De manera que yo diría que, si queremos la paz, aprendamos a educar bien a nuestros hijos en la familia. Es la paz que se vive en cada hogar la que resplandece en la sociedad, el saber vivir, el sentido del bien común, el respeto de las personas mayores, aprender a compartir, cuidar de los más pequeños y escuchar a los padres.

Los niños que no han tenido la suerte de vivir en una comunidad familiar importante, nunca comprenderán suficientemente el sentido y el valor del sacrificio y la obediencia. Por consiguiente, la familia, primera comunidad de vida, es una educadora por excelencia de la paz y, por qué no, también nosotros, Iglesia-Familia de Dios de nuestro siglo.

Los valores importantes en la sociedad: la justicia, el amor, el respeto mutuo, el perdón y la reconciliación, entre otros, se aprenden en familia. El problema es que en el mundo de hoy, el derecho de la familia se encuentra contra las cuerdas; los países ricos piensan que con su dinero pueden hacer callar a todo el mundo, a los pequeños y a los pobres, y usando la violencia se mofan de todo lo que es justicia y reconciliación, para tener a los demás a su servicio.

Nosotros, como Iglesia, estamos llamados a responder en un modo objetivo, más humano y cristiano, a las súplicas de nuestros compatriotas que sufren por la violencia, la injusticia y la inseguridad social. Somos los padres en nuestra sociedad. Somos la madre, educadora y protectora. Tenemos que estar todos los días a la altura de nuestra tarea.








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