Intervención de Mons. Giovanni Innocenzo MARTINELLI, Obispo titular de Tabuda (LIBIA)
S. E. R. Mons. Giovanni Innocenzo MARTINELLI, O.F.M., Obispo titular de Tabuda, Vicario
Apóstolico de Tripoli (LIBIA)
Sabemos que en el continente africano
existen más de 10 millones de desplazados, de emigrantes en búsqueda de una patria,
una tierra de paz.
El fenómeno de este éxodo revela un rostro de injusticia
y de crisis sociopolítica en África. Nosotros, en Libia, vivimos toda la tragedia
de este fenómeno: llegar a Libia por haber sido rechazado en Europa...
Cada
año entran en Libia millares de inmigrantes, procedentes de los países del África
subsahariana. La mayoría de ellos se salvan de la guerra y la pobreza que vive su
país y vienen a Libia, donde buscan un trabajo para ayudar a sus familias, o bien,
el modo de pasar a Europa con la esperanza de encontrar allí una vida mejor y más
segura. Muchos de ellos se han dejado engañar por la promesa de un trabajo bien pagado
y se ven obligados a realizar trabajos mal pagados y peligrosos, o bien, no encuentran
ninguno en absoluto. Muchas mujeres a las que han hecho venir al país se ven obligadas
a ejercer la prostitución o son esclavizadas. Todos los inmigrantes ilegales corren
el riesgo de acabar en la cárcel, ser deportados o cosas peores, y no pueden acceder
a ningún tipo de asistencia legal, ni a los servicios sanitarios públicos.
En
Libia existen distintos centros de acogida de clandestinos, pero todos los que acuden
al Centro de Servicio Social de la Iglesia son originarios de Eritrea o de Nigeria,
etíopes, sudaneses y congoleños.
La inmigración es para muchos una tragedia,
sobre todo porque estas personas son víctimas de tráficos, de explotación (especialmente,
las mujeres) y del desprecio de los derechos humanos. Pero damos gracias al Señor
por su testimonio cristiano. Se trata de una comunidad que sufre, que busca, de una
comunidad precaria, pero rebosante de alegría en la expresión de la fe. Y son quienes,
en un contexto social y religioso de carácter musulmán, hacen creíble a la Iglesia
y vivo el diálogo de la vida con muchos musulmanes. Son nuestra Iglesia de Libia,
peregrina y extranjera, luz de Jesús y sal para los que nos rodean.
Pido a
su pastor que no les olvide en este éxodo forzado.