El Papa inaugura los trabajos del Sínodo y subraya que el rechazo de Dios es la base
de las injusticias, la corrupción y destruye la paz en la sociedad
Lunes, 5 oct (RV).- Al concluir su meditación introductiva de la primera Congregación
general del Sínodo de los Obispos para África, el Papa ha invitado a los prelados
africanos a afrontar los trabajos sinodales con el corazón abierto al Espíritu de
Dios, sin el cual todo análisis sólo humano de la realidad es insuficiente: «Hemos
comenzado nuestro Sínodo invocando al Espíritu Santo, pues bien sabemos que nosotros
no podemos hacer lo que es necesrio hacer por la Iglesia y por el mundo, en este momento.
Sólo en la fuerza del Espíritu Santo podemos encontrar lo que es recto y seguirlo».
Haciendo
hincapié en que el «Espíritu divino nos permite conocer las realidades humanas a la
luz de Dios», Benedicto XVI ha recordado que los límites de los análisis son aquellos
meramente sociológicos. Se trata, ha explicado el Santo Padre de análisis ‘horizontales’
que carecen de la dimensión ‘vertical’: «Si la primera relación, aquella fundamental,
no es correcta, todas las otras relaciones no funcionan desde lo más profundo. Por
lo tanto, todos nuestros análisis del mundo son insuficientes si no consideramos al
mundo a la luz de Dios. Si no descubrimos que en la base de las injusticias y de la
corrupción hay un corazón que no es recto. Hay una cerrazón hacia Dios y por lo tanto
una falsificación de la relación fundamental sobre la cual han pasado todas las demás».
En su densa meditación, el Papa se ha inspirado en el Himno de la Hora
Tercia, la oración que introduce la sesión sinodal matutina. Una vez más, Benedicto
XVI ha reiterado la importancia de reconocer ‘la pequeñez humana ante Dios. Pequeñez
de la que se derivan todos los vicios que destruyen la red social y la paz en el
mundo. En este contexto, el Santo Padre ha destacado la grandeza, gratuidad y la cercanía
del amor de Dios: «Las cosas de la ciencia, de la técnica cuestan grandes inversiones,
aventuras espirituales y materiales costosas y difíciles. Pero Dios se da gratuitamente.
Las grandes cosas de la vida – Dios, el amor y la verdad – son gratuitas y diría que
sobre ello debemos meditar a menudo. Sobre esta gratuidad de Dios. Sobre el hecho
que no hay necesidad de grandes dones materiales ni intelectuales para estar cerca
de Dios: Dios está en mí, en mi corazón y en mis labios».
«El hombre que
descubre la intimidad con lo divino debe testimoniarlo con todo su ser. Debe testimoniar
la verdad de la caridad de Dios porque ésta es la esencia de la religión cristiana»,
ha enfatizado luego Benedicto XVI, volviendo a recordar que el cristianismo es Amor:
«Es importante que el cristianismo no es una suma de ideas, una filosofía, una
teoría. Sino un modo de vivir. Es caridad. Es amor. Sólo así llegamos a ser cristianos:
si la fe se transforma en caridad. Si es caridad. Nuestro Dios es por una parte ‘Logos’
- Razón eterna - pero esta Razón es también Amor. No es matemática fría que construye
el universo. Esta Razón eterna es fuego. Es caridad. Ya en nosotros debería realizarse
esta unidad de razón y caridad, de fe y caridad».
«La caridad de Dios
debe ser anunciada a la humanidad. A cada hombre, que para un cristiano es prójimo
y hermano». Evocando al Buen Samaritano de la liturgia de hoy, Benedicto XVI ha puesto
de relieve las enseñanzas que nos llegan de aquella parábola y lo bien que se adaptan
a la realidad africana: «La caridad no es una cosa individual, sino universal.
Universal y concreta. Hay que abrir realmente los confines entre tribus, etnias y
religiones a la universalidad del amor de Dios en nuestros ámbitos de vida, todo lo
concretamente que sea necesario. Roguemos al Señor que nos done el Espíritu Santo,
que os done un nuevo Pentecostés, que nos ayude a ser sus servidores en esta hora
del mundo».
Desde el Aula del Sínodo, nos informa el Padre David
Gutiérrez