JMJ Madrid 2011: inicia el itinerario de preparación
Martes, 15 sep (RV).- En la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, con una
multitudinaria participación, comenzó ayer en la capital de España, el itinerario
de la preparación de la próxima Jornada Mundial de la Juventud. Cita - señaló el
cardenal Antonio María Rouco Varela - «que por benévola y paternal decisión del Santo
Padre se celebrará, Dios mediante, en Madrid en la tercera semana de agosto del 2011».
En
su intensa homilía, el cardenal arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia
Episcopal Española - que presidió la Vigilia de Oración en la Catedral de la Almudena
- destacó la peregrinación «presidida por la Cruz Gloriosa de Jesucristo, acompañada
por el Icono de su bendita Madre, la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra,
a lo largo y a lo ancho de esta Archidiócesis de Madrid, de las diócesis hermanas
de Alcalá y de Getafe y, luego, de todas las diócesis de España».
«Nuestro
propósito es muy claro, sencillo y audaz a la vez: queremos llegar al final de nuestro
camino como peregrinos que han buscado y encontrado a Cristo Crucificado: ‘escándalo
para los judíos, necedad para los gentiles, pero, para los llamados… un Mesías que
es fuerza de Dios y sabiduría de Dios’» - hizo hincapié el cardenal Rouco - reafirmando
que «nosotros queremos ser llamados para el conocimiento de ese Misterio inefable
de sublime e infinito amor que se encierra en la Cruz de Cristo».
«Más aún
– enfatizó el cardenal Rouco - nos sentimos como interiormente impulsados a descubrirlo
con una fe purificada y renovada y a experimentarlo como la fuente del perdón misericordioso
que nos salva y nos da la vida que no perece. Sí, queremos llegar a la meta de nuestro
caminar espiritual, la JMJ 2011, “arraigados y edificados” en Él ¡firmes en la fe!
para celebrar con todos los jóvenes del mundo en torno al Santo Padre y a los pastores
de la Iglesia, extendida por toda la tierra, el triunfo del Amor de Dios, manifestado
y derramado sobre el hombre y sobre el mundo en la Cruz Gloriosa del Hijo, de Jesucristo,
nuestro Señor y Salvador.
«¡Su triunfo en nuestras vidas! ¡su triunfo en la
vida y en la historia de los jóvenes de nuestro tiempo! ¡su triunfo, queridos jóvenes
de Madrid y de España, aquí, entre nuestros compañeros y amigos y entre todos los
jóvenes del mundo que conscientemente, o atisbándolo solamente, buscan el rostro de
Jesucristo para que ilumine y transforme sus vidas! No será fácil conseguirlo; pero
sí inmensamente gratificador y gozoso» señaló el cardenal arzobispo de Madrid, refiriéndose
luego al ‘escándalo del Crucificado’.
«El escándalo de muchos de los hijos
de su pueblo, que oían a San Pablo en Corinto y en otros lugares de sus viajes apostólicos,
por su predicación de Jesucristo y, Éste Crucificado, como el verdadero y único Salvador
del hombre, sigue produciéndose, incluso más clamorosamente ahora, en nuestro tiempo,
dentro y fuera de los ambientes sociales y culturales más o menos influidos o tocados
por la herencia de la fe cristiana».
Es un escándalo que se presenta de modo
distinto que el de los judíos contemporáneos de Jesús, pero que desemboca en el mismo
resultado práctico, explicó el cardenal Rouco, señalando que «los que se escandalizan
de Cristo Crucificado y los que lo declaran una necedad, lo hacen hoy, además, muy
frecuentemente de forma militante. Les cuesta soportar el hecho de que para otros
¡para nosotros! sea la fuerza y la sabiduría de Dios que salva al mundo y que guía
irreversible y gloriosamente la historia».
«Pero ha sido la misma historia
la que nos enseña a qué abismos de destrucción de lo humano conducen esos proyectos
de ‘autodivinización’ personal y colectiva del hombre. Las tragedias del siglo XX
–las dos guerras mundiales, los terribles totalitarismos que lo dominaron en amplias
zonas de mundo…–, frescas en nuestra memoria, nos lo recuerdan inequívocamente», recordó
el cardenal arzobispo de Madrid, añadiendo luego que «el contraste, también real,
actual e inequívoco, al rechazo de Cristo Crucificado lo representan esos jóvenes,
que con sus vidas, vacías tantas veces y rotas no pocas, esperan a Cristo en lo más
íntimo de su corazón. Más aún, los que se escandalizan y burlan de la Cruz de Cristo,
esconden muchas veces detrás de la fachada de su incredulidad un interior inquieto
y perturbado: ¡un alma desasosegada y herida que ansía secretamente la presencia y
la cercanía de Dios!».