2009-09-14 16:08:35

La Santa Sede exhorta a denunciar la falsificación de medicinas y vacunas


Lunes, 14 sep (RV).- Reiterando la preocupación de Benedicto XVI ante «el riesgo de un desastre humano y sanitario mundial», el presidente del Pontificio Consejo para la Salud, Mons. Zygmunt Zimowski, intervino ayer en el Congreso mundial de la Federación Internacional de Farmacéuticos Católicos, en la ciudad polaca de Poznan. El prelado dirigió un apremiante llamamiento con el fin de que se garantice el acceso de los más pobres a las medicinas; señalando que, en la actual crisis económica mundial, ha disminuido dramáticamente la asistencia sanitaria en los países en vías de desarrollo y que los niños son las principales víctimas de esta trágica situación, Mons. Zimowski exhortó a denunciar la falsificación de medicinas y vacunas y a oponerse a su distribución.

«La crisis económica mundial y el acceso a los medicamentos para los más pobres, especialmente para los niños», fue precisamente el tema que desarrolló Mons. Zimowski. Lo hizo enfocando su intervención desde tres perspectivas. «La crisis económica y su impacto negativo sobre las condiciones de salud»; «la necesidad de redescubrir el valor ético de la profesión de los farmacéuticos» y «el aporte del farmacéutico católico en encontrar soluciones para el problema del acceso a los medicinales».

Recordando que en la última Asamblea general de la Organización Mundial de la Sanidad, celebrada en Ginebra en mayo pasado, precisamente en calidad de presidente del Pontificio Consejo para la Salud, ya había expresado - «ante los ministros de sanidad de todo el mundo - la preocupación del Santo Padre», Mons. Zimowski hizo hincapié en que «la actual crisis económica ha hecho emerger el espectro de la cancelación o de una drástica reducción de los programas de asistencia exterior, sobre todo en los países en vías de desarrollo».

«Todo ello pone dramáticamente en situación de riesgo sus sistemas sanitarios, que ya están al borde de la quiebra debido a la fuerte incidencia de enfermedades endémicas, epidémicas y virales», enfatizó también Mons. Zimowski, evocando asimismo los numerosos llamamientos del Papa para que se ayude a los que padecen enfermedades, con una atención especial a los sufrimientos de los niños.

Destacando la importancia del tema elegido para este Congreso Mundial, «La seguridad de los medicinales: ética y conciencia para el farmacéutico», el presidente del Pontificio Consejo para la Salud señaló que «en demasiadas zonas del mundo faltan los medicinales de primera necesidad. A menudo, por motivos económicos, se descuidan las enfermedades típicas de los países en vías de desarrollo porque, si bien afecten a y maten a millones de personas, no constituyen un mercado que produce riqueza», lamentó nuevamente Mons. Zimowski, enfatizando luego que «algunos de estos medicinales podrían realizarse fácilmente sobe la ase de los actuales conocimientos científicos y, sin embargo, no se hace por motivos exclusivamente económicos».

«A estos medicinales se les denomina ‘huérfanos’ porque no se estudian, no se producen y no se distribuyen porque sus potenciales adquisidores – que son millones de seres humanos – no tienen la capacidad económica para comprarlos», denunció una vez más Mons. Zimowski, destacando la evidencia de que «el desarrollo de los medicinales está gobernado, no ya por la ética tradicional de la medicina, sin por la lógica de la industria».

Otro dramático problema denunciado por el presidente del dicasterio pontificio para la salud es el de la falsificación de los fármacos. Hecho que afecta trágicamente también, en particular, a los pacientes en edad pediátrica. «Falsos antibióticos y falsas vacunas producen graves repercusiones negativas sobre la salud de los menores. Son numerosas las muertes de niños, en especial africanos, debidas a enfermedades respiratorias. Y los son mucho más si se les trata con antibióticos falsos - sin principio activo o adulterados de alguna forma - y, además, adquiridos a precios bien caros».

Tras exhortar a todos y, en especial a los farmacéuticos católicos «a denunciar con valentía todas las formas de adulteración y falsificación de los medicinales y a oponerse a su distribución», Mons. Zimowski recordó también el compromiso de los farmacéuticos católicos «de respetar la ley moral y la adhesión al magisterio de la Iglesia, en todo lo que concierne al respeto de la vida y de la dignidad humana de la persona. Desde la concepción hasta la muerte natural. Se trata de un compromiso ético y moral, que no puede ser menospreciado y sometido a las variaciones de opiniones y de modas pasajeras».

Con las palabras de Benedicto XVI, el prelado ha recordado que «no es posible anestesiar las conciencias, por ejemplo, sobre los efectos de moléculas que tienen como finalidad evitar la implantación de un embrión o abreviar la vida de una persona. El farmacéutico debe invitar a cada uno a un impulso de humanidad, para que todo ser humano sea protegido desde su concepción hasta su muerte natural, y para que los medicamentos cumplan verdaderamente su función terapéutica».

Mons. Zimowski ha concedido una declaración ante los micrófonos de nuestra emisora, haciendo hincapié en su especial exhortación a los farmacéuticos católicos:

«El próximo mes de febrero, el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud celebrará sus 25 años de vida y en este marco quisiera invitar a todos los farmacéuticos -asociaciones y personas individuales – a reavivar su identidad de farmacéuticos católicos y su misión al servicio de la salud y de la vida. Cumpliendo siempre con ‘conciencia y ciencia’ su profesión. Y quisiera también exhortarlos a un compromiso activo en favor de los enfermos en los países en vías de desarrollo. En particular, de los niños, para que puedan acceder a los medicamentos que necesitan. Sobre todo en lo que se refiere a la lucha contra el SIDA, la malaria y la tuberculosis. Además, este año celebramos también el IV centenario de la muerte de san Juan Leonardi, que es el Patrono de los farmacéuticos: Él decía que Jesucristo es la Eucaristía y con gran énfasis indicaba, precisamente, en la Eucaristía el fármaco de la inmortalidad, que nos conforta, alimenta y transforma en Dios y nos hace partícipes de su naturaleza divina. Éste es nuestro anhelo y nuestra oración».








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