2009-09-06 19:14:48

“Tenéis la misión de ser en la iglesia lámparas que -en el silencio de los monasterios- arden de oración y de amor a Dios”, el papa a las religiosas de vida contemplativa en Viterbo


Domingo, 6 sep (RV).- Antes de seguir su camino a Bagnoregio, Benedicto XVI realizó una visita al Santuario de la Virgen de la Quercia, donde estaban reunidas religiosas de diversas comunidades de vida contemplativa de la diócesis de Viterbo. Después de pasar un momento de adoración ante el Santísimo Sacramento, el Papa dirigió unas breves palabras a las religiosas y elevó una oración a la Virgen en la que pidió por la paz, por las familias, y en el año sacerdotal, confió a la oración de las religiosas, y a la bondad maternal de María, a los sacerdotes y a los seminaristas.

Palabras del Papa

Queridas Hermanas

Para mi es una gran alegría poder encontrarlas en este lugar amado por la piedad popular. Vosotras, religiosas de vida contemplativa, tenéis la misión de ser en la iglesia lámparas que, en el silencio de los monasterios, arden de oración y de amor a Dios. Os confío mis intenciones, las intenciones del Pastor de esta Diócesis y las necesidades de cuántos viven en esta tierra. Os confío, en este año sacerdotal, particularmente a los sacerdotes, los seminaristas y las vocaciones. Con vuestro silencio orante, sean su apoyo “en la distancia” y ejercitad hacia ellos vuestra maternidad espiritual, ofreciendo al Señor el sacrificio de vuestra vida para la santificación y para el bien de las almas. Os agradezco por vuestra presencia y de corazón os bendigo; haced llegar a vuestras hermanas que no han podido venir, el saludo y la bendición del Papa. Ahora, os pido de uniros a mí para invocar la materna protección de María sobre esta comunidad diocesana y sobre los habitantes de esta tierra rica de tradiciones religiosas y culturales.

 

Virgen Santa, Madre de la Quercia

Patrona de la Diócesis de Viterbo,

reunidos en este santuario consagrado a Ti

Te dirigimos una suplicante y confiada oración:

vela sobre el Sucesor de Pedro y sobre la Iglesia a él confiada;

vela sobre esta comunidad diocesana y sobre sus pastores,

sobre Italia, Europa y sobre los otros continentes.

Reina de la Paz, obtén el don de la concordia y de la paz

para los pueblos y para toda la humanidad.

 

Virgen obediente, Madre de Cristo,

que, con tu dócil “sí” al anuncio del Ángel,

te convertiste en Madre del Omnipotente,

ayuda a todos tus hijos a seguir

los designios que el Padre celestial tiene para cada uno,

para cooperar en el proyecto universal de redención,

que Cristo ha completado muriendo en la cruz.

 

Virgen de Nazaret, Reina de la familia,

haz de nuestras familias cristianas, forjadoras de vida evangélica,

enriquecidas por el don de muchas vocaciones

al sacerdocio y a la vida consagrada.

Mantén firme la unidad de nuestras familias,

hoy amenazada en todas partes,

y hazlas hogares de serenidad y de concordia,

donde el diálogo paciente disipe las dificultades y los contrastes.

Vela particularmente sobre aquellas divididas y en crisis,

Madre de perdón y de reconciliación.

 

Virgen Inmaculada, Madre de la Iglesia,

alimenta el entusiasmo de todos los miembros

de nuestra Diócesis: de las parroquias y de los grupos eclesiales,

de las asociaciones y de las nuevas formas de compromiso apostólico

que el Señor suscita con su Santo Espíritu;

haz sólida y decidida la voluntad de cuantos

el Dueño de la mies continúa a llamar

como obreros en su viña, para que,

resistiendo a cada atracción e insidia mundana,

perseveren generosamente en el seguimiento del camino comenzado,

y, con tu maternal ayuda, se vuelvan testimonios de Cristo

atraídos por el esplendor de su Amor, manantial de alegría.

 

Virgen Clemente, Madre de la humanidad,

dirige tu mirada hacia los hombres y mujeres de nuestro tiempo,

sobre los pueblos y sus gobernantes, sobre las naciones y los continentes,

consuela a quien llora, a quien sufre, a quien padece por la injusticia humana,

sostén a quien duda bajo el peso de la fatiga

y mira el futuro sin esperanza;

alienta a quien trabaja para construir un mundo mejor,

donde triunfe la justicia y reine la fraternidad,

donde cesen el egoísmo, el odio y la violencia.

Que toda forma de manifestación de violencia

Sea vencida por la fuerza pacificadora de Cristo.

 

Virgen de la escucha, Estrella de la esperanza,

Madre de la Misericordia,

manantial a través del cual Jesús ha venido al mundo,

nuestra vida y nuestra alegría,

te agradecemos y te ofrecemos nuevamente nuestra vida,

seguros que nunca nos abandonas,

especialmente en los momentos oscuros y difíciles de la existencia.

Acompáñanos siempre: ahora y en la hora de nuestra muerte.

Amén!

 

Viterbo, 6 Septiembre 2009

  








All the contents on this site are copyrighted ©.