2009-08-13 14:09:08

Reflexiones en familia


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Jueves, 13 ago (RV).- Las mentiras se aprenden en la infancia. Desde entonces y bajo sencillos y aparentemente inocentes elementos o hechos, aprendemos que la mentira es una forma de quedar bien, la manera de salir más rápidamente de alguna dificultad, o parecer lo que no somos, pero que nos da ventaja o beneficio. En fin para las mentiras hay muchas excusas, pero es la familia la llamada a formar a los hijos y a los niños en la verdad y la sinceridad.
No es necesario que los hijos digan una gran mentira, que mientan sobre algo importante o actúen con autonomía como por ejemplo alterar las notas escolares o cosas así, para comenzar a preocuparnos por educarlo en la virtud de la sinceridad.
La sinceridad es una virtud, requiere por lo tanto actitudes positivas para su crecimiento, no sólo se deben combatir las mentiras y los engaños, sino que es nuestro deber transmitir a los niños el amor a la verdad.
De acuerdo con los estudios de algunos pediatras y especialistas en la formación de los niños, estos son aptos para ser educados en la sinceridad a partir de los siete años de edad. No se trata de sermonear constantemente a nuestros hijos, sino de aprovechar cada oportunidad para influir de manera sutil en el aumento del amor o la preferencia por la verdad.
Desde niños, debemos entender que "decir la verdad es bueno",es la mejor actitud, la mejor respuesta, y para ello es necesario que los niños entiendan que, aunque decir la verdad a veces trae algunos problemas, "decir la verdad" aumentará la confianza que los padres y amigos tienen en él, así como la propia autoestima.
El decir la verdad, debe representar claramente para los niños actitudes positivas y beneficiosas. Si los niños deben entender que cuando dicen la verdad los padres les dan cada vez más libertad y responsabilidades, porque creen más en sus hijos, y por ello los niños entienden que la sinceridad es algo muy positivo. Será algo que deban practicar para contar con la confianza de sus padres.
Esto mismo debemos decírselo con palabras, en el momento oportuno. Es decir, si le damos más libertas o confiamos en los niños, por primera vez para que vaya a una excursión, le dejamos bien claro que esta libertad se la ha ganado él, siendo sincero con nosotros.
Y por supuesto, cuando los niños son sinceros, es necesario aprovechas ese hecho para subrayar lo bueno e importante que es la sinceridad, de manera que sea consciente del valor que tiene decir la verdad, lo bien que ha actuado y el significado positivo que tiene esto para nosotros.
La educación en la sinceridad ayudará también al niño a saber elegir sus amigos, pues procurará que éstos sean chicos sinceros como él, porque tendrá mayor confianza en sus amigos y compañeros y se resistirá a las mentiras.
Otra consecuencia será que evitará mentir a sus amigos y aprenderá a valorar más la amistad, como un compromiso de sinceridad.
Y así como son claros en querer amigos sinceros, lo mismo sucede en el seno de sus familias. Los niños aprenden a identificar las mentirillas de los padres, a exigirles hablarles con la verdad, a estar pendiente de las acciones transparentes, coherentes, sinceras.
¿En qué hogar no se miente a la pesada de la tía Rosa, para evitar que nos deje la oreja pegada el teléfono?. Un "dile que no estoy" y ya está todo solucionado. Esta es una escena cotidiana y que muchos padres consideran incluso como normal.
Pero la verdad, es que este acto sencillo de quererse librar de una situación, afecta y causa daños en el proceso de formación de los hijos. Y lo mismo da si el engaño lo hacemos nosotros y él lo presencia. A sus ojos no existe la mal llamada "mentira piadosa" y, para que rechace la salida fácil de la mentira, debe observar ejemplos claros de sinceridad en casa.
Y así como ve el ejemplo de sus padres, los niños ven muchas de estas situaciones en la televisión por mencionar un caso, pues cuando hemos llegado a pensar y vociferar que existen las mentiras blancas, piadosas, inofensivas, es tan natural que encontramos muchos héroes de historietas por ejemplo que dicen mentiras, que actúan de manera mentirosa.
Ahora, todos estos esfuerzos por educar a los hijos en el amor a la verdad no son garantía de que los niños no se equivoquen, y cuando ello suceda es mejor hacerle entender lo mucho que se valora la verdad, aún cuando hayan cometido un error.
Texto: Alma García
Locución: Alina Tufani Díaz 
 







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