2009-08-05 15:19:08

Cultura y Humanismo: 64 años del lanzamiento de la bomba atómica


Miércoles, 5 ago (RV).- El 6 de agosto de 1945 la bomba atómica fue lanzada contra la localidad japonesa de Hiroshima. Para recordar los 64 años transcurridos, se llevarán a cabo mañana en esta ciudad diferentes actos religiosos y civiles. La jornada iniciará con un encuentro interreligioso de oración y la conmemoración en el Parque de la Paz, para después celebrar una Santa Misa en la catedral diocesana, presidida por el obispo Joseph Atsumi Misue. La catedral será también escenario por la tarde de un encuentro ecuménico de oración por la paz.



“Recordar Hiroshima es comprometerse por la paz”. Con estas palabras pronunciadas por el Papa Juan Pablo II durante su visita a esta ciudad japonesa en 1981 y rememoradas en el 50 aniversario del lanzamiento de la bomba atómica, mañana se recordará cómo la potencia destructiva del hombre puede llevar hoy en día a defender la necesidad de la paz. Porque como señaló el propio Pontífice en el mensaje del 50 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial: “No se edifica una sociedad digna de la persona con la destrucción, la represión y la discriminación”.

A las 5 y 32 minutos de la madrugada del 6 de agosto de 1945 un bombardero B-29 partía de una pequeña isla del Pacífico Sur en el curso de una operación secreta. Su misión era arrojar sobre una ciudad japonesa la primera bomba atómica de la historia. Una millonésima de segundo después de la explosión, Hiroshima dejaba de existir como ciudad. La onda expansiva mató en el acto a 100.000 personas y destruyó 47.000 edificios, mientras que el efecto a largo plazo de aquella explosión se sufre todavía.

Junto a Hiroshima fue bombardeada también Nagasaki, donde como resultado de la explosión, todas las casas en un radio de aproximadamente 2.5 Km del epicentro fueron destruidas. En medio de aquella tragedia, una pequeña comunidad de Padres Jesuitas vivía junto a la iglesia parroquial, a solamente un kilómetro del epicentro de la bomba.

La iglesia junto a la casa de los jesuitas quedó destruida, pero su residencia quedó en pié y los miembros de la pequeña comunidad jesuita sobrevivieron. No tuvieron efectos posteriores por la radiación, ni pérdida del oído, ni ninguna otra enfermedad o efecto.  El Padre Hubert Schiffer fue uno de los jesuitas en Hiroshima. Tenía 30 años cuando explotó la bomba atómica en esa ciudad y vivió otros 33 años más. Durante el Congreso Eucarístico que se llevó a cabo en Filadelfia (EE.UU) en 1976 narró su experiencia, comentando que "rezábamos el rosario diariamente en esa casa".

Este pequeño milagro que hizo salvar la vida de la comunidad religiosa ha sido analizado por expertos de todo el mundo, pero si hoy recordamos esta tragedia es sobre todo para “renovar nuestra fe” y para “traducir un desastre en un nuevo inicio”, siguiendo el mensaje lanzado por Juan Pablo II: “Es en el corazón de las personas que se coloca el punto de inicio tanto de las guerras como de las reconciliaciones. Un futuro de paz se construye a partir de un ‘corazón nuevo’, un corazón capaz de reconocer en cada persona a un hermano o hermana, con igual dignidad que respetar, con derechos fundamentales que promover, con legítimas esperanzas que satisfacer. El nuevo corazón mira al otro –persona o pueblo- como una realidad viva que acoger, apoyar y amar”. Porque como recordaba Benedicto XVI recientemente, la paz es en primer lugar un don de Dios que tiene su fuerza en la oración.








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