Cultura y Humanismo: 64 años del lanzamiento de la bomba atómica
Miércoles, 5 ago (RV).- El 6 de agosto de 1945 la bomba atómica fue lanzada contra
la localidad japonesa de Hiroshima. Para recordar los 64 años transcurridos, se llevarán
a cabo mañana en esta ciudad diferentes actos religiosos y civiles. La jornada iniciará
con un encuentro interreligioso de oración y la conmemoración en el Parque de la Paz,
para después celebrar una Santa Misa en la catedral diocesana, presidida por el obispo
Joseph Atsumi Misue. La catedral será también escenario por la tarde de un encuentro
ecuménico de oración por la paz.
“Recordar Hiroshima es comprometerse
por la paz”. Con estas palabras pronunciadas por el Papa Juan Pablo II durante su
visita a esta ciudad japonesa en 1981 y rememoradas en el 50 aniversario del lanzamiento
de la bomba atómica, mañana se recordará cómo la potencia destructiva del hombre puede
llevar hoy en día a defender la necesidad de la paz. Porque como señaló el propio
Pontífice en el mensaje del 50 aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial:
“No se edifica una sociedad digna de la persona con la destrucción, la represión y
la discriminación”.
A las 5 y 32 minutos de la madrugada del 6 de agosto de
1945 un bombardero B-29 partía de una pequeña isla del Pacífico Sur en el curso de
una operación secreta. Su misión era arrojar sobre una ciudad japonesa la primera
bomba atómica de la historia. Una millonésima de segundo después de la explosión,
Hiroshima dejaba de existir como ciudad. La onda expansiva mató en el acto a 100.000
personas y destruyó 47.000 edificios, mientras que el efecto a largo plazo de aquella
explosión se sufre todavía.
Junto a Hiroshima fue bombardeada también Nagasaki,
donde como resultado de la explosión, todas las casas en un radio de aproximadamente
2.5 Km del epicentro fueron destruidas. En medio de aquella tragedia, una pequeña
comunidad de Padres Jesuitas vivía junto a la iglesia parroquial, a solamente un kilómetro
del epicentro de la bomba.
La iglesia junto a la casa de los jesuitas quedó
destruida, pero su residencia quedó en pié y los miembros de la pequeña comunidad
jesuita sobrevivieron. No tuvieron efectos posteriores por la radiación, ni pérdida
del oído, ni ninguna otra enfermedad o efecto. El Padre Hubert Schiffer fue uno de
los jesuitas en Hiroshima. Tenía 30 años cuando explotó la bomba atómica en esa ciudad
y vivió otros 33 años más. Durante el Congreso Eucarístico que se llevó a cabo en
Filadelfia (EE.UU) en 1976 narró su experiencia, comentando que "rezábamos el rosario
diariamente en esa casa".
Este pequeño milagro que hizo salvar la vida de la
comunidad religiosa ha sido analizado por expertos de todo el mundo, pero si hoy recordamos
esta tragedia es sobre todo para “renovar nuestra fe” y para “traducir un desastre
en un nuevo inicio”, siguiendo el mensaje lanzado por Juan Pablo II: “Es en el corazón
de las personas que se coloca el punto de inicio tanto de las guerras como de las
reconciliaciones. Un futuro de paz se construye a partir de un ‘corazón nuevo’, un
corazón capaz de reconocer en cada persona a un hermano o hermana, con igual dignidad
que respetar, con derechos fundamentales que promover, con legítimas esperanzas que
satisfacer. El nuevo corazón mira al otro –persona o pueblo- como una realidad viva
que acoger, apoyar y amar”. Porque como recordaba Benedicto XVI recientemente, la
paz es en primer lugar un don de Dios que tiene su fuerza en la oración.