El Santuario de Ars recuerda el mensaje de san Juan María Vianney
Martes, 4 ago (RV).- Los párrocos del mundo, y con ellos todos los sacerdotes, celebran
hoy la fiesta de su Patrono, san Juan María Vianney, más conocido como el santo Cura
de Ars de quien hoy se cumple el 150º aniversario de su fallecimiento; razón por la
cual el Santo Padre Benedicto XVI ha decretado un especial Año Sacerdotal. Además
de las diversas celebraciones que tendrán por este especial motivo, los sacerdotes
y fieles están invitados, por disposición del Pontífice, a lucrar la indulgencia plenaria
siguiendo los requisitos correspondientes.
El Papa durante el Ángelus del pasado
domingo, adelantó que dedicará su catequesis de mañana miércoles a la figura de san
Juan Maria Vianney: este humilde párroco que constituye un “modelo de vida sacerdotal
tanto para los párrocos como para los demás sacerdotes”.
Esta mañana en la
Diócesis francesa de Belley-Ars, en el Santuario de Ars, ha sido presidida una misa
solemne por el cardenal brasileño Cláudio Hummes, prefecto de la Congregación para
el Clero. En la tarde de este martes se llevará a cabo una procesión con la reliquia
del corazón de san Juan Maria Vianney, tras la celebración de las Vísperas solemnes,
en la misma Basílica de Ars.
El cardenal Hummes ha enviado precisamente hoy
una carta a todos los sacerdotes en la que pone de relieve que la actual cultura occidental
dominante, “cada vez más difundida en el mundo a través de los medios globalizados
y la movilidad humana”, presenta ”nuevos desafíos altamente comprometedores en el
campo de la evangelización”. Se trata de una cultura profundamente acentuada por un
relativismo, que rechaza toda afirmación sobre cualquier verdad absoluta y trascendente
y, por eso, “destroza también los fundamentos de la moral y se cierra a cualquier
religión”. De esa manera se pierde la pasión por la verdad, que se reduce a una “pasión
inútil”.
El prefecto de la Congregación para el Clero, ha subrayado que es
necesario reconocer que la actual cultura dominante, posmoderna, “conlleva un grande
y verdadero progreso científico y tecnológico, que llena de estupor al ser humano,
sobre todo, a los jóvenes”. Pero el uso de este progreso no tiene siempre, como motivo
principal, el bien del hombre y de todos los hombres. ”Le falta un humanismo integral,
que sería el que podría darle su verdadero sentido y finalidad”. “Podríamos hablar
-dijo Hummes- de otros aspectos de esta cultura: consumismo, libertinaje, cultura
del espectáculo y del cuerpo. Es evidente que todo eso produce un laicismo que no
quiere la religión y hace todo lo que puede para debilitarla o, al menos, la deja
sólo en el ámbito privado de las personas”.
El arzobispo emérito de San Pablo
observó luego que producto de esta cultura es la “descristianización”, tal vez demasiado
visible, en la mayoría de los países cristianos y, especialmente, en aquellos de Occidente.
Ha bajado el número de vocaciones sacerdotales, disminuido también el número de los
presbíteros, sea por falta de vocaciones o por el influjo cultural en el que viven,
constató. “Todo esto –ha explicado- podría conducir a la tentación de un pesimismo
descorazonador, que condena al mundo actual y que nos induciría a retirarnos en la
trincheras de la resistencia”.
Nosotros pastores, ha dicho el cardenal Hummes
a sus hermanos en el sacerdocio, “hoy somos llamados, con gran urgencia, a realizar
la misión, sea ad gentes, sea en las regiones de países cristianos en los que tantísimos
bautizados se han alejado al no participar en nuestras comunidades o, quizás, han
perdido la fe”. “No podemos tener miedo o quedarnos inmóviles dentro de nuestra casa”
ha exclamado señalando que “no esparciremos la semilla de la Palabra de Dios sólo
desde la ventana de nuestra casa parroquial, sino que iremos al campo abierto de nuestra
sociedad, comenzando por los más pobres, llegando a todos los niveles e instituciones
de la sociedad”. “Nuestro pueblo quiere sentir la proximidad de su Iglesia”, ha finalizado
invitando a ir hacia la sociedad actual, “con gozo y entusiasmo, seguros de la presencia
del Señor en medio de nosotros y convencidos de que será Él quien llamará a las puertas
de los corazones de aquellos a quienes hablaremos de Él”.
La vida de San Juan
María Vianney se caracterizó por una entrega constante de amor, sacrificio, penitencia
y oración; centrada totalmente en la Eucaristía y en el servicio dedicado a los fieles
en el sacramento de la Reconciliación. También hoy los católicos del mundo le piden
de manera especial, por cada uno de los sacerdotes de la Iglesia para que pueden ver
en él a un modelo de presbítero entregado por su grey.
A continuación
les ofrecemos el texto íntegro de la misiva: Jesús dijo: “No he venido
para juzgar al mundo,
sino para salvarlo” (Jo. 12, 47). Queridos
Presbíteros:
La actual cultura occidental dominante, cada vez
más difundida en el mundo a través de los medios globalizados y la movilidad humana
– también en los países de otras culturas – presenta nuevos desafíos altamente comprometedores
en el campo de la evangelización. Se trata de una cultura profundamente acentuada
por un relativismo, que rechaza toda afirmación sobre cualquier verdad absoluta y
trascendente y, por eso, destroza también los fundamentos de la moral y se cierra
a cualquier religión. De esa manera se pierde la pasión por la verdad, que se reduce
a una “pasión inútil”. Por otra parte, Jesús se presenta como la Verdad, el Logos
universal, la Razón que ilumina y explica todo cuanto existe. Posteriormente, el subjetivismo
individualista, que pone al centro de todo el propio yo, acompaña al relativismo.
Finalmente se llega al nihilismo, según el cual nada existe que valga la pena para
entregar la propia vida y, en consecuencia, la misma vida no tiene en sí un verdadero
sentido. Sin embargo, es necesario reconocer que la actual cultura dominante, posmoderna,
conlleva un grande y verdadero progreso científico y tecnológico, que llena de estupor
al ser humano, sobre todo, a los jóvenes. Pero el uso de este progreso no tiene siempre,
como motivo principal, el bien del hombre y de todos los hombres. Le falta un humanismo
integral, que sería el que podría darle su verdadero sentido y finalidad. Podríamos
hablar todavía de otros aspectos de esta cultura: consumismo, libertinaje, cultura
del espectáculo y del cuerpo. Es patente que todo eso produce un laicismo que no quiere
la religión y hace todo lo que puede para debilitarla o, al menos, la deja sólo en
el ámbito privado de las personas.
Producto de esta cultura es
la descristianización, tal vez demasiado visible, en la mayoría de los países cristianos
y, especialmente, en aquellos de Occidente. Ha bajado el número de vocaciones sacerdotales.
Disminuido también el número de los presbíteros, sea por falta de vocaciones o por
el influjo cultural en el que viven. Todo esto podría conducir a la tentación de un
pesimismo descorazonador, que condena al mundo actual y que nos induciría a retirarnos
en la trincheras de la resistencia.
Sin embargo Jesús afirma: “No
he venido a juzgar al mundo, sino a salvarlo” (Jo. 12, 47). No podemos perder el ánimo
ni tener miedo a la sociedad actual o simplemente condenarla. ¡Hay que salvarla! Cada
cultura humana – también la actual – puede ser evangelizada. En cada cultura existen
las “semina Verbi”, como horizontes de apertura al Evangelio. Con toda seguridad también
existen en nuestra actual cultura. Sin duda, también los así llamados “post-cristianos”
podrían sentirse tocados y podrían reabrirse si fueran acompañados hacia un verdadero
encuentro personal y comunitario con la persona de Jesucristo. En tal encuentro, cada
persona humana de buena voluntad puede allegarse a El. El ama a todos y llama a la
puerta de todos porque quiere salvar a todos sin excepción. El es la Vida, la Verdad
y la Vida. Es el único mediador entre Dios y los hombres.
Queridísimos
Presbíteros, nosotros, pastores, hoy somos llamados, con gran urgencia, a realizar
la misión, sea “ad gentes”, sea en las regiones de países cristianos en los que tantísimos
bautizados se han alejado al no participar en nuestras comunidades o, quizás, han
perdido la fe. No podemos tener miedo o quedarnos inmóviles dentro de nuestra casa.
El Señor ha dicho a sus discípulos: ¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe? (Mat.
8, 26). “Que no se turbe vuestro corazón. Tened fe en Dios y tened fe en mi” (Jo.
14, 1). “No se enciende una luz para ponerla debajo del celemín sino sobre el candelero
para que alumbre a todos los que están en la casa” (Mt. 5,15) “Id a todo el mundo
y predicar el Evangelio a toda creatura” (Mt. 16, 15). “Yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 20).
No esparciremos
la semilla de la Palabra de Dios sólo desde la ventana de nuestra casa parroquial,
sino que iremos al campo abierto de nuestra sociedad, comenzando por los más pobres,
llegando a todos los niveles e instituciones de la sociedad. Iremos a visitar a las
familias, a todas la personas, iniciando sobre todo por los bautizados alejados. Nuestro
pueblo quiere sentir la proximidad de su Iglesia. Lo haremos yendo hacia la sociedad
actual, con gozo y entusiasmo, seguros de la presencia del Señor en medio de nosotros
y convencidos de que será El quien llamará a las puertas de los corazones de aquellos
a quienes hablaremos de El.