Benedicto XVI preside las vísperas con ocasión de la reapertura de la Capilla Paulina,
un espacio sagrado en el que destacan dos frescos de Miguel Ángel
Sábado, 4 jul (RV).- El Papa Benedicto XVI presidió la tarde de este sábado las vísperas
con ocasión de la reapertura de la Capilla Paulina. En la homilía el Santo Padre dijo
que había sido un deseo suyo el poder reabrir al culto ese espacio sagrado que fue
impulsado por el Papa Pablo III, construido por Antonio de Sangallo, y ornamentada
con frescos y pinturas, donde se destacan dos frescos que fueron realizados por Miguel
Ángel Buonarroti, al final de su vida.
En los frescos de Miguel Ángel,
la crucifixión de Pedro y la Conversión de san Pablo, el Pontífice resaltó que lo
que atrae de inmediato son los rostros de los dos apóstoles, que juegan un papel central
en el mensaje iconográfico de la Capilla. Se pregunta ¿por qué el rostro de San Pablo
es de una persona anciana, cuando se sabe que la conversión ocurrió cuando tenía unos
treinta años? Y se responde que el artista invita a salirse del realismo de los relatos
para introducirnos en un nivel más profundo: ese rostro anciano, inquieto que busca
la luz de la verdad, el rostro de Pablo, representa al ser humano necesitado de una
luz superior. Es la luz de la gracia divina, indispensable para adquirir una vista
nueva, con la cual percibir la realidad orientada por la esperanza que nos espera
en el cielo.
Benedicto XVI dijo que el rostro de Pablo caído e iluminado
desde lo alto por la luz del Resucitado, aún cuando expresa dramatismo, sin embargo
inspira paz y profunda seguridad. Expresa la madurez del hombre iluminado interiormente
por Cristo. La gracia y la paz de Dios han envuelto a Pablo, lo han conquistado y
transformado interiormente, y le llevan a anunciar esa gracia y paz a las comunidades
que él evangelizó en sus viajes apostólicos.
Después de reflexionar
sobre la figura de Pablo, el Santo Padre hizo referencia a la de Pedro, representado
en el fresco en el momento en que la cruz es volteada y levantada, mientras que él
gira su rostro para mirar a quien lo observa en la capilla. El Papa dice que el rostro
está representado en su edad justa, pero llama la atención que no es un rostro de
dolor ante la muerte cercana.
En la continuación de su descripción
del rostro de Pedro en la imagen de la Capilla Paulina, Benedicto XVI expresó que
es una imagen que expresa el estado de ánimo del hombre frente a la muerte y el mal,
hay como una desorientación, una mirada aguda, que busca algo o a alguien, en la hora
final. Y relaciona este rostro con los otros de la escena que tienen actitud de desorientación
y miedo, diciendo que se estaba cumpliendo lo que Jesús había dicho a Pedro sobre
el final de su vida.
El Papa relacionó los dos iconos indicando que
Pedro en la cruz busca la luz de Cristo que está en Pablo, y de esa manera se puede
decir que las dos escenas nos muestran el Misterio Pascual, que es cruz y resurrección,
muerte y vida, pecado y gracia. Y más adelante en la homilía de las vísperas, Benedicto
XVI dijo que para quien va a orar a esa capilla, ante todo para el Papa, Pedro y Pablo
se convierten en maestros de fe.
El Pontífice explicó que en esta Capilla
Paulina no se realizan solemnes celebraciones con el pueblo, sino que en ella el Papa
y sus colaboradores meditan en silencio y adoran a Cristo viviente, presente en el
Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Y resaltó que la Eucaristía es el sacramento
en el que se concentra la obra de la Redención: en Jesús eucaristía podemos contemplar
la transformación de la muerte en vida, de la violencia en amor.
Al
finalizar la homilía de las vísperas, Benedicto XVI agradeció a quienes cooperaron
para la restauración, en especial a los dos últimos directores de los Museos Vaticanos
que pusieron su empeño en este importante trabajo. También agradeció a los expertos
en restauración que intervinieron en las obras, y extendió su reconocimiento al Cardenal
Giovanni Lajolo y sus colaboradores en la Gobernación del Vaticano, que prestaron
especial atención a la obra.