Sábado, 27 jun (RV).- «Reservas de amor». Es el título del editorial del Padre Federico
Lombardi para el informativo semanal Octava Dies del Centro Televisivo Vaticano de
esta semana y se centra en el testimonio de una enferma - en el marco de la peregrinación
del Papa a San Giovanni Rotondo - durante la visita de Benedicto XVI, el domingo pasado,
al centro hospitalario ‘Casa Alivio del Sufrimiento’, querido por san Pío de Pietrelcina:
«Los
viajes del Papa no son importantes sólo por lo que dice y hace el Papa, sino también
por los sentimientos y las palabras que suscitan. El testimonio de Anna, enferma de
cáncer, ante el Papa, en el atrio de la ‘Casa Alivio del Sufrimiento’ es un momento
que no se puede olvidar. ‘No me pregunté ¿por qué a mí? Sino que, más bien, me dije
a mí misma y ¿por qué no a mí? - Dios ¿qué proyecto tienes sobre mí? Y, entonces
-como la Virgen y tantos otros hombres dignos y santos- no quise rebelarme. Sino que
quise decir: ‘Aquí estoy lista’ ¿Cómo vivir en espera de la muerte y viviendo la cotidianidad
que queda, de forma que se pueda ofrecer algo bueno al Señor? «Nunca
es demasiado tarde para entrar a trabajar en su viña, dedicar la propia vida al bien,
aun sólo con la benevolencia de las palabras y de las pequeñas acciones. Anna prosigue
sus palabras, dirigiéndose también a nosotros. ‘No nos dejéis solos con nuestros pensamientos
y nuestros miedos. Y, cuando no tengáis nada que decir, no os preocupéis. Basta que
nos toméis de la mano y nosotros percibiremos vuestra cercanía’. Y concluye: ‘Es verdad,
un diagnóstico de cáncer es terrible, da miedo. Pero más terrible es no ser amigo
de Dios, alejarse de su amor». «Entonces comprendemos que el
sufrimiento puede llegar a ser un gran tesoro. Comprendemos que nos interpela a todos
y comprendemos qué es lo que quería decir Padre Pío cuando – como recordó el Papa
– decía que ‘los hospitalizados, los médicos y los sacerdotes tenían que volverse
‘reservas de amor’, que cuanto más sea abundante en uno, más se comunicará a los demás’.
No sólo en San Giovanni Rotondo, sino en todo el mundo, cada sufrimiento, ante el
rostro que sufre de Cristo, debería poder volverse amor».