2009-05-25 12:30:39

Benedicto XVI concluye su visita a Montecasino con una oración por los caídos de todas las guerras y ruega a Dios que los hombres de hoy comprendan que están llamados a ser constructores de paz


Lunes, 25 may (RV).- La palabra paz resonó ayer en la voz de Benedicto XVI en cada momento de su intensa jornada, en la visita pastoral que realizó a la diócesis italiana de Casino y a la abadía de Montecasino, «roble plantado por san Benito, que a pesar de haber sido deshojado por la violencia de la guerra, volvió a resurgir con mayor vigor».

Antes de emprender su regreso al Vaticano, el Papa se detuvo en oración en el cementerio militar polaco de Montecasino donde encendió una lámpara votiva y rezó por los caídos de todas las guerras:

«Oh Dios, Padre nuestro, fuente inextinguible de vida y de paz, acoge en tu abrazo misericordioso a los caídos de la guerra que arreció en este lugar y a los caídos de todas las guerras que han ensangrentado la tierra. Concédeles gozar la luz sin ocaso, que en el reflejo de tu resplandor ilumina la buena conciencia de todo hombre y de toda mujer de buena voluntad.

Tú, que en tu Hijo Jesucristo, concediste a la humanidad sufriente un testimonio alto de tu amor por nosotros, Tú que en Cristo Señor nuestro pusiste el signo de un sufrimiento nunca inútil sino fecundo con tu fuerza redentora, concilia a cuantos en el mundo sufren aún por el odio ciego de guerras fratricidas la fuerza de la esperanza sin ocaso, el sueño de una civilización del amor definitivamente actuada, la valentía de una cotidiana y real acción de paz.
Dónanos tu Espíritu Paráclito para que los hombres de nuestro tiempo puedan comprender que el don de la paz es mucho más precioso que cualquier tesoro corruptible y que en la espera del día sin ocaso todos estamos llamados a ser constructores de paz, por el mañana de Tus hijos.
Haz que todos los cristianos sean testimonios cada vez más convencidos de la vida, como don inestimable de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén» 
Paz en las familias y para toda la humanidad. Destacando la actualidad de san Benito - que enseña a dejarse conquistar por Cristo - Benedicto XVI invitó a rezar para que Europa valorice siempre su patrimonio e ideales cristianos, riqueza cultural y espiritual. Antes de concluir su visita pastoral a la diócesis italiana de Casino y a la Abadía de Montecasino, el Papa presidió, en la tarde de ayer, la celebración de las vísperas en este lugar sagrado – destruido y reconstruido cuatro veces, siendo la última hace 65 años, a raíz de los bombardeos de la segunda guerra mundial. Como recordó el mismo Santo Padre, añadiendo luego también el grato recuerdo de los momentos inolvidables, de oración y sosiego, que transcurrió allí antes de su elección pontificia.

Tras contemplar el misterio de la Ascensión del Señor, Benedicto XVI ha hecho hincapié en el don divino recibido por san Benito y el carisma de este santo que tuvo la capacidad de reproducir en el monasterio la vida misma del cielo y de restablecer la armonía de la creación, mediante la contemplación y el trabajo. Con justicia pues la Iglesia lo venera como ‘eminente maestro de vida monástica’; ‘doctor de sabiduría espiritual en el amor a la oración y al trabajo’; ‘resplandeciente guía de pueblos a la luz del Evangelio que enseña a los hombres de todos los tiempos a buscar a Dios y las riquezas que Él ha preparado»: «Sí, Benito fue ejemplo luminoso de santidad e indicó a los monjes como único gran ideal a Cristo».

«Fue maestro de civilización que, proponiendo una equilibrada y adecuada visión de las exigencias divinas y de las finalidades últimas del hombre, tuvo siempre presentes también las necesidades y las razones del corazón, para enseñar y suscitar una fraternidad auténtica y constante, para que en el conjunto de las relaciones sociales no se extraviara una unidad de espíritu capaz de construir y alimentar siempre la paz», destacó también el Papa haciendo hincapié en la palabra ‘Pax’ que culmina la entrada a esta abadía: «Precisamente es la palabra Pax la que acoge a los peregrinos y visitantes a las puertas de esta abadía, reconstruida después del inmenso desastre del segundo conflicto mundial, ella se eleva como silenciosa admonición para rechazar toda forma de violencia y para construir la paz: en las familias, en las comunidades, entre los pueblos y en toda la humanidad. San Benito invita a toda persona que sube hasta este monte a buscar la paz y a seguirla: ‘busca la paz y sigue tras ella’. (Salmo 33,14-15 – Regla, Prólogo 17)

El Papa recordó que «siguiendo las enseñanzas de san Benito los monasterios llegaron a ser, a lo largo de los siglos, fervientes centro de diálogo, de encuentro y de benéfica fusión entre pueblos diversos, unificados por la cultura evangélica de la paz. Los monjes benedictinos supieron enseñar con la palabra y el ejemplo el arte de la paz, actuando de forma concreta los tres ‘vínculos’ que este santo patrono de Europa indica como necesarios para conservar la unidad del Espíritu entre los hombres. Es decir, la Cruz, que es la ley misma de Cristo; el libro, es decir la cultura y el arado, que indica el trabajo, la señoría sobre la materia y sobre el tiempo». En este contexto, Benedicto XVI invitó a rezar para que Europa sepa valorizar las riquezas de sus raíces cristianas: «Gracias a la actividad de los monasterios, articulada en el triple compromiso cotidiano de la oración, del estudio y del trabajo, pueblos enteros del continente europeo han conocido un auténtico rescate y un benéfico desarrollo moral, espiritual y cultural, educándose en el sentido de la continuidad con el pasado, a la acción concreta por el bien común, a la apertura hacia Dios y la dimensión trascendente ¡Recemos para que Europa sepa valorizar siempre este patrimonio de principios y de ideales cristianos que constituye una inmensa riqueza cultural y espiritual!»

Reiterando luego que ello es posible si se percibe la constante enseñanza de san Benito de buscar a Dios - pues el ser humano no se realiza plenamente a sí mismo y no puede ser feliz sin Dios – el Papa ha recordado que los benedictinos tienen la tarea de ser ejemplos vivos de su Fundador, con el programa que él mismo sintetizó exhortando a «no anteponer nunca nada al amor de Cristo»: «En ello consiste la santidad, propuesta válida para todo cristiano, más que nunca en nuestra época, en la que se percibe la necesidad de anclar la vida y la historia a firmes referencias espirituales. Por ello, queridos hermanos y hermanas, vuestra vocación es más actual que nunca y es indispensable vuestra misión de monjes. Desde este lugar, donde reposan sus restos mortales, el santo patrono de Europa sigue invitando a todos a proseguir su obra de evangelización y de promoción humana. Os alienta, en primer lugar, a vosotros, queridos monjes, a permanecer fieles al espíritu de los orígenes y a ser intérpretes auténticos de su programa de renacimiento espiritual y social».








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