Benedicto XVI concluye su visita a Montecasino con una oración por los caídos de todas
las guerras y ruega a Dios que los hombres de hoy comprendan que están llamados a
ser constructores de paz
Lunes, 25 may (RV).- La palabra paz resonó ayer en la voz de Benedicto XVI en cada
momento de su intensa jornada, en la visita pastoral que realizó a la diócesis italiana
de Casino y a la abadía de Montecasino, «roble plantado por san Benito, que a pesar
de haber sido deshojado por la violencia de la guerra, volvió a resurgir con mayor
vigor».
Antes de emprender su regreso al Vaticano, el Papa se detuvo en oración
en el cementerio militar polaco de Montecasino donde encendió una lámpara votiva y
rezó por los caídos de todas las guerras:
«Oh Dios, Padre nuestro, fuente
inextinguible de vida y de paz, acoge en tu abrazo misericordioso a los caídos de
la guerra que arreció en este lugar y a los caídos de todas las guerras que han ensangrentado
la tierra. Concédeles gozar la luz sin ocaso, que en el reflejo de tu resplandor ilumina
la buena conciencia de todo hombre y de toda mujer de buena voluntad.
Tú,
que en tu Hijo Jesucristo, concediste a la humanidad sufriente un testimonio alto
de tu amor por nosotros, Tú que en Cristo Señor nuestro pusiste el signo de un sufrimiento
nunca inútil sino fecundo con tu fuerza redentora, concilia a cuantos en el mundo
sufren aún por el odio ciego de guerras fratricidas la fuerza de la esperanza sin
ocaso, el sueño de una civilización del amor definitivamente actuada, la valentía
de una cotidiana y real acción de paz. Dónanos tu Espíritu Paráclito para
que los hombres de nuestro tiempo puedan comprender que el don de la paz es mucho
más precioso que cualquier tesoro corruptible y que en la espera del día sin ocaso
todos estamos llamados a ser constructores de paz, por el mañana de Tus hijos. Haz
que todos los cristianos sean testimonios cada vez más convencidos de la vida, como
don inestimable de tu amor. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén» Paz
en las familias y para toda la humanidad. Destacando la actualidad de san Benito -
que enseña a dejarse conquistar por Cristo - Benedicto XVI invitó a rezar para que
Europa valorice siempre su patrimonio e ideales cristianos, riqueza cultural y espiritual.
Antes de concluir su visita pastoral a la diócesis italiana de Casino y a la Abadía
de Montecasino, el Papa presidió, en la tarde de ayer, la celebración de las vísperas
en este lugar sagrado – destruido y reconstruido cuatro veces, siendo la última hace
65 años, a raíz de los bombardeos de la segunda guerra mundial. Como recordó el mismo
Santo Padre, añadiendo luego también el grato recuerdo de los momentos inolvidables,
de oración y sosiego, que transcurrió allí antes de su elección pontificia.
Tras
contemplar el misterio de la Ascensión del Señor, Benedicto XVI ha hecho hincapié
en el don divino recibido por san Benito y el carisma de este santo que tuvo la capacidad
de reproducir en el monasterio la vida misma del cielo y de restablecer la armonía
de la creación, mediante la contemplación y el trabajo. Con justicia pues la Iglesia
lo venera como ‘eminente maestro de vida monástica’; ‘doctor de sabiduría espiritual
en el amor a la oración y al trabajo’; ‘resplandeciente guía de pueblos a la luz del
Evangelio que enseña a los hombres de todos los tiempos a buscar a Dios y las riquezas
que Él ha preparado»: «Sí, Benito fue ejemplo luminoso de santidad e indicó a los
monjes como único gran ideal a Cristo».
«Fue maestro de civilización que, proponiendo
una equilibrada y adecuada visión de las exigencias divinas y de las finalidades últimas
del hombre, tuvo siempre presentes también las necesidades y las razones del corazón,
para enseñar y suscitar una fraternidad auténtica y constante, para que en el conjunto
de las relaciones sociales no se extraviara una unidad de espíritu capaz de construir
y alimentar siempre la paz», destacó también el Papa haciendo hincapié en la palabra
‘Pax’ que culmina la entrada a esta abadía: «Precisamente es la palabra Pax la que
acoge a los peregrinos y visitantes a las puertas de esta abadía, reconstruida después
del inmenso desastre del segundo conflicto mundial, ella se eleva como silenciosa
admonición para rechazar toda forma de violencia y para construir la paz: en las familias,
en las comunidades, entre los pueblos y en toda la humanidad. San Benito invita a
toda persona que sube hasta este monte a buscar la paz y a seguirla: ‘busca la paz
y sigue tras ella’. (Salmo 33,14-15 – Regla, Prólogo 17)
El Papa recordó que
«siguiendo las enseñanzas de san Benito los monasterios llegaron a ser, a lo largo
de los siglos, fervientes centro de diálogo, de encuentro y de benéfica fusión entre
pueblos diversos, unificados por la cultura evangélica de la paz. Los monjes benedictinos
supieron enseñar con la palabra y el ejemplo el arte de la paz, actuando de forma
concreta los tres ‘vínculos’ que este santo patrono de Europa indica como necesarios
para conservar la unidad del Espíritu entre los hombres. Es decir, la Cruz, que es
la ley misma de Cristo; el libro, es decir la cultura y el arado, que indica el trabajo,
la señoría sobre la materia y sobre el tiempo». En este contexto, Benedicto XVI invitó
a rezar para que Europa sepa valorizar las riquezas de sus raíces cristianas: «Gracias
a la actividad de los monasterios, articulada en el triple compromiso cotidiano de
la oración, del estudio y del trabajo, pueblos enteros del continente europeo han
conocido un auténtico rescate y un benéfico desarrollo moral, espiritual y cultural,
educándose en el sentido de la continuidad con el pasado, a la acción concreta por
el bien común, a la apertura hacia Dios y la dimensión trascendente ¡Recemos para
que Europa sepa valorizar siempre este patrimonio de principios y de ideales cristianos
que constituye una inmensa riqueza cultural y espiritual!»
Reiterando luego
que ello es posible si se percibe la constante enseñanza de san Benito de buscar a
Dios - pues el ser humano no se realiza plenamente a sí mismo y no puede ser feliz
sin Dios – el Papa ha recordado que los benedictinos tienen la tarea de ser ejemplos
vivos de su Fundador, con el programa que él mismo sintetizó exhortando a «no anteponer
nunca nada al amor de Cristo»: «En ello consiste la santidad, propuesta válida para
todo cristiano, más que nunca en nuestra época, en la que se percibe la necesidad
de anclar la vida y la historia a firmes referencias espirituales. Por ello, queridos
hermanos y hermanas, vuestra vocación es más actual que nunca y es indispensable vuestra
misión de monjes. Desde este lugar, donde reposan sus restos mortales, el santo patrono
de Europa sigue invitando a todos a proseguir su obra de evangelización y de promoción
humana. Os alienta, en primer lugar, a vosotros, queridos monjes, a permanecer fieles
al espíritu de los orígenes y a ser intérpretes auténticos de su programa de renacimiento
espiritual y social».