2009-05-15 09:46:02

El Papa manifiesta que el servicio más grande que los cristianos de Jerusalén pueden ofrecer educar una nueva generación de cristianos formados y comprometidos, que contribuyan con generosidad a la vida religiosa y civil de esta ciudad única y santa


Viernes, 15 may (RV).- Esta mañana el Papa celebró una misa privada en la delegación Apostólica en Jerusalén, para luego trasladarse a la sede del patriarcado Greco-ortodoxo de la Ciudad Santa, donde tuvo un encuentro con el Patriarca Teofilo III y con otros jefes religiosos de las comunidades cristianas.

Eln su discurso en el encuentro ecuménico al Patriacado greco-ortodoxo el Papa volvió a hablar del ecumenismo en el contexto particular de Jerusalén, una ciudad unida en manera especial a la vida de Jesús y sus discípulos, pero también a la de una comunidad cristiana que afronta diversas dificultades en la convivencia civil y con distintas fricciones a nivel eclesial.

“Al estar en este lugar Santo, al lado de la Iglesia del Santo Sepulcro, que marca el lugar donde nuestro Señor resucitó de entre los muertos por la humanidad entera, y cercano al Cenáculo, donde en el día del Pentecostés todos los creyentes se encontraban reunidos en un mismo lugar, ¿quién no se sentiría empujado a cumplir la plenitud de la buena voluntad, de la sana doctrina y del deseo espiritual de nuestro compromiso ecuménico?” se preguntó el Papa.

El Santo Padre habló también de la importancia de la unidad y del lazo estrecho entre unidad y misión, constatando con satisfacción los éxitos de la Comisión internacional conjunta para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas y también la participación del Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé I en el sínodo de los Obispos desarrollado recientemente en Roma.

Al extender sus brazos en la Cruz Jesús ha revelado la plenitud de su deseo de llamar a cada uno, atraer hacia sí a cada persona, y respirando su Espíritu sobre nosotros reveló su poder de hacernos capaces de participar en su misión de reconciliación. En ese aliento, añadió el Papa, mediante la redención que nos une está nuestra misión. Por lo tanto, no es tan extraño que experimentemos la vergüenza de nuestra división, precisamente por nuestro ardiente deseo de llevar a Cristo a los demás, por dar a conocer su mensaje de reconciliación”.

“Sin embargo, enviados por Cristo en el mundo, fortalecidos por la potencua unificadora del Espíritu Santo, llamados a anunciar la reconciliación que llama a todo hombre a creer que Jesús es el Hijo de Dios, tenemos que encontrar la fuerza de redoblar los esfuerzos para perfeccionar nuestra comunión, para hacerla completa, para dar un testimonio común del amor del Padre, que envía al Hijo para que el mundo conozca su amor por nosotros”.

El imperativo evangélico de la proclamación es aún más insistente en el encuentro diario con aquellos que, como el grupo de griegos dirigidos a Felipe en el Evangelio, los dos fueron a contárselo a Jesús. La tarea de conducir a los demás a conocer y amar al Señor, es la prioridad pastoral fundamental de todas las comunidades cristianas presentes en Tierra Santa.

Creo que el servicio más grande que los cristianos de Jerusalén pueden ofrecer a sus propios conciudadanos es crecer y educar una nueva generación de cristianos bien formados y comprometidos, solícitos en el deseo de contribuir generosamente en la vida religiosa y civil de esta ciudad única y santa.

Por último el Pontífice rogó para que se comprenda que las aspiraciones de los cristianos de Jerusalén y del resto del mundo estén en sintonía con las aspiraciones de todos sus habitantes, cualquiera que sea su religión: que tengan una vida marcada por la libertad religiosa y la conciencia pacífica y por el libre acceso a la educación y al empleo. Sobre todo para las jóvenes generaciones, asimismo que sea marcada por la perspectiva de una hospitalidad conveniente y una residencia familiar así como la posibilidad de aprovechar una situación de estabilidad económica.








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