El Papa manifiesta que el servicio más grande que los cristianos de Jerusalén pueden
ofrecer educar una nueva generación de cristianos formados y comprometidos, que contribuyan
con generosidad a la vida religiosa y civil de esta ciudad única y santa
Viernes, 15 may (RV).- Esta mañana el Papa celebró una misa privada en la delegación
Apostólica en Jerusalén, para luego trasladarse a la sede del patriarcado Greco-ortodoxo
de la Ciudad Santa, donde tuvo un encuentro con el Patriarca Teofilo III y con otros
jefes religiosos de las comunidades cristianas.
Eln su discurso en el encuentro
ecuménico al Patriacado greco-ortodoxo el Papa volvió a hablar del ecumenismo en el
contexto particular de Jerusalén, una ciudad unida en manera especial a la vida de
Jesús y sus discípulos, pero también a la de una comunidad cristiana que afronta
diversas dificultades en la convivencia civil y con distintas fricciones a nivel eclesial.
“Al estar en este lugar Santo, al lado de la Iglesia del Santo Sepulcro, que
marca el lugar donde nuestro Señor resucitó de entre los muertos por la humanidad
entera, y cercano al Cenáculo, donde en el día del Pentecostés todos los creyentes
se encontraban reunidos en un mismo lugar, ¿quién no se sentiría empujado a cumplir
la plenitud de la buena voluntad, de la sana doctrina y del deseo espiritual de nuestro
compromiso ecuménico?” se preguntó el Papa.
El Santo Padre habló también de
la importancia de la unidad y del lazo estrecho entre unidad y misión, constatando
con satisfacción los éxitos de la Comisión internacional conjunta para el diálogo
teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas y también la participación
del Patriarca Ecuménico de Constantinopla Bartolomé I en el sínodo de los Obispos
desarrollado recientemente en Roma.
Al extender sus brazos en la Cruz Jesús
ha revelado la plenitud de su deseo de llamar a cada uno, atraer hacia sí a cada
persona, y respirando su Espíritu sobre nosotros reveló su poder de hacernos capaces
de participar en su misión de reconciliación. En ese aliento, añadió el Papa, mediante
la redención que nos une está nuestra misión. Por lo tanto, no es tan extraño que
experimentemos la vergüenza de nuestra división, precisamente por nuestro ardiente
deseo de llevar a Cristo a los demás, por dar a conocer su mensaje de reconciliación”.
“Sin
embargo, enviados por Cristo en el mundo, fortalecidos por la potencua unificadora
del Espíritu Santo, llamados a anunciar la reconciliación que llama a todo hombre
a creer que Jesús es el Hijo de Dios, tenemos que encontrar la fuerza de redoblar
los esfuerzos para perfeccionar nuestra comunión, para hacerla completa, para dar
un testimonio común del amor del Padre, que envía al Hijo para que el mundo conozca
su amor por nosotros”.
El imperativo evangélico de la proclamación es aún más
insistente en el encuentro diario con aquellos que, como el grupo de griegos dirigidos
a Felipe en el Evangelio, los dos fueron a contárselo a Jesús. La tarea de conducir
a los demás a conocer y amar al Señor, es la prioridad pastoral fundamental de todas
las comunidades cristianas presentes en Tierra Santa.
Creo que el servicio
más grande que los cristianos de Jerusalén pueden ofrecer a sus propios conciudadanos
es crecer y educar una nueva generación de cristianos bien formados y comprometidos,
solícitos en el deseo de contribuir generosamente en la vida religiosa y civil de
esta ciudad única y santa.
Por último el Pontífice rogó para que se comprenda
que las aspiraciones de los cristianos de Jerusalén y del resto del mundo estén en
sintonía con las aspiraciones de todos sus habitantes, cualquiera que sea su religión:
que tengan una vida marcada por la libertad religiosa y la conciencia pacífica y por
el libre acceso a la educación y al empleo. Sobre todo para las jóvenes generaciones,
asimismo que sea marcada por la perspectiva de una hospitalidad conveniente y una
residencia familiar así como la posibilidad de aprovechar una situación de estabilidad
económica.