Benedicto XVI se despide de Tierra Santa con un ferviente llamamiento a detener el
derramamiento de sangre y reafirma el derecho de Israel a vivir en paz y seguridad
y el derecho del pueblo palestino a una patria independiente y soberana
Viernes, 15 may (RV).- Benedicto XVI en su discurso de despedida llamó a israelíes
y palestinos a romper el círculo de la violencia y construir puentes de paz, abogó
por el reconocimiento de dos Estados, advirtió que el Holocausto no debe ser jamás
olvidado o negado y pidió a los líderes religiosos a hacer fructificar un diálogo
ecuménico e interreligioso por una mayor comprensión y respeto mutuo.
En la
ceremonia de despedida realizada en el aeropuerto Ben Gurión de Tel Aviv, ante un
nutrido grupo de autoridades civiles y personalidades religiosas, el Papa se dirigió
al presidente de Israel, Shimon Peres, con palabras de agradecimiento por la hospitalidad
y el calor que recibió en su visita. “He venido a visitar este país como amigo de
los israelíes y como amigo del pueblo palestino” afirmó el Pontífice manifestando
que precisamente como amigo ha sido inevitable su aflicción por la continua tensión,
su tristeza por los sufrimientos y las pérdidas de vidas humanas de ambos pueblos
en los últimos seis decenios. Por ello su fuerte llamamiento por la paz.
“¡No
más derramamiento de sangre! ¡No más conflicto! ¡No más terrorismo! ¡No más guerra!
Rompamos el círculo vicioso de la violencia. Que pueda establecerse una paz duradera
basada en la justicia, que haya una verdadera reconciliación y curación. Que sea universalmente
reconocido que el Estado de Israel tiene derecho a existir y a gozar de paz y seguridad
en el interior de sus fronteras internacionalmente reconocidas. Que sea igualmente
reconocido que el pueblo palestino tiene el derecho a una patria independiente, soberana,
a vivir con dignidad y viajar libremente.
Y más concretamente, el Santo Padre
pidió que la solución de dos Estados se haga realidad y que no se quede como un sueño.
El Papa pidió que la paz pueda difundirse por estas tierras, que puedan ser “luz para
las naciones”, dando esperanzas a muchas otras regiones que son golpeadas por conflictos.
Benedicto
XVI recordó su visita al Memorial del Holocausto en Yah Vashem como uno de los momentos
más solemnes de su permanencia en Israel, pues pudo mantener un conmovedor encuentro
con algunos de los supervivientes, que le hicieron recordar su visita, hace tres años
al campo de la muerte de Auschwitz donde tanto judíos fueron “brutalmente exterminados
bajo un régimen sin Dios que propagaba una ideología de antisemitismo y de odio”.
“Ese
espantoso capitulo de la historia no debe ser jamás olvidado o negado. Al contrario,
esas oscuras memorias deben reforzar nuestra determinación para acercarnos cada vez
más los unos a los otros como ramas del mismo olivo, nutridos por las mismas raíces
y unidos por el amor fraterno”.
El tema de las relaciones entre cristianos
y judíos fue tocado por el Pontífice inspirándose precisamente en el árbol de olivo,
símbolo para ambas religiones, que junto al presidente plantó a su llegada a Israel.
“Nos nutrimos de las mismas raíces espirituales” dijo el Papa reconociendo que a pesar
de que en algunos momentos de la historia común ha habido una relación tensa, ahora
nos encontramos “firmemente comprometidos en la construcción de puentes de duradera
amistad”.
En su discurso, Benedicto XVI manifestó su alegría por haber podido
reunirse con los jefes de la Iglesia Católica en Tierra Santa agradeciendo el trabajo
que realizan para asistir a la grey del Señor. Igualmente, se refirió a los encuentros
con los responsables de las distintas iglesias cristianas y comunidades eclesiales
de la región invitando a un dialogo cada vez más fructífero.
“Esta tierra es
verdaderamente un terreno fértil para el ecumenismo y el diálogo interreligioso y
rezo para que la rica variedad de los testimonios religiosos en la región pueda traer
frutos en una creciente comprensión recíproca y en el respeto mutuo”.
El Santo
Padre al abrir su discurso habló de las fuertes impresiones que le ha dejado esta
peregrinación a Tierra Santa, en la que pudo constatar -en sus reuniones con las autoridades
civiles, tanto en Israel como en los territorios Palestinos-, los grandes esfuerzos
que ambos gobiernos realizan para asegurar el bienestar de las personas. Y sin embargo,
Benedicto XVI concluyó su discurso con lo que calificó la más triste de las visiones:
el muro.
“Una de las visiones más tristes para mí durante mi visita a estas
tierras ha sido el muro. Mientras lo costeaba, he rezado por un futuro en el que los
pueblos de la Tierra Santa puedan vivir juntos en paz y armonía sin necesidad de semejantes
instrumentos de seguridad y separación, sino respetándose y confiando el uno en el
otro, en la renuncia de toda forma de violencia y de agresión”.
Benedicto XVI
reconociendo cuán difícil puede ser esta tarea para las autoridades israelíes y palestinas,
aseguró sus oraciones y las de todos los católicos del mundo, en el esfuerzo para
construir una paz justa y duradera en la región.
Crónica de la
mañana
Benedicto
XVI ya se despidió de Tierra Santa. Y lo hizo en el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv,
ante las autoridades del Estado de Israel -encabezados por el presidente, Simón Peres,
y por el primer ministro Benjamin Netanyahu- con quienes quiso compartir algunas de
las fuertes impresiones que le ha dejado su peregrinación a Tierra Santa: fructuosas
conversaciones con las autoridades civiles, tanto en Israel, como en los Territorios
Palestinos, que le permitieron constatar los grandes esfuerzos que ambos gobiernos
están haciendo para asegurar el bienestar de las personas.
El Papa
definió esta tierra como un verdadero terreno fértil para el ecumenismo y el diálogo
interreligioso, y dijo que reza para que la rica variedad del testimonio religioso
en la región fructifique en una recíproca comprensión creciente y en el respeto mutuo.
También recordó al presidente israelí que nos alimentamos de las mismas raíces espirituales
y que nos encontramos “como hermanos”, una vez superadas las tensiones del pasado,
por lo que “estamos comprometidos firmemente en la construcción de puentes de duradera
amistad”.
“Profundamente conmovedores” definió el Obispo de Roma los
encuentros que mantuvo con algunos supervivientes de los males de la “Shoa”,
en el memorial del Holocausto en Yad Vashem, porque han renovado los recuerdos de
su visita, hace tres años, al campo del la muerte de Auschwitz, donde tantos judíos
fueron brutalmente exterminados bajo un régimen sin Dios que propagaba una ideología
de antisemitismo y odio.
Y tras agradecer la hospitalidad que le reservó
Israel el Pontífice recordó que ha venido a visitar este país como amigo de israelíes
y palestinos. Y destacó lo que hemos visto con nuestros propios ojos: que toda persona
que visita esta tierra no puede dejar de notar, con tristeza, la tensión que sigue
caracterizando la relación de ambos pueblos. Por eso abogó para que nunca más haya
derramamiento de sangre, combates, terrorismo y guerras. Mientras pidió que se detenga
el círculo vicioso de la violencia, para hacer posible la existencia de una paz duradera,
basada en la justicia y llegar a una reconciliación auténtica de toda sociedad.
Mientras
unas de las visiones más tristes para el Papa fue la del muro. Por eso dijo que mientras
lo costeaba ha rezado para un futuro en que los pueblos de Tierra Santa puedan vivir
juntos en paz y armonía sin la necesidad de semejantes instrumentos de seguridad y
separación, sino respetándose y teniendo confianza recíproca, renunciando a toda forma
de violencia y agresión.
Por la mañana, el Santo Padre visitó la basílica
del Santo Sepulcro de Jerusalén. Aquí se detuvo en oración y antes de entrar propiamente
en la tumba vacía, en la tumba que en la mañana de la resurrección cambió la historia
de la humanidad, Benedicto XVI besó la piedra de la unción, donde según la tradición
fue colocado el cuerpo muerto de Jesús tras ser bajado de la cruz. Se trata de una
piedra rosada, impregnada, permanentemente, con aceites perfumados. Los fieles de
todo el mundo, suelen arrodillarse devotamente delante, para apoyar sus manos sobre
ella, o los objetos religiosos que llevan consigo, o sencillamente sus pañuelos o,
incluso, la larga barba, tal como hemos visto hacer a un monje...
El
padre Pierbattista Pizzaballa, Custodio de Tierra Santa agradeció, una vez más, la
presencia del Sucesor de Pedro y el alto testimonio que ofrece en pos de la paz, como
lo han visto hacer a lo largo de esta peregrinación que los impulsa, también a ellos,
a seguir trabajando en esta dirección.
Mientras Su Beatitud Fouad Twual,
patriarca latino de Jerusalén, al saludar al Papa tras el canto del “Te Deum”, le
agradeció su peregrinación porque –dijo– “es fuente de gracias para Usted, para nosotros,
para la Iglesia entera y para toda Tierra Santa”. Y formuló votos para que la visita
del Sucesor de Pedro fortifique aquí la comunión eclesial, la unidad de los cristianos
y las relaciones de confianza y de respeto mutuo entre los pueblos”. Y añadió: “Como
usted puede constatar, la distancia entre la tumba de la Resurrección y el Gólgota
es muy breve. Del mismo modo, nosotros esperamos que, gracias a la oración de la Iglesia,
y con el compromiso de la comunidad internacional y la acción de todos los hombres
de buena voluntad, la llegada de la paz y de la justicia no permanezca lejos de nuestras
cruces cotidianas”.
Esta última jornada del Papa en Tierra Santa fue
sumamente apretada. Tanto es así, que precedentemente, mantuvo un breve encuentro
ecuménico en el cercano patriarcado greco-ortodoxo de Jerusalén, donde fue acogido
por Su Beatitud, Teófilo III, quien lo acompañó a la sala del Trono, donde lo esperaban
las distintas comunidades cristianas. Benedicto XVI destacó que en los últimos decenios
se ha experimentado un significativo desarrollo en las relaciones entre la Iglesia
católica y la Iglesia apostólica Armenia. Y expresó su aprecio por el compromiso decidido
de esta última de proseguir su camino en el diálogo teológico.
Desde
Tierra Santa, María Fernanda Bernasconi, Radio Vaticano.