2009-05-14 11:17:57

Una jornada cargada de simbolismos


Miércoles, 13 may (RV).- Una jornada cargada de simbolismos. La triste Palestina estuvo de fiesta, a pesar del dolor en que vive, por la llegada del Pastor que no olvida a los hijos, y especialmente a los hijos que sufren, a los padecen la humillación de no poder vivir aún de modo soberano, en su propia tierra.

Crónica desde Jerusalén RealAudioMP3



El Papa visitó, defendió, consoló y confirmó en la fe a los cristianos que viven en esta parte de Tierra Santa, del tercer Estado, en realidad, que recorre durante esta peregrinación, tras haber visitado ya Jordania y la Ciudad Santa en Israel, donde, por otra parte, durante estos días Benedicto XVI pernocta en la delegación apostólica de Jerusalén.

Benedicto XVI recibió hoy -durante el almuerzo compartido con los ordinarios de Tierra Santa y la comunidad de los franciscanos en el convento Casa Nova de Belén- el regalo por excelencia de este pequeño rincón del mundo. Lo realizan los artesanos de esta minúscula ciudad del planeta, tan pequeña, podríamos decir, como la cantidad de levadura que necesita la masa que se convertirá en pan. Y lo hacen con gran habilidad y realismo: el Papa recibió el don de un pesebre. Tallado a mano. Hecho con la cálida madera veteada que da el olivo…

Antes de visitar el hospital pediátrico de la Cáritas de Belén -donde Benedicto XVI tuvo en sus brazos a un niño nacido prematuro- y a cuya institución, fundada hace poco más de 30 años, regaló un respirador para estos pequeños que nacen antes de tiempo; el Papa se arrodilló ante la gruta de la Natividad, donde permaneció un momento en oración. Pocas personas asistieron a este acto de devoción privado, entre los cuales algunos hermanos ortodoxos.

La Iglesia de la Natividad es la Iglesia cristiana más antigua del mundo. Durante la invasión persa en el lejano año 614, mientras las demás iglesias construidas durante el reinado del Emperador Constantino iban siendo sistemáticamente arrasadas, ésta fue la única que se salvó. Tanto el interior como el exterior en esta Iglesia fueron renovados por el Emperador Justiniano al comienzo del siglo VI, y posteriormente restaurados por los Cruzados. Desde 1333 los franciscanos tienen el permiso de residir y rezar en la ella. Esta iglesia de la Natividad, junto con la del Santo Sepulcro se encuentran bajo el 'Status Quo', por lo que son administradas conjuntamente por los franciscanos que son latinos, los griegos y las Comunidades Ortodoxas Armenias.

Es posible sentirse desconcertado cuando uno entra en esta iglesia a través de un pequeño pasaje. Es un lugar lleno de personas procedentes de todas partes del mundo. Hemos visto grupos de peregrinos católicos indios rezar con gran devoción delante del lugar en que nació Jesús, tras hacer, pacientemente, una casi interminable fila. Según el momento de la jornada, un hermano ortodoxo, vestido todo de negro, con el pelo largo recogido, entrega una estampita a cada peregrino que se levanta tras haberse arrodillado debajo del altar de la Natividad sobre la estrella de plata que recuerda el momento que, hace veinte siglos, cambió para siempre la historia de la humanidad.

Hay que estar aquí para experimentar lo difícil que es comprender que las iglesias estén divididas, incluso en su administración, porque paradójicamente, no parece reinar un clima de amor, sino tan sólo de tolerancia. Verdaderamente el Cuerpo de Cristo sigue aún seccionado.

Tal como lo subrayó el portavoz vaticano, el mensaje del Papa en esta tierra está claramente orientado a la paz y a la superación de las divisiones. Antes de despedirse de los territorios palestinos y de su presidente, el Santo Padre visitó el campo de refugiados de Aida. Aquí Benedicto XVI saludó personalmente a tres niños cuyos padres están en prisión, algunos en espera aún de que comience su juicio por parte de las autoridades israelíes, quienes entregaron al Papa unas cartas.

El pueblo de Aida ofreció al Pontífice una estola llamada “del regreso”, realizada por un diseñador palestino con diversos símbolos que incluyen las dos llaves que representan a las personas que tienen la autoridad de reclamar las casas que la ocupación ha quitado al pueblo palestino. Por eso han preferido, entregárselas simbólicamente al Papa, que como Pedro, recibió las llaves para gobernar la Iglesia. Entre los símbolos de la bonita estola, también está la estrella de la natividad.

También un joven víctima de la guerra entregó al Papa un trozo de roca labrada de la ciudad palestina de Tiberíades donde Jesús dijo la conocida frase “Tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré la Iglesia”. La fiesta de alegría también cedió paso a la dramática proclamación de una niña y una joven que, en árabe, se hicieron intérpretes del dolor de su pueblo.

El presidente Mahmoud Abbas agradeció el gesto generoso del Papa de haber visitado este campo de Aida, como tantos otros que existen desde 1948 dando origen a la diáspora. Generación tras generación –dijo– las personas nacieron y crecieron en estos campos, sin los más elementales derechos. Y recordó, agradecido, el histórica encuentro de Yasir Arafat con Juan Pablo II en 1982, que tocó el corazón de tantos creyentes en la paz y en la justicia en todo el mundo, contra quienes pretenden borrar la memoria de Palestina.



Desde Tierra Santa, María Fernanda Bernasconi, Radio Vaticano.








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