Miércoles, 13 may (RV).- Una jornada cargada de simbolismos. La triste Palestina estuvo
de fiesta, a pesar del dolor en que vive, por la llegada del Pastor que no olvida
a los hijos, y especialmente a los hijos que sufren, a los padecen la humillación
de no poder vivir aún de modo soberano, en su propia tierra.
Crónica
desde Jerusalén
El
Papa visitó, defendió, consoló y confirmó en la fe a los cristianos que viven en esta
parte de Tierra Santa, del tercer Estado, en realidad, que recorre durante esta peregrinación,
tras haber visitado ya Jordania y la Ciudad Santa en Israel, donde, por otra parte,
durante estos días Benedicto XVI pernocta en la delegación apostólica de Jerusalén.
Benedicto
XVI recibió hoy -durante el almuerzo compartido con los ordinarios de Tierra Santa
y la comunidad de los franciscanos en el convento Casa Nova de Belén- el regalo por
excelencia de este pequeño rincón del mundo. Lo realizan los artesanos de esta minúscula
ciudad del planeta, tan pequeña, podríamos decir, como la cantidad de levadura que
necesita la masa que se convertirá en pan. Y lo hacen con gran habilidad y realismo:
el Papa recibió el don de un pesebre. Tallado a mano. Hecho con la cálida madera veteada
que da el olivo…
Antes de visitar el hospital pediátrico de la Cáritas de Belén
-donde Benedicto XVI tuvo en sus brazos a un niño nacido prematuro- y a cuya institución,
fundada hace poco más de 30 años, regaló un respirador para estos pequeños que nacen
antes de tiempo; el Papa se arrodilló ante la gruta de la Natividad, donde permaneció
un momento en oración. Pocas personas asistieron a este acto de devoción privado,
entre los cuales algunos hermanos ortodoxos.
La Iglesia de la Natividad es
la Iglesia cristiana más antigua del mundo. Durante la invasión persa en el lejano
año 614, mientras las demás iglesias construidas durante el reinado del Emperador
Constantino iban siendo sistemáticamente arrasadas, ésta fue la única que se salvó.
Tanto el interior como el exterior en esta Iglesia fueron renovados por el Emperador
Justiniano al comienzo del siglo VI, y posteriormente restaurados por los Cruzados.
Desde 1333 los franciscanos tienen el permiso de residir y rezar en la ella. Esta
iglesia de la Natividad, junto con la del Santo Sepulcro se encuentran bajo el 'Status
Quo', por lo que son administradas conjuntamente por los franciscanos que son latinos,
los griegos y las Comunidades Ortodoxas Armenias.
Es posible sentirse desconcertado
cuando uno entra en esta iglesia a través de un pequeño pasaje. Es un lugar lleno
de personas procedentes de todas partes del mundo. Hemos visto grupos de peregrinos
católicos indios rezar con gran devoción delante del lugar en que nació Jesús, tras
hacer, pacientemente, una casi interminable fila. Según el momento de la jornada,
un hermano ortodoxo, vestido todo de negro, con el pelo largo recogido, entrega una
estampita a cada peregrino que se levanta tras haberse arrodillado debajo del altar
de la Natividad sobre la estrella de plata que recuerda el momento que, hace veinte
siglos, cambió para siempre la historia de la humanidad.
Hay que estar aquí
para experimentar lo difícil que es comprender que las iglesias estén divididas, incluso
en su administración, porque paradójicamente, no parece reinar un clima de amor, sino
tan sólo de tolerancia. Verdaderamente el Cuerpo de Cristo sigue aún seccionado.
Tal
como lo subrayó el portavoz vaticano, el mensaje del Papa en esta tierra está claramente
orientado a la paz y a la superación de las divisiones. Antes de despedirse de los
territorios palestinos y de su presidente, el Santo Padre visitó el campo de refugiados
de Aida. Aquí Benedicto XVI saludó personalmente a tres niños cuyos padres están en
prisión, algunos en espera aún de que comience su juicio por parte de las autoridades
israelíes, quienes entregaron al Papa unas cartas.
El pueblo de Aida ofreció
al Pontífice una estola llamada “del regreso”, realizada por un diseñador palestino
con diversos símbolos que incluyen las dos llaves que representan a las personas que
tienen la autoridad de reclamar las casas que la ocupación ha quitado al pueblo palestino.
Por eso han preferido, entregárselas simbólicamente al Papa, que como Pedro, recibió
las llaves para gobernar la Iglesia. Entre los símbolos de la bonita estola, también
está la estrella de la natividad.
También un joven víctima de la guerra entregó
al Papa un trozo de roca labrada de la ciudad palestina de Tiberíades donde Jesús
dijo la conocida frase “Tú eres Pedro y sobre esta piedra construiré la Iglesia”.
La fiesta de alegría también cedió paso a la dramática proclamación de una niña y
una joven que, en árabe, se hicieron intérpretes del dolor de su pueblo.
El
presidente Mahmoud Abbas agradeció el gesto generoso del Papa de haber visitado este
campo de Aida, como tantos otros que existen desde 1948 dando origen a la diáspora.
Generación tras generación –dijo– las personas nacieron y crecieron en estos campos,
sin los más elementales derechos. Y recordó, agradecido, el histórica encuentro de
Yasir Arafat con Juan Pablo II en 1982, que tocó el corazón de tantos creyentes en
la paz y en la justicia en todo el mundo, contra quienes pretenden borrar la memoria
de Palestina.
Desde Tierra Santa, María Fernanda Bernasconi, Radio
Vaticano.