Benedicto XVI invita a los líderes religiosos a salvaguardar a los niños del fanatismo
y de la violencia, mientras los preparamos a ser los constructores de un mundo mejor
Jueves, 14 may (RV).- En el Santuario de la Anunciación, donde María recibió el anuncio
del Ángel y dio su “si” al designio de Dios, Benedicto XVI habló a los jefes religiosos
de Galilea del don divino de la creación y de la paz que no se obtiene haciendo “con
el mundo todo aquello que nos place, sino conformando “nuestras decisiones a las complejas
y todavía perceptibles leyes escritas por el Creador del universo”.
El Santo
Padre, en su discurso al numeroso grupo líderes cristianos, musulmanes, judíos, drusos
y otras personalidades religiosas, subrayó que “la convicción de que el mundo es un
don de Dios y que Dios ha entrado en las vicisitudes y en los eventos de la historia
humana, es la perspectiva desde la cual los cristianos ven que la creación tiene una
razón y un fin”, pues el mundo no es un hecho casual sino que ha sido querido por
Dios, al igual que el don de la paz.
“En el corazón de toda tradición religiosa
– explicó el Papa- se encuentra la convicción de que la paz misma es un don de Dios,
aunque no se pueda alcanzar sin el esfuerzo humano. Una paz duradera proviene del
reconocimiento de que el mundo no es nuestra propiedad, si no más bien el horizonte
en el cual estamos invitados a participar del amor de Dios y a cooperar en guiar el
mundo y la historia bajo su inspiración”.
Benedicto XVI subrayó que Galilea
es una tierra conocida por su heterogeneidad étnica y religiosa que conoce bien los
esfuerzos exigidos para vivir en armónica coexistencia. “Nuestras diversas tradiciones
religiosas- agregó el Papa- tienen en si un potencial notable para promover una cultura
de la paz, especialmente a través la enseñanza y la predicación de los valores espirituales
más profundos de nuestra común humanidad.
En este contexto, el Santo Padre
recordó que moldeando los corazones de los jóvenes, moldeamos el futuro de la humanidad,
y por ello, invitó a los líderes religiosos “salvaguardar a los niños del fanatismo
y de la violencia, mientras los preparamos a ser los constructores de un mundo mejor”.
Al
agradecer la calurosa acogida que estas comunidades religiosas ofrecen a los numerosos
peregrinos que visitan Galilea, el Papa los invitó a continuar ejercitando “el respeto
recíproco mientras se empeñan en aliviar las tensiones concernientes a los lugares
de culto, garantizando así a un ambiente sereno para la oración y la meditación en
toda Galilea”.
El Papa concluyó su discurso asegurando que la Iglesia Católica
está comprometida en contribuir junto a las diversas tradiciones religiosas, a la
mejora de la sociedad y en testimoniar los valores religiosos y espirituales que ayuden
a sustentar la vida pública. “Cooperando con hombres y mujeres de buena voluntad –dijo
el Pontífice-ella buscará asegurar que la luz de la verdad, de la paz y de la bondad
continúe resplandeciendo desde Galilea, y guíe a las personas del mundo entero a buscar
todo aquello que promueve la unidad de la familia humana.
SALUDO
COMPLETO
Queridos Amigos,
Estoy agradecido
por las palabras de bienvenida del obispo Giacinto –Boulos Marcuzzo y por su calurosa
acogida, saludo cordialmente a los líderes de las diversas comunidades presentes,
que comprenden Cristianos Musulmanes, Judíos, Drusos y otros personas religiosos.
Siento como una particular bendición el poder visitar esta ciudad,
venerada por los cristianos, como el lugar donde el Ángel anunció a la virgen Maria
que habría concebido por obra del Espíritu Santo. Aquí también José, su prometido,
vio al Ángel en sueños y le fue indicado de llamar al niño “Jesús”. Luego de estos
maravillosos eventos que acompañaron su nacimiento, el niño fue traído a esta ciudad
por José y Maria donde “crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia
de Dios estaba sobre él” (Lc 2,40).
La convicción de que el mundo es
un don de Dios y que Dios ha entrado en las vicisitudes y en los eventos de la historia
humana, es la perspectiva desde la cual los cristianos ven que la creación tiene una
razón y un fin. Lejos de ser el resultado de un hecho casual, el mundo ha sido querido
por Dios, y revela su glorioso esplendor.
En el corazón de toda tradición
religiosa se encuentra la convicción de que la paz misma es un don de Dios, aunque
no se pueda alcanzar sin el esfuerzo humano. Una paz duradera proviene del reconocimiento
de que el mundo no es nuestra propiedad, si no más bien el horizonte en el cual estamos
invitados a participar del amor de Dios y a cooperar en guiar el mundo y la historia
bajo su inspiración. No podemos hacer con el mundo todo aquello que nos place; es
más, estamos llamados a conformar nuestras decisiones a las complejas y todavía perceptibles
leyes escritas por el Creador en el universo y a modelar nuestras acciones según la
bondad divina que rebosa el reino de lo creado.
Galilea, una tierra
conocida por su heterogeneidad étnica y religiosa, es la casa de un pueblo que conoce
bien los esfuerzos exigidos para vivir en armónica coexistencia. Nuestras diversas
tradiciones religiosas tienen en si un potencial notable para promover de una cultura
de la paz, especialmente a través la enseñanza y la predicación de los valores espirituales
más profundos de nuestra común humanidad. Moldeando los corazones de los jóvenes,
moldeamos el futuro de la humanidad. De buen ánimo los cristianos se unen a los judíos,
musulmanes, drusos y gentes de otras religiones en el deseo de salvaguardar a los
niños del fanatismo y de la violencia, mientras los preparamos a ser los constructores
de un mundo mejor.
Queridos amigos míos, sé que acogen con gozo y con
el saludo de la paz a los numerosos peregrinos que llegan a Galilea. Les invito a
que continúen ejercitando el respeto recíproco mientras se empeñan en aliviar las
tensiones concernientes a los lugares de culto, garantizando así a un ambiente sereno
para la oración y la meditación, aquí y en toda Galilea. Representando diversas tradiciones
religiosas, compartan el deseo común de contribuir a la mejora de la sociedad y de
testimoniar así los valores religiosos y espirituales que ayuden a sustentar la vida
pública. Les aseguro que la Iglesia Católica está comprometida en participar en esta
noble empresa. Cooperando con hombres y mujeres de buena voluntad, ella buscará asegurar
que la luz de la verdad, de la paz y de la bondad continúe resplandeciendo desde Galilea,
y guíe a las personas del mundo entero a buscar todo aquello que promueve la unidad
de la familia humana. ¡Que Dios los bendiga a todos!