El Papa visita un centro de rehabilitación para discapacitados y reitera que la intención
de su peregrinación es orar por el don de la paz y la unidad, a la que puede contribuir
el testimonio de dolor, de compasión y de determinación en superar los obstáculos
Viernes, 8 may (RV).- La primera etapa de la peregrinación del Santo Padre ha sido
la visita al Centro “Regina Pacis” de Ammán, un centro católico de rehabilitación
para discapacitados. El Papa ha sido acogido por Mons. Salim Sayegh, vicario patriarcal
latino para Jordania, que es el fundador de este centro humanitario que se acaba de
inaugurar y que se propone también la reinserción social de los discapacitados.
En
el discurso que ha pronunciado ante unas 600 personas la mayoría, jóvenes y agentes
sanitarios del centro, el Papa ha insistido que como innumerables miles de peregrinos
ahora es él quien viene a tocar, a venerar y a obtener consuelo de los lugares donde
Jesús vivió y que fueron santificados por su presencia. Desde los tiempos apostólicos,
Jerusalén ha sido el principal lugar de peregrinación para los cristianos, pero aún
antes que eso sucediera, los pueblos semitas construyeron aquí lugares para indicar
y conmemorar una presencia o una acción divina”. Traían una parte de los frutos de
su tierra, sus animales para ofrecerlo como ofrenda y en homenaje y gratitud”. “Todos
somos peregrinos” en nuestras vidas. “Estamos proyectados hacia delante, con determinación
en la vía de Dios.
El Pontífice pensando en los pacientes, ha dicho que sabía
que el viaje que ha conducido a muchos de ellos al Centro Regina Pacis ha estado marcado
por el sufrimiento y la consternación. Algunos de vosotros habéis luchado valientemente
con formas de discapacidad, otros habéis tenido que soportar el rechazo y otros habéis
llegado a este centro de paz simplemente para encontrar un remanso de paz y de apoyo.
El Santo Padre ha señalado que la “importancia” de este centro radica en “el promover
y encontrar el justo lugar del discapacitado en la sociedad y asegurarle un adecuada
integración”.
“Queridos amigos, al contrario de los peregrinos del pasado,
yo no he llegado trayendo regalos u ofrendas. He venido simplemente con una intención
y una esperanza: orar por el regalo precioso de la unidad y de la paz, especialmente
en Oriente Medio. La paz para los individuos, para los padres y los hijos, para la
comunidad. Paz para Jerusalén, Tierra Santa, para toda la región, paz para la entera
familia humana. Una paz duradera, generada por la justicia, por la integración y por
la compasión. La paz que surge de humildad, del perdón y del profundo deseo de vivir
en armonía como en una única realidad”.
“Vuestra experiencia del dolor, vuestro
testimonio a favor de la compasión, vuestra determinación en superar los obstáculos
-ha proseguido el Papa, dirigiéndose a los jóvenes laicos- me animan a creer que el
sufrimiento puede mejorar las cosas”. “Estando junto a los otros, compartiendo su
sufrimiento, percibimos la esencia de nuestra humanidad, somos más humanos”. El Papa
ha exhortado “a rezar cada día por nuestro mundo”. A rezar por su peregrinación y
por la conversión de los corazones, para que la esperanza por la unidad y la paz en
el mundo traigan frutos abundantes”.