Audiencia general: poco antes de su peregrinación a Tierra Santa, Benedicto XVI dirige
un mensaje especial a las poblaciones jordanas, israelíes y palestinas, y una invitación
a orar juntos para ser pueblos de esperanza
Miércoles, 6 may (RV).- Al final de su audiencia general de esta mañana Benedicto
XVI quiso recordar a los 20 mil fieles reunidos en la Plaza de San Pedro, que pasado
mañana partirá para Tierra Santa. “Por ello –les dijo- quiero dirigir un mensaje especial
a las poblaciones jordanas, israelíes y palestinas.
“Queridos amigos, este
viernes dejaré Roma para cumplir mi Visita Apostólica a Jordania, Israel y Territorios
Palestinos. Deseo esta mañana aprovechar la oportunidad para dirigirme a los pueblos
de aquellas regiones”.
El Santo Padre dijo esperar con impaciencia compartir
con aquellos pueblos sus aspiraciones y esperanzas, así como los sufrimientos. “Vendré
entre ustedes como peregrino de paz”, recordó el Pontífice para explicar que inicialmente
visitará los lugares santos de la vida de Jesús, y rezar en ellos por la paz y la
unidad.
Aludiendo a la nutrida agenda de 8 días de permanencia en Tierra Santa,
que contempla encuentros de carácter religioso, pero también de carácter civil, Benedicto
XVI se refirió a las reuniones con los representantes de las comunidades musulmanas
y judías con quienes se mantiene diálogo e intercambio cultural. Un saludo especial
ha sido dirigido a los católicos de la región, a ellos les ha pedido que lo acompañen
en la oración para que esta visita próxima a realizarse del 8 al 15 de mayo, pueda
fructificar en la vida espiritual y civil de los habitantes en Tierra Santa.
El
saludo especial que Su Santidad dirigió a los pueblos de Jordania, Israel y Palestina
(pronunciado en inglés al final de la Audiencia General de esta mañana), concluye
con una invitación: “Tal vez podemos orar juntos a Dios para que nos bendiga, tal
vez podemos ser, juntos pueblos de esperanza. Tal vez, concluye el Papa su mensaje,
podemos ser firmes en nuestros deseos y esfuerzos por la paz”.
Esta mañana
en la audiencia general del Santo Padre en la Plaza de San Pedro -la decimocuarta
de este año- participaron 20 mil fieles y peregrinos de 22 diversas naciones, entre
ellas España, México Ecuador, Argentina, Portugal y Brasil. También se encontraban
presentes numerosas delegaciones religiosas, a saber las Misioneras Clarisas del Santísimo
Sacramento reunidas en Capítulo General, las religiosas participantes en el encuentro
del USMI, Unión de Superioras Mayores de Italia, organismo de derecho pontificio constituido
mediante decreto de la congregación para los institutos de vida consagrada y sociedades
de vida apostólica. Un grupo de monjas benedictinas de la Adoración Perpetua del Santísimo
Sacramento, las Hijas de Santa María de la Divina Providencia y un grupo de novicias
salesianas.
Benedicto XVI dedicó el tema de su catequesis de hoy a la figura
de San Juan Damasceno, de particular relevancia en la teología bizantina y testigo
presencial del tránsito de la cultura cristiana griega y siria.
Este ha sido
el resumen de la catequesis que el Papa pronunció en nuestro idioma, seguida por los
saludos a los fieles provenientes de España y el continente americano.
Queridos
hermanos y hermanas:
San Juan Damasceno, figura importante en la teología
bizantina, fue, sobre todo, testigo ocular del tránsito de la cultura cristiana griega
y siria, característica de la parte oriental del Imperio bizantino, al mundo islámico,
que se abría paso a través de conquistas militares en el territorio que hoy se conoce
como Medio y Cercano Oriente. San Juan Damasceno nació en una rica familia cristiana
y, siendo joven, se ocupó de las finanzas del califato. No satisfecho de ese tipo
de vida, en torno al año setecientos, ingresó en el monasterio de San Saba, cerca
de Jerusalén. Allí se dedicó con todas sus fuerzas a la ascesis y a la literatura,
así como a la actividad pastoral, como se puede ver por las numerosas homilías que
conservamos de él. El Papa León Trece lo proclamó doctor de la Iglesia universal en
mil ochocientos noventa. San Juan Damasceno es recordado, entre otras cosas, por sus
tres discursos contra los que calumnian las santas imágenes, en los que aparecen los
primeros intentos de legitimar la veneración de las imágenes sagradas, vinculándolas
con el misterio de la encarnación del Hijo de Dios en el seno de la Virgen María.
Insistió también en su magisterio en la veneración de las reliquias de los santos.
Saludo
con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los participantes
en el vigésimo segundo curso de actualización sacerdotal organizado por el Pontificio
Colegio Español de San José de Roma, así como a los demás grupos procedentes de España,
México, Ecuador, Argentina y otros países latinoamericanos. Que, animados por la intercesión
y la presencia alentadora de los santos, demos testimonio del Evangelio de palabra
y con la propia vida. Muchas gracias.
Al dirigirse a las Religiosas de
la Unión de Superioras Mayores de Italia, el Papa les aseguró su oración a fin de
que el Espíritu del resucitado les permita discernir los signos de los tiempos, para
dar testimonio fiel y gozoso del evangelio.
Hablando a los numerosos médicos
católicos presentes en la audiencia, el Papa les recordó que su obra, se coloca al
servicio del ser humano desde su concepción hasta su muerte natural, auspiciándoles
que ésta pueda ser siempre elocuente testimonio de solidaridad humana y cristiana.
“Prosigan con generosidad –les dijo- con su valioso servicio a la vida, valor fundamental
en el cual se reflejan la sabiduría y el amor de Dios y que su trabajo, concluyó diciendo
el Santo Padre a los médicos católicos, sea enriquecido cada día por un profundo espíritu
de fe y animado por la fidelidad y la coherencia con los principios que deben inspirar
la actividad de cada médico.
Al saludar a los jóvenes, enfermos y recién casados,
el Papa recordó que mayo es el mes que el pueblo cristiano dedica en modo especial
a la Madre de Señor.
Queridos jóvenes, les dijo el Papa, los invito a colocarse
en la escuela de María para aprender a amar a Dios sobre toda cosa y estar siempre
preparados para cumplir su voluntad. La contemplación de la Virgen de los Dolores
ayude a los queridos enfermos a mirar con fe el misterio del dolor, capturando el
valor salvífico escondido en cada Cruz. Benedicto XVI confió a los queridos recién
casados a la materna protección de la Virgen, para que puedan vivir al interno de
la propia familia el clima de oración y de amor de la casa de Nazaret.