2009-05-04 14:52:19

Benedicto XVI denuncia como tragedia vergonzosa que en el mundo actual un quinto de la humanidad todavía padezca hambre


Lunes, 4 may (RV).- Al saludar a sus hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, junto a los demás prelados participantes en la asamblea plenaria de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales, el Papa manifestó su satisfacción por este encuentro durante el que les expresó su estímulo para proseguir su misión de exponer y fomentar la doctrina social de la Iglesia en las áreas de la ley, de la economía, de las políticas y de las demás ciencias sociales. Y al agradecer a la profesora Mary Ann Glendon por sus cordiales palabras de saludo, el obispo de Roma le aseguró sus oraciones para que su labor siga cosechando frutos en el ámbito de la enseñanza social de la Iglesia en un mundo que cambia rápidamente.



El Papa destacó que tras estudiar temas como el trabajo, la democracia, la globalización, la solidaridad y la subsidiariedad en lo referente a la enseñanza social de la Iglesia, ahora han elegido volver a la cuestión central de la dignidad de la persona humana y de los derechos humanos, para llegar a un punto de encuentro entre la doctrina social de la Iglesia y la sociedad contemporánea. Al respecto Benedicto XVI afirmó que las grandes religiones y las filosofías del mundo han iluminado algunos aspectos de estos derechos humanos que se expresan sucintamente en “la regla de oro” que se encuentra en el Evangelio: “Todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos”.



Y añadió que la Iglesia ha afirmado siempre que los derechos fundamentales, más allá de las diversas maneras en que se formulan, deben ser mantenidos con el reconocimiento universal acordado, porque son inherentes a la misma naturaleza del hombre, que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios. Por esta razón, el Papa agregó que si todos los seres humanos son creados a imagen y semejanza de Dios, entonces comparten una naturaleza común que los une. De hecho –prosiguió- la Iglesia, asimilando la enseñanza de Cristo, considera a la persona como “la más digna de la naturaleza” (St. Thomas Aquinas, De potentia, 9, 3) y ha enseñado que el orden ético y político que gobierna las relaciones entre las personas encuentra su origen en la misma estructura del ser del hombre.



Entre otras cosas, el Pontífice destacó el hecho de que el descubrimiento de América y las discusiones antropológicas que se abrieron en los siglos XVI y XVI condujeron en Europa a un conocimiento mayor de los derechos humanos como tales y a su universalidad (Gentium del ius). Y recordó que en el medio siglo transcurrido, después del enorme sufrimiento causado por las dos terribles guerras mundiales y por los crímenes perpetrados por ideologías totalitarias, la comunidad internacional adquirió un nuevo sistema de derecho internacional, basado en los derechos humanos. Asimismo no dejó de señalar que conforme a este principio actuó su predecesor, el Papa Benedicto XV, quien invitó en su época a las beligerancias de la primera guerra mundial a “transformar la fuerza material en fuerza de la ley moral” (1 de agosto de 1917).



El Santo Padre también recordó que los derechos humanos se convirtieron en el punto de referencia de una ética universal compartida -por lo menos en el nivel de la aspiración- para la mayor parte de la humanidad. Y agregó que el concilio Vaticano II, en su declaración Dignitatis humanae, y también sus predecesores Pablo VI y Juan Pablo II, se refirieron ampliamente al derecho a la vida y a la libertad de conciencia y de religión por formar parte de los mismos derechos de la naturaleza humana. Los derechos humanos –dijo más adelante Benedicto XVI-, se arraigan en última instancia en la participación de Dios, que ha creado a cada persona humana con inteligencia y libertad. Y afirmó que si se hace caso omiso a una sólida base ética y política, los derechos humanos siguen siendo frágiles puesto que se los priva de su fundamento.



De ahí que la acción de la Iglesia en la promoción de los derechos humanos sea apoyada por la reflexión racional, de manera que estos derechos puedan presentarse a toda la gente de buena voluntad, independientemente de su pertenencia religiosa. Entre los problemas sociales más críticos de las décadas recientes, el obispo de Roma aludió a la globalización y a la actual crisis económica. Y al destacar que para los cristianos que regularmente piden a Dios “danos el pan de cada día”, sigue siendo una tragedia vergonzosa que un quinto de la humanidad todavía padezca hambre.



Antes de despedirse de estos estimados académicos participantes en la asamblea plenaria de la pontificia Academia de las ciencias sociales, y de impartirles su bendición apostólica, el Santo Padre afirmó que asegurar un suministro de alimentos adecuado, así como la protección de recursos vitales tales como agua y energía, requiere la atención de todos los líderes internacionales para que colaboren trabajando con buena fe, por el respeto del derecho natural y promuevan la solidaridad y la subsidiaridad en las regiones afectadas y con la gente más débil del planeta como una estrategia más eficaz para eliminar las desigualdades sociales entre los países y las sociedades y para aumentar la seguridad global.








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