Sábado, 2 may (RV).- “Papas peregrinos”. Este es el titular del Octava dies que esta
semana nos propone el Director General de Radio Vaticano, el padre Federico Lombardi.
El
día de salida de Benedicto XVI hacia Tierra Santa es ya inminente. El viaje más esperado
y posiblemente el más comprometido hasta ahora de su pontificado. Viaje de fe ante
todo, viaje que más que cualquier otro es verdaderamente de peregrinación: a los lugares
más santos de la historia de la salvación y sobre todo de la encarnación, pasión,
muerte y resurrección de Jesucristo, Hijo de Dios.
El deseo espiritual de todo
cristiano, se ha convertido en espontánea prioridad para los pontífices desde que
sus viajes internacionales se han convertido en una posibilidad concreta. No fue casualidad
que precisamente la peregrinación a Tierra Santa de Pablo VI fuera el primero de todos
estos viajes. Fue un momento verdaderamente histórico y de gracia para la Iglesia
católica que celebraba el Concilio, para el camino del ecumenismo con el encuentro
con el Patriarca Atenágoras, y para la invocación de la paz entre los pueblos de la
región y del mundo.
Juan Pablo II tuvo que esperar mucho tiempo antes de cumplir
el deseo de esta peregrinación, pero después tuvo la alegría de realizarla con serenidad,
en el corazón del gran Jubileo, verdadero culmen de su gran pontificado, con momentos
de oración de intensidad sublime y con gestos memorables de amistad y cercanía con
los pueblos judío y palestino y con sus sufrimientos pasados y contemporáneos.
Ahora
es la vez del Papa Benedicto. Sabemos que es muy incierta la situación política en
el área, y también las perspectivas de pacificación son frágiles. Pero el Papa se
pone en camino igualmente, con una valentía admirable que se funda en la fe, para
hablar de reconciliación y de paz. Todos le debemos acompañar no sólo con la oración
ordinaria, sino también con aquella movilización espiritual que Juan Pablo II llamaba
la “gran oración”. Para que la Iglesia se renueve en sus manantiales, para que la
unión entre los cristianos se acerque, y el odio deje por fin el paso a la reconciliación.