2009-04-28 15:56:08

Gratitud del Papa a cuantos se han dedicado a asistir a las víctimas del terremoto, porque la solidaridad es un sentimiento que "mide la madurez de una sociedad”, pero como comunidad civil es necesario un examen de conciencia para que “el nivel de las responsabilidades nunca falle”


Martes, 28 abr (RV).- En Coppito, Benedicto XVI se ha reunido con la población de L’Aquila, la capital de esta región, saludando al arzobispo, Mons. Giuseppe Molinari, y a todas las autoridades civiles y militares presentes. El Papa ha expresado su profunda gratitud también a todos los que, desde el primer momento, se volcaron para socorrer a las víctimas. Como los miembros de la Protección Civil, de los bomberos, de la Cruz Roja y los incontables voluntarios.

«Gracias por lo que habéis hecho y sobre todo por el amor con el que lo habéis hecho. Gracias por el ejemplo que habéis dado. Proseguid unidos y bien coordinados, para poder actuar cuanto antes soluciones eficaces para quienes viven hoy en tiendas. Lo deseo de corazón y rezo por ello».

Empezando su visita en Onna, tan fuertemente golpeada por el sismo y pensando en las otras comunidades tristemente damnificadas, Benedicto XVI ha dicho que lleva en su corazón a todas las «víctimas de este catástrofe»: los niños, jóvenes, adultos y ancianos, tanto de esta región como de otros lugares de Italia y de otras naciones.

Señalando luego que - en el momento de oración en la Basílica de Collemaggio, para venerar las reliquias de san Celestino V - ha encontrado el corazón herido de esta ciudad, el Pontífice ha querido rendir homenaje a la historia y a la fe de esta tierra. Y como signo de su participación espiritual, sobre la urna de este santo Papa, Benedicto XVI ha dejado el Palio que le fue impuesto, hace cuatro años, el día del inicio de su Pontificado.

«Me ha conmovido profundamente rezar ante la Casa del Estudiante, donde tantas jóvenes vidas han sido sesgadas por la violencia del sismo. Cruzando la ciudad me he dado cuenta aún más de cuán graves han sido las consecuencias del terremoto».

En la Plaza ante la Escuela de la Guardia de Finanza, que funciona como cuartel general de toda la obra de socorro, donde se celebraron las exequias de los fallecidos en esta tragedia, presididas por su cardenal Secretario de Estado, el Santo Padre ha recordado que esta visita suya, que anheló desde el primer momento, quiere manifestar su cercanía y la fraternal solidaridad de toda la Iglesia.

«En efecto, como comunidad cristiana, constituimos un solo cuerpo espiritual y si una parte sufre, también las otras partes sufren con ella. Y si una parte se esfuerza en resurgir, todas participan en su esfuerzo. Deseo deciros que me han llegado, de tantas partes de todo el mundo, manifestaciones de solidaridad hacia vosotros. Numerosas altas personalidades de las iglesias ortodoxas me han escrito para asegurar su oración y cercanía espiritual, enviando también ayuda económica».

Una vez más, Benedicto XVI ha subrayado el valor y la importancia de la solidaridad: «La solidaridad es un sentimiento altamente cívico y cristiano y mide la madurez de una sociedad».

En la práctica se manifiesta en la obra de socorro, pero no es sólo una eficiente máquina organizativa. Hay un alma, una pasión, que deriva de la gran historia civil y cristiana de vuestro pueblo, tanto si proviene de las instituciones como del voluntariado, ha destacado el Papa, añadiendo su homenaje a esta importante obra de los socorristas.

Ante el trágico suceso del terremoto, que invita a la comunidad civil y a la Iglesia a una profunda reflexión, Benedicto XVI ha señalado que hemos vivido la Pascua interrogando a la Palabra de Dios y recibiendo de ella nueva luz. Hemos celebrado la muerte y la resurrección de Cristo llevando en la mente y en el corazón el dolor de estas poblaciones y rezando para no falte a los damnificados la confianza en Dios y la esperanza.

«Pero también como comunidad civil es necesario un serio examen de conciencia con el fin de que el nivel de las responsabilidades, en todo momento, nunca falle».

«¡Con esta condición L’Aquila, aunque herida, podrá volver a volar!», ha enfatizado el Papa refiriéndose al significado del nombre de esta ciudad italiana, es decir el águila. El Santo Padre ha invitado a dirigir la mirada a la Virgen de Roio, venerada en un santuario tan entrañable para esta región, para encomendar a Nuestra Señora de la Cruz, a esta ciudad y a todos los damnificados por el terremoto. Dejándole una rosa de oro e implorando su maternal y celestial amparo, Benedicto XVI ha invitado a rezar esta oración:

¡Oh María, Madre nuestra amadísima!
Tú, que estás al lado de nuestras cruces,
así como permaneciste al lado de la de Jesús,
sustenta nuestra fe, para que aun despedazados por el dolor,
contemplemos el rostro de Cristo
en el que, en el extremo sufrimiento de la cruz,
se ha mostrado el amor inmenso y puro de Dios.
Madre de nuestra esperanza, dónanos tus ojos para ver,
más allá del sufrimiento y la muerte, la luz de la resurrección;
dónanos tu corazón para seguir, aun en la prueba, amando y sirviendo.
O María, Virgen de Roio,
¡Nuestra Señora de la Cruz, ruega por nosotros!







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