Gratitud del Papa a cuantos se han dedicado a asistir a las víctimas del terremoto,
porque la solidaridad es un sentimiento que "mide la madurez de una sociedad”, pero
como comunidad civil es necesario un examen de conciencia para que “el nivel de las
responsabilidades nunca falle”
Martes, 28 abr (RV).- En Coppito, Benedicto XVI se ha reunido con la población de
L’Aquila, la capital de esta región, saludando al arzobispo, Mons. Giuseppe Molinari,
y a todas las autoridades civiles y militares presentes. El Papa ha expresado su profunda
gratitud también a todos los que, desde el primer momento, se volcaron para socorrer
a las víctimas. Como los miembros de la Protección Civil, de los bomberos, de la Cruz
Roja y los incontables voluntarios.
«Gracias por lo que habéis hecho y sobre
todo por el amor con el que lo habéis hecho. Gracias por el ejemplo que habéis dado.
Proseguid unidos y bien coordinados, para poder actuar cuanto antes soluciones eficaces
para quienes viven hoy en tiendas. Lo deseo de corazón y rezo por ello».
Empezando
su visita en Onna, tan fuertemente golpeada por el sismo y pensando en las otras comunidades
tristemente damnificadas, Benedicto XVI ha dicho que lleva en su corazón a todas las
«víctimas de este catástrofe»: los niños, jóvenes, adultos y ancianos, tanto de esta
región como de otros lugares de Italia y de otras naciones.
Señalando luego
que - en el momento de oración en la Basílica de Collemaggio, para venerar las reliquias
de san Celestino V - ha encontrado el corazón herido de esta ciudad, el Pontífice
ha querido rendir homenaje a la historia y a la fe de esta tierra. Y como signo de
su participación espiritual, sobre la urna de este santo Papa, Benedicto XVI ha dejado
el Palio que le fue impuesto, hace cuatro años, el día del inicio de su Pontificado.
«Me ha conmovido profundamente rezar ante la Casa del Estudiante, donde tantas
jóvenes vidas han sido sesgadas por la violencia del sismo. Cruzando la ciudad me
he dado cuenta aún más de cuán graves han sido las consecuencias del terremoto».
En
la Plaza ante la Escuela de la Guardia de Finanza, que funciona como cuartel general
de toda la obra de socorro, donde se celebraron las exequias de los fallecidos en
esta tragedia, presididas por su cardenal Secretario de Estado, el Santo Padre ha
recordado que esta visita suya, que anheló desde el primer momento, quiere manifestar
su cercanía y la fraternal solidaridad de toda la Iglesia.
«En efecto, como
comunidad cristiana, constituimos un solo cuerpo espiritual y si una parte sufre,
también las otras partes sufren con ella. Y si una parte se esfuerza en resurgir,
todas participan en su esfuerzo. Deseo deciros que me han llegado, de tantas partes
de todo el mundo, manifestaciones de solidaridad hacia vosotros. Numerosas altas personalidades
de las iglesias ortodoxas me han escrito para asegurar su oración y cercanía espiritual,
enviando también ayuda económica».
Una vez más, Benedicto XVI ha subrayado
el valor y la importancia de la solidaridad: «La solidaridad es un sentimiento altamente
cívico y cristiano y mide la madurez de una sociedad».
En la práctica se manifiesta
en la obra de socorro, pero no es sólo una eficiente máquina organizativa. Hay un
alma, una pasión, que deriva de la gran historia civil y cristiana de vuestro pueblo,
tanto si proviene de las instituciones como del voluntariado, ha destacado el Papa,
añadiendo su homenaje a esta importante obra de los socorristas.
Ante el trágico
suceso del terremoto, que invita a la comunidad civil y a la Iglesia a una profunda
reflexión, Benedicto XVI ha señalado que hemos vivido la Pascua interrogando a la
Palabra de Dios y recibiendo de ella nueva luz. Hemos celebrado la muerte y la resurrección
de Cristo llevando en la mente y en el corazón el dolor de estas poblaciones y rezando
para no falte a los damnificados la confianza en Dios y la esperanza.
«Pero
también como comunidad civil es necesario un serio examen de conciencia con el fin
de que el nivel de las responsabilidades, en todo momento, nunca falle».
«¡Con
esta condición L’Aquila, aunque herida, podrá volver a volar!», ha enfatizado el Papa
refiriéndose al significado del nombre de esta ciudad italiana, es decir el águila.
El Santo Padre ha invitado a dirigir la mirada a la Virgen de Roio, venerada en un
santuario tan entrañable para esta región, para encomendar a Nuestra Señora de la
Cruz, a esta ciudad y a todos los damnificados por el terremoto. Dejándole una rosa
de oro e implorando su maternal y celestial amparo, Benedicto XVI ha invitado a rezar
esta oración:
¡Oh María, Madre nuestra amadísima! Tú, que estás al lado
de nuestras cruces, así como permaneciste al lado de la de Jesús, sustenta nuestra
fe, para que aun despedazados por el dolor, contemplemos el rostro de Cristo en
el que, en el extremo sufrimiento de la cruz, se ha mostrado el amor inmenso y
puro de Dios. Madre de nuestra esperanza, dónanos tus ojos para ver, más allá
del sufrimiento y la muerte, la luz de la resurrección; dónanos tu corazón para
seguir, aun en la prueba, amando y sirviendo. O María, Virgen de Roio, ¡Nuestra
Señora de la Cruz, ruega por nosotros!