La luz del rostro de Cristo resucitado resplandece con los cinco santos canonizados
por Benedicto XVI: Arcangelo Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa Maria Álvares
Pereira, Geltrude Comensoli y Caterina Volpicelli
Domingo, 26 abr (RV).- En este tercer domingo del tiempo pascual, en que la liturgia
nos invita, una vez más, a centrar nuestra atención “en el misterio de Cristo resucitado,
victorioso sobre el mal y sobre la muerte”, Benedicto XVI ha canonizado a cinco santos,
alentando a contemplar al “autor de la vida -que se ha inmolado por nuestros pecados
y que se sigue ofreciendo por nosotros e intercede como nuestro defensor- sacrificado
en la cruz que no muere más sino que con los signos de la pasión vive para siempre”.
El Papa ha invitado a dejarnos inundar por “el resplandor pascual que brota
de este gran misterio”, y a orar con el Salmo responsorial: “Resplandezca sobre nosotros,
Señor, la luz de tu rostro”. “La luz del rostro de Cristo resucitado -ha dicho el
Papa- resplandece hoy sobre nosotros de modo particular mediante los rasgos evangélicos
de los cinco beatos que en esta celebración se inscriben en el libro de los Santos:
Arcangelo Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa Maria Álvares Pereira, Geltrude
Comensoli y Caterina Volpicelli. Feliz me uno al homenaje que a ellos rinden los peregrinos,
aquí venidos de varias naciones, a los cuales con gran afecto dirijo un cordial saludo”.
Tras hacer hincapié en que los diversos eventos humanos y espirituales de
estos nuevos Santos nos muestran la renovación profunda que en el corazón del hombre
actúa el misterio de la resurrección de Cristo -misterio fundamental que orienta y
guía toda la historia de la salvación-, el Papa ha reiterado que la Iglesia siempre,
aún más en este tiempo pascual, “nos invita a dirigir nuestras miradas hacia Cristo
resucitado, realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía”.
Con la
página evangélica de los discípulos de Emaús y la extraordinaria experiencia de su
encuentro con el Señor, que cada comunidad revive “en la celebración eucarística
especialmente en aquella dominical”, Benedicto XVI ha recordado que, precisamente,
“la Eucaristía es la perpetua y viva herencia dejada por el Señor en el Sacramento
de su Cuerpo y de su Sangre, que debemos constantemente repensar y profundizar para
que, como afirmaba el venerado Papa Pablo VI, pueda imprimir su inagotable eficacia
sobre todos los días de nuestra vida mortal”.
“Alimentados por el Pan eucarístico
–ha subrayado el Pontífice- los santos que hoy veneramos, han llevado a cumplimiento
la propia misión de amor evangélico en los diversos campos, en los que han trabajado
con sus peculiares carismas”. Seguidamente el Pontífice ha evocando la vida y el carisma
de cada uno de estos nuevos Santos
San Arcangelo Tadini
El Santo
Padre ha destacado “las largas horas que transcurría en oración ante la Eucaristía
san Arcangelo Tadini, quien teniendo siempre presente en su ministerio pastoral a
la persona humana en su totalidad, ayudaba a sus parroquianos a crecer humana y espiritualmente”.
Este santo sacerdote italiano, dispuesto siempre a dejarse conducir por el
Espíritu Santo, sabía percibir, asimismo con plena disponibilidad, “las urgencias
del momento y encontrar una solución”. Con tal fin asumió importantes iniciativas
concretas y valientes, como la organización de la Sociedad operaria Católica del Mutuo
Socorro, la construcción de la fábrica hilandera y de la casa de asistencia para las
obreras, y la fundación, en 1900, de la Congregación de la Hermanas Operarias de la
Casa de Nazaret, con el objetivo de evangelizar el mundo del trabajo mediante la fatiga
compartida siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia.
“Cuán profética fue
la intuición carismática de Don Tadini –ha dicho el Papa- y cuán actual permanece
hoy su ejemplo, en una época de grave crisis económica. Él nos recuerda que sólo cultivando
una constante y profunda relación con el Señor -especialmente en el Sacramento de
la Eucaristía- podemos ser capaces de brindar la levadura del Evangelio a las varias
actividades laborales y a cada ámbito de nuestra sociedad”.
San Bernardo
Tolomei
“También en san Bernardo Tolomei, iniciador de un singular movimiento
monástico benedictino, se destaca el amor por la oración y por el trabajo manual”,
ha recordado el Papa, subrayando su “existencia eucarística, enteramente dedicada
a la contemplación, que se traducía en humilde servicio al prójimo”. Su humildad y
su acogida fraterna, le llevaron a ser reelegido abad por veintisiete años consecutivos,
hasta su muerte. Además, para asegurar el futuro de su obra, obtuvo de Clemente VI,
en 1344, la aprobación de su nueva Congregación benedictina llamada de Santa María
del Monte Oliveto.
Este santo, durante la epidemia de peste del año 1348, dejó
la soledad del Monte Oliveto para visitar el monasterio de san Benito en Puerta Tufi,
en Siena, y asistir a sus monjes enfermos, murió contagiado por la misma enfermedad,
“como auténtico mártir de la caridad”.
“Del ejemplo de este Santo –ha explicado
Benedicto XVI- llega a nosotros la invitación a traducir nuestra fe en una vida dedicada
a Dios en la oración y total entrega al servicio del prójimo, con el impulso de una
caridad preparada inclusive al sacrificio supremo”.
San Nuno de Santa Maria
Álvares Pereira
Recordando luego a “Nuno de Santa María, héroe y santo
de Portugal”, que vivió entre el Siglo XIV y el XV, el Papa se ha referido a aquel
momento histórico que vio a aquella nación consolidar su independencia de Castilla
y extenderse después por los Océanos –no sin la voluntad de Dios- abriendo nuevas
rutas para propiciar la llegada del Evangelio de Cristo hasta los más lejanos confines
de la tierra. “San Nuno se sintió un instrumento de esta voluntad superior y enrolado
en la Milicia de Cristo, nos deja un testamento que cada cristiano está llamado a
dejar en el mundo”, ha señalado el Papa.
Con su intensa vida de oración y absoluta
confianza en el auxilio divino, si bien él fuera un óptimo militar y un gran líder,
se esforzaba por no oponer obstáculos a la acción de Dios en su vida, imitando a Nuestra
Señora, de quien era devotísimo y a quien atribuía públicamente sus victorias. En
el ocaso de su vida decidió retirarse en un convento del Carmelo que había hecho construir.
“Me
siento feliz al poder presentar a la Iglesia entera a esta figura ejemplar –ha proseguido
el Pontífice- marcada por una vida de fe y de oración en contextos aparentemente poco
favorables a la misma. Prueba de que en cualquier situación inclusive de carácter
militar o bélico, es posible actuar y realizar los valores y principios de vida cristiana,
sobre todo si ésta se coloca al servicio del bien común y de la gloria de Dios”.
Santa
Geltrude Comensoli
“Una particular atracción por Jesús presente en la Eucaristía
advirtió desde niña santa Geltrude Comensoli. La adoración del Cristo eucarístico
se convirtió en el objetivo principal de su vida, casi podríamos decir la condición
habitual de su existencia”. Ante la Eucaristía comprendió su vocación y misión en
la Iglesia: dedicarse sin reservas a la acción apostólica y misionera, especialmente
a favor de la juventud. Nace así en obediencia a Papa León XIII, su Instituto para
traducir la “caridad contemplada” en el Cristo Eucarístico, en “caridad vivida”, dedicándose
al prójimo necesitado.
“En una sociedad desorientada y muchas veces herida,
como la nuestra –ha exhortado Benedicto XVI- a una juventud como la de nuestros tiempos,
a la búsqueda de valores y de un sentido que dar al propio existir, santa Geltrude
indica como punto firme de referencia al Dios que en la Eucaristía se hizo nuestro
compañero de viaje”. Nos recuerda que “la adoración debe prevalecer sobre todas las
obras de caridad” porque del amor por Cristo muerto y resucitado, realmente presente
en el Sacramento eucarístico, “mana aquella caridad evangélica que nos impulsa a considerar
hermanos a todos los hombres”.
Santa Catalina Volpicelli
Testigo
del amor divino fue también santa Catalina Volpicelli, quien se esforzó en “ser de
Cristo, para llevar a Cristo” a cuantos encontró en Nápoles de finales del siglo XIX,
en un tiempo de crisis espiritual y social. También para ella el secreto fue la Eucaristía.
Condición que sigue siendo importante, también hoy, para continuar la obra y la misión
por ella iniciada y dejada como herencia a las “Esclavas del Sagrado Corazón”.
Para
ser auténticas educadoras de la fe, deseosas de transmitir a las nuevas generaciones
los valores de la cultura cristiana: “Es indispensable, como amaba repetir, liberar
a Dios de las prisiones en las cuales lo han confinado los hombres”. Porque solamente
en el Corazón de Cristo, ha señalado el Papa, “la humanidad puede encontrar su morada
permanente. Santa Catalina muestra a sus hijas espirituales y a todos nosotros, el
camino exigente de una conversión que cambie de raíz el corazón, y se traduzca en
acciones coherentes con el Evangelio. Es posible así, poner las bases para construir
una sociedad abierta a la justicia y a la solidaridad, superando aquel desequilibrio
económico y cultural que todavía permanece en gran parte de nuestro planeta”.
Al
terminar su homilía, Benedicto XVI ha exhortado a dar gracias al Señor por el don
de la santidad, que hoy resplandece en la Iglesia con singular belleza en Arcangelo
Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa María Álvares Pereira, Geltrude Comensoli
y Catalina Volpicelli. Dejándonos atraer por sus ejemplos y guiar por sus enseñanzas,
para que también nuestra existencia pueda ser “un canto de alabanza a Dios, siguiendo
las huellas de Jesús, adorado con fe en el misterio eucarístico y servido con generosidad
en nuestro prójimo”, con el anhelo de que “la maternal intercesión de María, Reina
de los Santos, y estos nuevos cinco luminosos ejemplos de Santidad que hoy gozosos
veneramos, nos obtengan poder realizar esta misión evangélica”.