2009-04-26 14:07:12

La luz del rostro de Cristo resucitado resplandece con los cinco santos canonizados por Benedicto XVI: Arcangelo Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa Maria Álvares Pereira, Geltrude Comensoli y Caterina Volpicelli


Domingo, 26 abr (RV).- En este tercer domingo del tiempo pascual, en que la liturgia nos invita, una vez más, a centrar nuestra atención “en el misterio de Cristo resucitado, victorioso sobre el mal y sobre la muerte”, Benedicto XVI ha canonizado a cinco santos, alentando a contemplar al “autor de la vida -que se ha inmolado por nuestros pecados y que se sigue ofreciendo por nosotros e intercede como nuestro defensor- sacrificado en la cruz que no muere más sino que con los signos de la pasión vive para siempre”.

El Papa ha invitado a dejarnos inundar por “el resplandor pascual que brota de este gran misterio”, y a orar con el Salmo responsorial: “Resplandezca sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro”. “La luz del rostro de Cristo resucitado -ha dicho el Papa- resplandece hoy sobre nosotros de modo particular mediante los rasgos evangélicos de los cinco beatos que en esta celebración se inscriben en el libro de los Santos: Arcangelo Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa Maria Álvares Pereira, Geltrude Comensoli y Caterina Volpicelli. Feliz me uno al homenaje que a ellos rinden los peregrinos, aquí venidos de varias naciones, a los cuales con gran afecto dirijo un cordial saludo”.

Tras hacer hincapié en que los diversos eventos humanos y espirituales de estos nuevos Santos nos muestran la renovación profunda que en el corazón del hombre actúa el misterio de la resurrección de Cristo -misterio fundamental que orienta y guía toda la historia de la salvación-, el Papa ha reiterado que la Iglesia siempre, aún más en este tiempo pascual, “nos invita a dirigir nuestras miradas hacia Cristo resucitado, realmente presente en el Sacramento de la Eucaristía”.

Con la página evangélica de los discípulos de Emaús y la extraordinaria experiencia de su encuentro con el Señor, que cada comunidad revive “en la celebración eucarística especialmente en aquella dominical”, Benedicto XVI ha recordado que, precisamente, “la Eucaristía es la perpetua y viva herencia dejada por el Señor en el Sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, que debemos constantemente repensar y profundizar para que, como afirmaba el venerado Papa Pablo VI, pueda imprimir su inagotable eficacia sobre todos los días de nuestra vida mortal”.

“Alimentados por el Pan eucarístico –ha subrayado el Pontífice- los santos que hoy veneramos, han llevado a cumplimiento la propia misión de amor evangélico en los diversos campos, en los que han trabajado con sus peculiares carismas”. Seguidamente el Pontífice ha evocando la vida y el carisma de cada uno de estos nuevos Santos

San Arcangelo Tadini

El Santo Padre ha destacado “las largas horas que transcurría en oración ante la Eucaristía san Arcangelo Tadini, quien teniendo siempre presente en su ministerio pastoral a la persona humana en su totalidad, ayudaba a sus parroquianos a crecer humana y espiritualmente”.

Este santo sacerdote italiano, dispuesto siempre a dejarse conducir por el Espíritu Santo, sabía percibir, asimismo con plena disponibilidad, “las urgencias del momento y encontrar una solución”. Con tal fin asumió importantes iniciativas concretas y valientes, como la organización de la Sociedad operaria Católica del Mutuo Socorro, la construcción de la fábrica hilandera y de la casa de asistencia para las obreras, y la fundación, en 1900, de la Congregación de la Hermanas Operarias de la Casa de Nazaret, con el objetivo de evangelizar el mundo del trabajo mediante la fatiga compartida siguiendo el ejemplo de la Sagrada Familia.

“Cuán profética fue la intuición carismática de Don Tadini –ha dicho el Papa- y cuán actual permanece hoy su ejemplo, en una época de grave crisis económica. Él nos recuerda que sólo cultivando una constante y profunda relación con el Señor -especialmente en el Sacramento de la Eucaristía- podemos ser capaces de brindar la levadura del Evangelio a las varias actividades laborales y a cada ámbito de nuestra sociedad”.

San Bernardo Tolomei

“También en san Bernardo Tolomei, iniciador de un singular movimiento monástico benedictino, se destaca el amor por la oración y por el trabajo manual”, ha recordado el Papa, subrayando su “existencia eucarística, enteramente dedicada a la contemplación, que se traducía en humilde servicio al prójimo”. Su humildad y su acogida fraterna, le llevaron a ser reelegido abad por veintisiete años consecutivos, hasta su muerte. Además, para asegurar el futuro de su obra, obtuvo de Clemente VI, en 1344, la aprobación de su nueva Congregación benedictina llamada de Santa María del Monte Oliveto.

Este santo, durante la epidemia de peste del año 1348, dejó la soledad del Monte Oliveto para visitar el monasterio de san Benito en Puerta Tufi, en Siena, y asistir a sus monjes enfermos, murió contagiado por la misma enfermedad, “como auténtico mártir de la caridad”.

“Del ejemplo de este Santo –ha explicado Benedicto XVI- llega a nosotros la invitación a traducir nuestra fe en una vida dedicada a Dios en la oración y total entrega al servicio del prójimo, con el impulso de una caridad preparada inclusive al sacrificio supremo”.

San Nuno de Santa Maria Álvares Pereira

Recordando luego a “Nuno de Santa María, héroe y santo de Portugal”, que vivió entre el Siglo XIV y el XV, el Papa se ha referido a aquel momento histórico que vio a aquella nación consolidar su independencia de Castilla y extenderse después por los Océanos –no sin la voluntad de Dios- abriendo nuevas rutas para propiciar la llegada del Evangelio de Cristo hasta los más lejanos confines de la tierra. “San Nuno se sintió un instrumento de esta voluntad superior y enrolado en la Milicia de Cristo, nos deja un testamento que cada cristiano está llamado a dejar en el mundo”, ha señalado el Papa.

Con su intensa vida de oración y absoluta confianza en el auxilio divino, si bien él fuera un óptimo militar y un gran líder, se esforzaba por no oponer obstáculos a la acción de Dios en su vida, imitando a Nuestra Señora, de quien era devotísimo y a quien atribuía públicamente sus victorias. En el ocaso de su vida decidió retirarse en un convento del Carmelo que había hecho construir.

“Me siento feliz al poder presentar a la Iglesia entera a esta figura ejemplar –ha proseguido el Pontífice- marcada por una vida de fe y de oración en contextos aparentemente poco favorables a la misma. Prueba de que en cualquier situación inclusive de carácter militar o bélico, es posible actuar y realizar los valores y principios de vida cristiana, sobre todo si ésta se coloca al servicio del bien común y de la gloria de Dios”.

Santa Geltrude Comensoli

“Una particular atracción por Jesús presente en la Eucaristía advirtió desde niña santa Geltrude Comensoli. La adoración del Cristo eucarístico se convirtió en el objetivo principal de su vida, casi podríamos decir la condición habitual de su existencia”. Ante la Eucaristía comprendió su vocación y misión en la Iglesia: dedicarse sin reservas a la acción apostólica y misionera, especialmente a favor de la juventud. Nace así en obediencia a Papa León XIII, su Instituto para traducir la “caridad contemplada” en el Cristo Eucarístico, en “caridad vivida”, dedicándose al prójimo necesitado.

“En una sociedad desorientada y muchas veces herida, como la nuestra –ha exhortado Benedicto XVI- a una juventud como la de nuestros tiempos, a la búsqueda de valores y de un sentido que dar al propio existir, santa Geltrude indica como punto firme de referencia al Dios que en la Eucaristía se hizo nuestro compañero de viaje”. Nos recuerda que “la adoración debe prevalecer sobre todas las obras de caridad” porque del amor por Cristo muerto y resucitado, realmente presente en el Sacramento eucarístico, “mana aquella caridad evangélica que nos impulsa a considerar hermanos a todos los hombres”.

Santa Catalina Volpicelli

Testigo del amor divino fue también santa Catalina Volpicelli, quien se esforzó en “ser de Cristo, para llevar a Cristo” a cuantos encontró en Nápoles de finales del siglo XIX, en un tiempo de crisis espiritual y social. También para ella el secreto fue la Eucaristía. Condición que sigue siendo importante, también hoy, para continuar la obra y la misión por ella iniciada y dejada como herencia a las “Esclavas del Sagrado Corazón”.

Para ser auténticas educadoras de la fe, deseosas de transmitir a las nuevas generaciones los valores de la cultura cristiana: “Es indispensable, como amaba repetir, liberar a Dios de las prisiones en las cuales lo han confinado los hombres”. Porque solamente en el Corazón de Cristo, ha señalado el Papa, “la humanidad puede encontrar su morada permanente. Santa Catalina muestra a sus hijas espirituales y a todos nosotros, el camino exigente de una conversión que cambie de raíz el corazón, y se traduzca en acciones coherentes con el Evangelio. Es posible así, poner las bases para construir una sociedad abierta a la justicia y a la solidaridad, superando aquel desequilibrio económico y cultural que todavía permanece en gran parte de nuestro planeta”.

Al terminar su homilía, Benedicto XVI ha exhortado a dar gracias al Señor por el don de la santidad, que hoy resplandece en la Iglesia con singular belleza en Arcangelo Tadini, Bernardo Tolomei, Nuno de Santa María Álvares Pereira, Geltrude Comensoli y Catalina Volpicelli. Dejándonos atraer por sus ejemplos y guiar por sus enseñanzas, para que también nuestra existencia pueda ser “un canto de alabanza a Dios, siguiendo las huellas de Jesús, adorado con fe en el misterio eucarístico y servido con generosidad en nuestro prójimo”, con el anhelo de que “la maternal intercesión de María, Reina de los Santos, y estos nuevos cinco luminosos ejemplos de Santidad que hoy gozosos veneramos, nos obtengan poder realizar esta misión evangélica”.








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