Al recibir las cartas credenciales del nuevo embajador de República Dominicana, el
Papa recuerda que la Iglesia converge con el Estado en el fomento de la dignidad de
la persona y en la búsqueda del bien común de la sociedad
Viernes, 3 abr (RV).- Benedicto XVI ha recibido esta mañana en el Palacio Apostólico
las cartas credenciales del nuevo embajador de la República Dominicana ante la Santa
Sede, Víctor Manuel Grimaldi Céspedes. El Papa ha recordado en su discurso “las profundas
raíces católicas” del país caribeño que “evocan ya en su mismo nombre la adhesión
al mensaje cristiano de la mayoría de sus gentes, al aludir a Santo Domingo de Guzmán,
preclaro predicador de la Palabra de Dios”.
Luego, el Pontífice ha recordado
también, que la comunidad católica dominicana se prepara para conmemorar el V centenario
de la creación de la Archidiócesis de Santo Domingo, que fue erigida el 8 de agosto
de 1511. “Esta efeméride, unida a la Misión continental impulsada por la V Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, celebrada en Aparecida, -señala
el Papa- está siendo motivo de un renovado dinamismo misionero y evangelizador, que
favorecerá la promoción humana de todos los miembros de la sociedad”.
La Iglesia,
que nunca puede confundirse con la comunidad política, converge con el Estado en el
fomento de la dignidad de la persona y en la búsqueda del bien común de la sociedad
“En este contexto de recíproca autonomía y sana cooperación, se insertan -ha apuntado
Benedicto XVI- las iniciativas diplomáticas que, en palabras de mi venerado Predecesor,
el Siervo de Dios Juan Pablo II, están al servicio de la gran causa de la paz, del
acercamiento y colaboración entre los pueblos y de un intercambio fructífero para
lograr unas relaciones más humanas y más justas”.
Hace ya más de cinco siglos,
en el suelo de lo que hoy es la República Dominicana, se celebraba por primera vez
la Santa Misa en el Continente americano. A partir de entonces, y gracias a una generosa
y abnegada labor de evangelización, la fe en Cristo fue haciéndose cada vez más viva
y operante. “De aquella primera simiente -ha afirmado el Papa- surgió, como árbol
frondoso, la Iglesia en Latinoamérica, que con el pasar de los años ha ido dando abundantes
frutos de santidad, cultura y prosperidad. En este sentido, es justo reconocer la
aportación de la Iglesia, a través de sus instituciones, en beneficio del progreso
de su País”.
Benedicto XVI ha terminado auspiciando para República Dominicana,
tanto en el plano social como económico, un futuro luminoso y sereno. “No obstante,
-ha dicho- queda aún un largo camino por recorrer para asegurar una vida digna a los
dominicanos y erradicar las lacras de la pobreza, el narcotráfico, la marginación
y la violencia. Estos pasos deben ir acompañados por una fuerte determinación para
erradicar definitivamente la corrupción, que conlleva tanto sufrimiento, sobre todo
para los miembros más pobres e indefensos de la sociedad.