Escuchar el programa Jueves,
26 mar (RV).- Hablar de honestidad en los momentos actuales es fundamental pues en
todas nuestras relaciones con los otros, y más en tiempos de crisis, la palabra y
la percepción hacia las otras personas están tan amenazadas como la confianza misma.
En días pasados, asistí a una reunión de negocios poco usual, pues dos
personas acordaron una transacción comercial, que obviamente involucraba dinero y
acuerdos de trabajo conjunto, es solo que con un buen apretón de manos y un "de acuerdo",
estas dos personas sellaron su trato. Uno dijo: "¿Necesitas que te firme algo?". Y
la respuesta del otro me emocionó: "Con tu palabra basta", le dijo.
Hoy
en día ya no se hacen compromisos, acuerdos o negocios de palabra, porque nadie confía
en nadie, debido a la gran prevención que tenemos ante la actuación deshonesta de
las personas, que se aprovechan de la ingenuidad o necesidad de los que confiaron
en ellas. Y no hay nada más terrible que tener que mantenernos a la defensiva, atentos
y vigilantes del comportamiento o la actitud de las otras personas, tratando de descubrir
o de averiguar cuáles serán sus verdaderas intenciones, para evitar que nos roben
o que abusen de nosotros.
Sería maravilloso si todos fuésemos honestos, conscientes
y responsables de nuestra palabra, de nuestros actos y compromisos en todo momento,
pues, seguramente así, retornarían la confianza, la entrega y la tranquilidad a nuestras
vidas, y sobre todo tendrían mayor valor y fluidez las relaciones con los demás.
La
verdad ser honestos es realmente fácil, porque es sobre todo un asunto de actitud,
de conciencia y responsabilidad personal. ¿En que momento perdimos la capacidad de
decir la verdad de lo que pensamos y sentimos?, porque hay que decir verdades a medias,
mentiras blancas u oscuras, pero mentiras finalmente que desdibujan lo que somos y
lo que queremos. Todos tenemos la capacidad de elegir las palabras adecuadas para
expresarnos de la mejor manera, y sin tener que decir algo que no pensamos o, peor
aún, que no vamos a cumplir.
El principio de coherencia es un elemento esencial
en nuestras vidas, es un eje rector de lo que somos y de la manera como nos mostramos
y actuamos con los demás y con el entorno, sin embrago en muchas situaciones hacemos
cosas o decimos cosas completamente contrarias a lo que somos y a lo que creemos.
Es como la mamá que insiste a su hijo es que por favor no le diga mentiras, pero acto
seguido le pide a su hijo que le diga a la señora que ha llamado por teléfono que
no está, porque no puede atenderla.
Ante todo y sobre todo, seamos honestos
con nosotros y con los demás. Las mentiras que más caras se pagan son las que nos
decimos a nosotros mismos, a costa de perder la dignidad, la felicidad, la salud y
hasta la vida. Es necesario ser transparentes, mostrarnos a los demás con nuestras
realidades, con lo que de verdad pensamos, sentimos y creemos. Ser uno en cualquier
circunstancia y lugar, en lugar de tener diversos rostros que se usan de acuerdo con
las circunstancias.
Cuando existe honestidad en una persona, es porque hay
coherencia entre sus pensamientos, palabras, sentimientos y actuación. Esta forma
de actuar íntegra, consciente y responsable, nos asegura mantener buenas relaciones
personales y recibir la paz y la tranquilidad que todos necesitamos. Cuando tratamos
de ocultar nuestras faltas, carencias y limitaciones, detrás de una actuación interesada,
falsa y aventajada, tarde o temprano quedaremos expuestos en nuestra intención y actuación
frente a los demás, y será la vida, una vez más, la que nos dé más de lo mismo como
una consecuencia natural.
La honestidad es la transparencia del alma, es la
tranquilidad y la libertad del actuar limpia y sinceramente, de acuerdo con lo que
cada uno es, con lo que siente y piensa. Que bueno sería volver a la honestidad de
la palabra, a la credibilidad en los otros a partir de los actos y comportamientos
claros y responsables, tal vez este mundo sería menos complicado y todos seríamos
más felices.