El Papa exhorta a los obispos argentinos a extremar 'caridad y prudencia' al corregir
actitudes o comportamientos que desdigan de la condición sacerdotal de sus colaboradores,
porque pueden dañar y confundir a los fieles
Sábado, 14 mar (RV).- Benedicto XVI recibió el sábado en el palacio apostólico del
Vaticano a los obispos de Argentina, al final de su visita ad limina apostolorum,
alentándoles en su discurso “en la apasionante tarea de la evangelización, que están
llevando a cabo con gran dedicación y generosidad”.
La visita ad limina, ha
dicho el Papa “es un momento significativo en la vida de todos aquellos a quienes
se les ha confiado el cuidado pastoral de una porción del Pueblo de Dios, pues en
ella muestran y refuerzan su comunión con el Romano Pontífice”. Y el Señor fundó
la Iglesia para que sea «como un sacramento o signo o instrumento de la unión íntima
con Dios y de la unidad de todo el género humano». El Papa ha hablado del ministerio
episcopal “que está al servicio de la unidad y de la comunión de todo el Cuerpo místico
de Cristo”.
“El Obispo, que es el principio y fundamento visible de unidad
en su Iglesia particular, está llamado a impulsar y defender la integridad de la fe
y la disciplina común de toda la Iglesia, enseñando además a los fieles a amar a todos
sus hermanos”.
El Santo Padre ha dicho que “mantener y afianzar la unidad”
“ha de ser una fuente constante de inspiración en la actividad pastoral del obispo,
lo que redundará sin duda en una mayor eficacia apostólica. “Gracias a esta colegialidad
afectiva y efectiva, ningún Obispo está solo, porque está siempre y estrechamente
unido a Cristo, Buen Pastor, y también, en virtud de su Ordenación episcopal y de
la comunión jerárquica, a sus hermanos en el episcopado y a quien el Señor ha elegido
como Sucesor de Pedro”.
El Pontífice ha recordado que este espíritu de comunión
“tiene también un ámbito privilegiado de aplicación en las relaciones del Obispo con
sus sacerdotes” y les ha animado a preocuparos con amor de padre y hermano de su situación
espiritual, intelectual y material. Asimismo, les ha exhortado a “extremar la caridad
y la prudencia cuando tengan que corregir enseñanzas, actitudes o comportamientos
que desdicen de la condición sacerdotal de vuestros más estrechos colaboradores y
que pueden, además, dañar y confundir la fe y la vida cristiana de los fieles”.
El
papel fundamental que desempeñan los presbíteros os ha de llevar a realizar un gran
esfuerzo para promover las vocaciones sacerdotales. A este respecto, sería oportuno
proyectar una pastoral matrimonial y familiar más incisiva, que tenga en cuenta la
dimensión vocacional del cristiano, así como una pastoral juvenil más audaz, que ayude
a los jóvenes a responder con generosidad al llamado que Dios les hace.
Tal
como lo mencionó el Pontífice en su discurso, la visita ad límina es una oportunidad
de intercambio de experiencias y dificultades del ministerio episcopal en las iglesias
particulares. Precisamente sobre estas preocupaciones y prioridades que han planteado
los obispos argentinos en su visita a los distintos dicasterios nos habla monseñor
Jorge Lozano, Obispo de Gualeguaychú.
Y sobre la
importancia y el valor que tiene de la visita ad limina, oigamos ahora las palabras
del obispo argentino de la diócesis de Villa de la Concepción del Río Cuarto. Mons.
Eduardo Martín.
DISCURSO
COMPLETO DE BENEDICTO XVI A LOS OBISPOS ARGENTINOS
Señor
Cardenal Queridos Hermanos en el Episcopado:
1. Es
para mí un motivo de profunda alegría daros la bienvenida a este encuentro con el
Sucesor de Pedro y Cabeza del Colegio Episcopal. Agradezco las amables
palabras del Cardenal Jorge Mario Bergoglio, Arzobispo de Buenos Aires y Presidente
de la Conferencia Episcopal Argentina, con las cuales se ha hecho intérprete de los
sentimientos de todos. A través vuestro quiero saludar también a todo el clero, comunidades
religiosas y laicos de vuestras Diócesis, manifestándoles mi aprecio y cercanía, así
como mi aliento constante en la apasionante tarea de la evangelización, que están
llevando a cabo con gran dedicación y generosidad.
2. Habéis
venido hasta aquí para venerar los sepulcros de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo
y compartir con el Obispo de Roma las alegrías y esperanzas, las experiencias y las
dificultades de vuestro ministerio episcopal. La visita ad limina es un momento significativo
en la vida de todos aquellos a quienes se les ha confiado el cuidado pastoral de una
porción del Pueblo de Dios, pues en ella muestran y refuerzan su comunión con el Romano
Pontífice. El Señor fundó la Iglesia para que sea «como un sacramento o
signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano»
(Lumen gentium, 1). La Iglesia es en sí misma un misterio de comunión, un «pueblo
unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo» (ibíd., 4). En efecto,
Dios ha querido llevar a todas las gentes a la plenitud de la salvación haciéndolas
partícipes de los dones de la redención de Cristo y entrar así en comunión de vida
con la Trinidad.
3. El ministerio episcopal está
al servicio de la unidad y de la comunión de todo el Cuerpo místico de Cristo. El
Obispo, que es el principio y fundamento visible de unidad en su Iglesia particular,
está llamado a impulsar y defender la integridad de la fe y la disciplina común de
toda la Iglesia, enseñando además a los fieles a amar a todos sus hermanos (cf. ibíd.,
23). Deseo expresar mi reconocimiento por vuestra voluntad decidida de
mantener y afianzar la unidad en el seno de vuestra Conferencia Episcopal y de vuestras
Comunidades diocesanas. Las palabras de Nuestro Señor –«que todos sean uno» (Jn 17,
21) – han de ser una fuente constante de inspiración en vuestra actividad pastoral,
lo que redundará sin duda en una mayor eficacia apostólica. Esta unidad, que debéis
promover con intensidad y de manera visible, será además fuente de consuelo en el
grave cometido que se os ha confiado. Gracias a esta colegialidad afectiva y efectiva,
ningún Obispo está solo, porque está siempre y estrechamente unido a Cristo, Buen
Pastor, y también, en virtud de su Ordenación episcopal y de la comunión jerárquica,
a sus hermanos en el episcopado y a quien el Señor ha elegido como Sucesor de Pedro
(cf. Juan Pablo II, Pastores gregis, 8). Deseo manifestaros ahora de modo especial,
que contáis con todo mi apoyo, mi oración diaria y mi cercanía espiritual en vuestras
fatigas y desvelos para hacer de la Iglesia «la casa y la escuela de comunión» (Juan
Pablo II, Novo millennio ineunte, 43).
4. Este espíritu
de comunión tiene un ámbito privilegiado de aplicación en las relaciones del Obispo
con sus sacerdotes. Conozco bien vuestra voluntad de prestar una mayor atención a
los presbíteros y, con el Concilio Vaticano II, os animo a preocuparos con amor de
padre y hermano «de su situación espiritual, intelectual y material para que puedan
vivir santa y religiosamente y puedan realizar su ministerio con fidelidad y fruto»
(Christus Dominus, 16). Asimismo, os exhorto a extremar la caridad y la prudencia
cuando tengáis que corregir enseñanzas, actitudes o comportamientos que desdicen de
la condición sacerdotal de vuestros más estrechos colaboradores y que pueden, además,
dañar y confundir la fe y la vida cristiana de los fieles. El papel fundamental
que desempeñan los presbíteros os ha de llevar a realizar un gran esfuerzo para promover
las vocaciones sacerdotales. A este respecto, sería oportuno proyectar una pastoral
matrimonial y familiar más incisiva, que tenga en cuenta la dimensión vocacional del
cristiano, así como una pastoral juvenil más audaz, que ayude a los jóvenes a responder
con generosidad al llamado que Dios les hace. También es necesario intensificar la
formación de los seminaristas en todas sus dimensiones: humana, espiritual, intelectual,
afectiva y pastoral, llevando a cabo además una eficaz y exigente labor de discernimiento
de los candidatos a las sagradas órdenes.
5. En esta
óptica de profundizar en la comunión dentro de la Iglesia, es de suma importancia
reconocer, valorar y estimular la participación de los religiosos en la actividad
evangelizadora diocesana, a la que enriquecen con la aportación de sus respectivos
carismas. También los fieles, en virtud de su bautismo, están llamados
a cooperar en la edificación del Cuerpo de Cristo. Para ello hay que llevarlos a tener
una experiencia más viva de Jesucristo y del misterio de su amor. El trato permanente
con el Señor mediante una intensa vida de oración y una adecuada formación espiritual
y doctrinal aumentará en todos los cristianos el gozo de creer y celebrar su fe y
la alegría de pertenecer a la Iglesia, impulsándoles así a participar activamente
en la misión de proclamar la Buena Noticia a todos los hombres.
6. Queridos
hermanos, os aseguro una vez más mi cercanía en la plegaria cotidiana, junto con mi
firme esperanza en el progreso y renovación espiritual de vuestras comunidades. Que
el Señor os conceda la alegría de servirle, guiando en su nombre a la grey que se
os ha confiado. Que la Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Luján,
os acompañe y proteja siempre, así como a vuestros fieles diocesanos, y os imparto
con gran afecto una especial Bendición Apostólica. Vaticano, 14 de marzo
de 2009