En su visita al Ayuntamiento de Roma, el Papa manifiesta su certeza en que la ciudad
“sabrá encontrar siempre la fuerza para exigir el respeto de las reglas de la convivencia
civil y rechazar toda forma de intolerancia y discriminación”
Lunes, 9 mar (RV).- “Roma sabrá encontrar siempre la fuerza para exigir de todos el
respeto de las reglas de la convivencia civil y rechazar toda forma de intolerancia
y discriminación”. Lo dijo el Papa al visitar el Ayuntamiento de la ciudad de la
que es su obispo al participar en una sesión extraordinaria del Consejo Municipal,
dedicado al tema: “Roma, ciudad universal”. Con el tañido de las campanas de las parroquias
de Roma que saludaron al Sucesor de Pedro, Benedicto XVI visitó esta mañana el Ayuntamiento
de la ciudad de la que el pastor de la Iglesia Universal es su Obispo. Benedicto XVI
es el tercer Papa que visita el Ayuntamiento para hablar en una sesión extraordinaria
del Consejo Municial dedicado al tema del “valor universal de Roma, capital del Catolicismo
y de sus valores”.
Con una importante pero discreta presencia de las fuerzas
del orden, especialmente durante las fases del traslado desde la Ciudad del Vaticano
hasta la colina Capitolina, el Papa llegó al corazón del centro histórico romano a
las poco antes de las 11 de la mañana. El mismo alcalde de Roma, Gianni Alemanno,
se había referido hace dos días al evento hablando de “cierta emoción y temor, dado
que hace once años que un Papa no visita el Capitolio, razón por la cual se trata
de un verdadero acontecimiento y no de una visita normal”. Por eso manifestaba su
deseo de preparar de la mejor manera posible toda la estructura, para hacer que esta
visita del Papa sea verdaderamente un profundo “evento ciudadano”.
Benedicto
XVI llegó a la plaza del Capitolio donde fue acogido en la entrada de Sixto IV por
el alcalde de Roma. Después de un breve encuentro en su despacho privado que se encuentra
en el primer piso, el Pontífice se asomó al balcón; mientras en la sala del Tapiz
el Santo Padre saludó a los asesores y demás funcionarios del ayuntamiento de Roma
para firmar, a continuación, el libro de oro de los huéspedes en la sala de las Banderas.
A las 11, 30 el Obispo de Roma se dirigió al consejo municipal reunido en
sesión extraordinaria. Al dirigirse a la asamblea Benedicto XVI afirmó que, en efecto,
tal como había sido recordado previamente, no es la primera vez que un Papa es acogido
con tanta cordialidad en este Palacio Senatorio, y toma la palabra en esta solemne
Aula conciliar, en la que se reúnen los máximos representantes de la administración
ciudadana.
Y tras destacar que los anales de la historia registran ante todo
la breve etapa del beato Pío IX que se detuvo en la plaza del Capitolio, después de
visitar la basílica del Ara Coeli, el 16 de septiembre de 1870. Añadió que mucho más
reciente es la visita que realizó el Papa Pablo VI el 16 de abril de 1966, a la que
siguió la de su venerado predecesor, Juan Pablo II, el 15 de enero de 1998. Se trata
de gestos –dijo el Papa- que testimonian el afecto y la estima que los Sucesores de
Pedro, Pastores de la comunidad católica romana y de la Iglesia universal, tienen
desde siempre con respecto a Roma, centro de la civilización latina y cristiana,
“madre acogedora de los pueblos” (cf. Prudenzio, Peristephanon, carme 11, 191) y “discípula
de la verdad” (cf Leone Magno, Tract. septem et nonaginta).
De ahí que el
Papa afirmara que con comprensible emoción tomaba la palabra en el curso de esta visita.
Y la tomó para expresar ante todo al alcalde su reconocimiento por la gentil invitación
a visitar el Ayuntamiento que le dirigió al inicio de su mandato de primer magistrado
de la Urbe. Tras el saludo cordial a todos los funcionarios y a toda la ciudadanía
romana, el Papa afirmó que con su presencia en esta colina, sede y emblema de la
historia y de la misión de Roma, deseaba renovar la seguridad de su atención paterna
que el Obispo de la comunidad católica siente no sólo con respecto a sus miembros,
sino también de todos los romanos y de cuantos de diversas partes de Italia y del
mundo vienen a la capital por razones religiosas, turísticas, de trabajo o para permanecer
aquí, integrándose en el entramado ciudadano.
“Estoy hoy aquí para animar
el compromiso no fácil de vosotros, los administradores al servicio de esta singular
metrópolis; para compartir las expectativas y esperanzas de los habitantes y escuchar
las preocupaciones y los problemas de los que se hacen responsables intérpretes en
este palacio, que constituye el natural y dinámico centro de los proyectos que se
elaboran en la “obra” de la Roma del tercer milenio. Y añadió textualmente:
“Señor alcalde, he reconocido en su intervención el firme propósito de trabajar para
que Roma siga siendo faro de vida y de libertad, de civilización y de desarrollo sostenible,
promovido en el respeto de la dignidad de cada ser humano y de su fe religiosa”. Por
esta razón, el Papa aseguró que “la Iglesia católica, como siempre, no dejará faltar
su activo apoyo a toda iniciativa cultural y social tendente a promover el bien auténtico
de cada persona y de la Ciudad en su conjunto”. Y agregó como signo de esta colaboración
el don del “Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia”, que con afecto Benedicto
XVI ofreció al alcalde y a los demás administradores.
Después de destacar que
“Roma ha sido siempre una ciudad acogedora”. El Papa recordó que especialmente en
los últimos siglos ha abierto sus institutos y centros de investigación civiles y
eclesiásticos a estudiantes procedentes de todas partes del mundo, los cuales, al
volver a sus países, están llamados a ocupar cargos de alta responsabilidad en los
diversos sectores de la sociedad, así como también en la Iglesia.
“Esta ciudad
nuestra, como por otra parte el resto de Italia y la entera humanidad, se encuentra
afrontando hoy inéditos desafíos culturales, sociales y económicos, a causa de las
profundas transformaciones y de los numerosos cambios que se han producido en estos
últimos decenios”. El Papa dijo que Roma si ha ido poblando de gente que procede de
otras naciones y pertenece a culturas y tradiciones religiosas diversas y, en consecuencia,
ahora tiene el rostro de una metrópolis multiétnica y multirreligiosa, en la que a
veces la integración es fatigosa y compleja.
Y destacó que por parte de la
comunidad católica jamás faltará una convencida aportación para encontrar las modalidades
cada vez más aptas para tutelar los derechos fundamentales de la persona en el respeto
de la legalidad. Porque como dijo el Papa, tomando nueva linfa de las raíces de su
historia plasmada por el derecho antiguo y la fe cristiana, Roma sabrá encontrar siempre
la fuerza para exigir de todos el respeto de las reglas de la convivencia civil y
rechazar toda forma de intolerancia y discriminación.
Benedicto XVI también
se refirió a algunos episodios de violencia, deplorados por todos, que manifiestan
–dijo- un malestar profundo y son signo de una verdadera pobreza espiritual que aflige
el corazón del hombre contemporáneo. Y afirmó que “la eliminación de Dios y de su
ley, como condición de la realización de la felicidad del hombre, de ninguna manera
ha alcanzado su objetivo; sino que al contrario, priva al hombre de las certezas espirituales
y de la esperanza necesarias para afrontar las dificultades y los desafíos cotidianos.
Como obispo de la ciudad, el Papa no se olvidó de destacar que también en
Roma, a causa de la actual crisis económica, va aumentando el número de quienes, al
perder la ocupación, se encuentran en condiciones precarias y a veces no logran hacer
frente a los compromisos financieros asumidos. Por eso afirmó que es necesario realizar
un esfuerzo concordado entre las diversas instituciones para salir al encuentro de
cuantos viven en la pobreza. También se refirió a las familias, los niños y la
juventud. Y concluyó su encuentro dirigiendo su mirada hacia la Virgen con el Niño,
que desde hace algunos siglos vela maternalmente en esa sala sobre los trabajos de
la administración ciudadana. A ella el Benedicto XVI encomendó el trabajo de cada
uno de los presentes así como los propósitos de bien que los animan.
¡Que
Dios bendiga y proteja siempre a Roma y a todos sus habitantes! Con esta exclamación
hecha a Dios para la Ciudad Eterna y sus habitantes Benedicto XVI concluyó su saludo
a la ciudad de Roma desde la balaustrada del Palacio Senatorio, sede del Ayuntamiento
de Roma, después de haber intervenido en la sesión extraordinaria del consejo municipal.
El
Pontífice dijo que viviendo desde tantos años en Roma, es ya muy romano; pero que
se siente más romano siendo su Obispo. Por eso dirigió con más viva participación,
por medio de cada uno de ellos, su pensamiento a todos los que definió “nuestros
conciudadanos”, que de algún modo –dijo- los presentes representaban hoy: a las familias,
las comunidades parroquiales, los niños, los ancianos, los discapacitados y los enfermos,
así como los voluntarios y los agentes sociales, los inmigrantes, y los peregrinos.
Y tras agradecer al cardenal vicario por acompañarlo en esta visita, Benedicto XVI
animó a proseguir en su compromiso a cuantos –sacerdotes, personas consagradas y fieles
laicos– colaboran activamente con la Administraciones Públicas por el bien de Roma,
de su periferia y de los barrios.
El Papa destacó la figura de algunos santos
-como el diácono san Lorenzo, santa Francisca Romana y san Felipe Neri ligados a esta
ciudad- así como al gran poeta latino Ovidio que, en una elegía, animaba a los romanos
de entonces con las siguientes palabras: “Además de la necesaria solidaridad y al
debido compromiso de todos, podemos contar siempre con la ayuda cierta de Dios, que
jamás abandona a sus hijos”.
Y pidió a los queridos amigos, que al volver
a sus casas y comunidades parroquiales, digan a cuantos encuentren que el Papa
les asegura a todos su comprensión, su cercanía espiritual y su oración. Benedicto
XVI pidió que a cada uno, especialmente a quien está enfermo, sufre y se encuentra
en mayor dificultad, le lleven su recuerdo y la bendición de Dios, que en ese momento
invocó sobre los presentes por intercesión de los santos Pedro y Pablo, de santa
Francisca Romana, copatrona de Roma y, especialmente de María Salus Populi Romani.