2009-02-21 18:42:31

El Papa señala a los seminaristas que la verdadera libertad es ponerse al servicio de los demás, porque “donde la fe se convierte en intelectualidad y la humildad en arrogancia, nos encontramos frente a una caricatura de la verdadera Iglesia"


Sábado, 21 feb (RV).- Benedicto XVI se trasladó ayer por la tarde al Pontificio Seminario mayor de Roma en la vigilia de la fiesta de la Virgen de la Confianza, patrona del seminario. En la capilla mayor del Instituto el Papa presidió la lectio divina para los seminaristas sobre la carta de San Pablo a los Gálatas. “Habéis sido llamados a la libertad”, recordó el Papa a los seminaristas, aquella libertad que ha sido “el gran sueño de la humanidad” sobre todo en la época moderna. Pero la libertad, dijo el Pontífice no significa vivir según el propio yo absoluto.

El yo absoluto dependiente de ninguno y de nadie parece ser realmente y finalmente la libertad: si yo no dependo de nadie puedo hacer lo que quiera. Pero precisamente este absoluto del yo es carne, es decir, degradación del hombre y no llega a la libertad: el libertinaje no es libertad, es el fracaso de la libertad.

¿Pero qué es la libertad? Se preguntó el Papa ¿Cómo podemos ser libres? La respuesta se encuentra en los escritos de san Pablo. “Pablo utiliza una paradoja fuerte: “mediante la caridad estáis al servicio”; es decir, la libertad se realiza paradójicamente sirviendo, somos libres si nos convertimos en servidores los unos de los otros. De esta manera Pablo coloca el problema de la libertad a la luz de la verdad del hombre. (…) Nuestra verdad es que ante todo somos criaturas, criaturas de Dios y vivimos en relación con el Creador. Somos seres que nos relacionamos. Y solamente aceptando esta nuestra relación entramos en la verdad, de otra manera caemos en la mentira y en la mentira, al final, nos destruimos.

En cuanto criaturas de Dios, prosiguió el Benedicto XVI, dependemos de Él, pero en una dependencia que no es tiranía, sino que es amor. Dependencia “es libertad porque así estamos en la caridad del Creador”. Después Benedicto XVI subrayó que “esta relación entre las criaturas” implica también “un segundo tipo de relación”: el de la familia humana, el de la relación del uno con el otro.

La libertad humana es, por una parte, estar en la alegría y en el espacio amplio del amor de Dios, pero implica también estar uno con el otro y uno por el otro. No existe libertad contra el otro. Si yo me absolutizo me convierto en enemigo del otro, no podemos convivir y toda la vida se convierte en crueldad, se convierte en fracaso.

El Santo Padre se preguntó ¿cómo encontrar entonces la medida de compartir la libertad? Basta mirar el orden del Creador en nuestra naturaleza “el orden de la verdad que da a cada uno su sitio, de manera que “orden y derecho pueden ser instrumentos de libertad contra la esclavitud del egoísmo”.

En esta óptica las palabras de san Agustín “ama y haz lo que quieras” se convierte en libertad si verdaderamente se está en comunión con Cristo, si identificamos nuestra libertad con la divina. Solamente de esta manera podemos hacer aquello que queremos, afirmó el Santo Padre, porque queremos con Cristo en la verdad y con la verdad.

Después el Pontífice volvió a la Carta a los Gálatas donde Pablo hace referencia a la situación disgregada de aquella comunidad cristiana “que no estaba ya en el camino de la comunión con Cristo, sino en la ley exterior de la carne”. En ella surgían aquel tipo de polémicas que nacen allí “donde la fe degenera en intelectualismo y la humildad es sustituida por la arrogancia del ser mejores que el otro”. Una realidad que también encontramos hoy.

Vemos bien también hoy que hay cosas parecidas, donde -en lugar de inserirse en la comunión con Cristo, en el cuerpo de Cristo que es la Iglesia- cada uno quiere ser superior al otro y con arrogancia intelectual hace pensar que él sería el mejor. De esta manera nacen las polémicas que son destructivas: es una caricatura de la Iglesia que debería ser una sola alma y un solo cuerpo.

Por ello sugirió el Papa “es fundamental extraer las enseñanzas de los escritos paulinos”. En esta advertencia de san Pablo debemos también hacer hoy un examen de conciencia: no pensar ser superiores al otro sino encontrar en la humildad de Cristo, en la humildad de la Virgen, entrar en la obediencia de la fe. Precisamente es así que se abre realmente el gran espacio de la verdad y de la libertad en el amor.







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