En su discurso a la Plenaria de la Pontificia Comisión para América Latina, Benedicto
XVI subraya la necesidad de sacerdotes para afrontar los retos del mundo de hoy
Viernes, 20 feb (RV).- Pasado el mediodía, el Santo Padre ha recibido en la sala del
Consistorio a los participantes en la Reunión Plenaria de la Pontificia Comisión para
América Latina que han reflexionado estos días sobre «la situación actual de la formación
sacerdotal en los Seminarios» de aquel continente. El Papa en el discurso que les
ha dirigido ha puesto de manifiesto los frutos eclesiales de esta Comisión Pontificia
desde su creación, en 1958, cuando el Papa Pío XII vio la necesidad de crear un organismo
de la Santa Sede para intensificar y coordinar más estrechamente la obra desarrollada
en favor de la Iglesia en Latinoamérica, ante la escasez de sus sacerdotes y misioneros.
“Mi venerado
predecesor Juan Pablo II corroboró y potenció esta iniciativa, con el fin de resaltar
la especial solicitud pastoral del Sucesor de Pedro por las Iglesias que peregrinan
en aquellas queridas tierras. En esta nueva etapa de la Comisión, no puedo dejar de
mencionar con viva gratitud el trabajo realizado por su Vicepresidente durante largos
años, el Obispo Cipriano Calderón Polo, recientemente fallecido”.
El
Papa conoce bien la realidad de América Latina a través de los obispos en sus continuas
visita ad limina. Y ha dicho que conserva un grato recuerdo de su estancia
en Aparecida, “cuando vivimos una experiencia de intensa comunión eclesial, con el
único deseo de acoger el Evangelio con humildad y sembrarlo generosamente”. El tema
escogido –Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él
tengan vida– continúa orientando los esfuerzos de los miembros de la Iglesia en
aquellas amadas Naciones”.“Sigue siendo
fundamental ese encuentro personal con el Señor, alimentado por la escucha de su Palabra
y la participación en la Eucaristía, así como la necesidad de transmitir con gran
entusiasmo nuestra propia experiencia de Cristo”.
“Los Obispos, sucesores de
los Apóstoles, somos los primeros que hemos de mantener siempre viva la llamada gratuita
y amorosa del Señor, como la que Él hizo a los primeros discípulos”, ha subrayado
Benedicto XVI. Como ellos, también nosotros hemos sido elegidos para «estar con Él,
acoger su Palabra, recibir su fuerza, y vivir como Él, anunciando a todas las gentes
la Buena Nueva del Reino de Dios.“Para todos
nosotros, el seminario fue un tiempo decisivo de discernimiento y preparación. Allí,
en diálogo profundo con Cristo, se fue fortaleciendo nuestro deseo de enraizarnos
hondamente en Él. En aquellos años, aprendimos a sentirnos en la Iglesia como en
nuestra propia casa, acompañados de María, la Madre de Jesús y amantísima Madre nuestra,
obediente siempre a la voluntad de Dios”.
“Para lograr presbíteros según el
corazón de Cristo, -ha afirmado el Pontífice- se ha de poner la confianza en la acción
del Espíritu Santo, más que en estrategias y cálculos humanos, y pedir con gran fe
al Señor, «Dueño de la mies», que envíe numerosas y santas vocaciones al sacerdocio.“Por otro
lado, la necesidad de sacerdotes para afrontar los retos del mundo de hoy, no debe
inducir al abandono de un esmerado discernimiento de los candidatos, ni a descuidar
las exigencias necesarias, incluso rigurosas, para que su proceso formativo ayude
a hacer de ellos sacerdotes ejemplares. Hoy más que nunca, ha terminado
diciendo el Papa, es preciso que los seminaristas, con recta intención y al margen
de cualquier otro interés, aspiren al sacerdocio movidos únicamente por la voluntad
de ser auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo que, en comunión con sus Obispos,
lo hagan presente con su ministerio y su testimonio de vida.
“Para ello
es de suma importancia que se cuide atentamente su formación humana, espiritual, intelectual
y pastoral, así como la adecuada elección de sus formadores y profesores, que han
de distinguirse por su capacitación académica, su espíritu sacerdotal y su fidelidad
a la Iglesia, de modo que sepan inculcar en los jóvenes lo que el Pueblo de Dios necesita
y espera de sus pastores”.
Texto íntegro del mensaje:
Señores
Cardenales,Queridos hermanos en el Episcopado
1. Saludo cordialmente a los
Consejeros y Miembros de la Pontificia Comisión para América Latina, que en su Asamblea
Plenaria han reflexionado sobre «la situación actual de la formación sacerdotal en
los Seminarios» de aquella tierra. Agradezco las palabras que, en nombre de todos,
me ha dirigido el Presidente de la Comisión, el Señor Cardenal Giovanni Battista Re,
presentándome las líneas centrales de los trabajos y recomendaciones pastorales que
han surgido en este encuentro.
2. Doy gracias a Dios por los frutos eclesiales
de esta Comisión Pontificia desde su creación, en mil novecientos cincuenta y ocho,
cuando el Papa Pío XII vio la necesidad de crear un organismo de la Santa Sede para
intensificar y coordinar más estrechamente la obra desarrollada en favor de la Iglesia
en Latinoamérica, ante la escasez de sus sacerdotes y misioneros. Mi venerado predecesor
Juan Pablo II corroboró y potenció esta iniciativa, con el fin de resaltar la especial
solicitud pastoral del Sucesor de Pedro por las Iglesias que peregrinan en aquellas
queridas tierras. En esta nueva etapa de la Comisión, no puedo dejar de mencionar
con viva gratitud el trabajo realizado por su Vicepresidente durante largos años,
el Obispo Cipriano Calderón Polo, recientemente fallecido, y al que el Señor habrá
premiado su abnegado y fiel servicio a la Iglesia.
3. El año pasado recibí
a muchos Obispos de América Latina y del Caribe en su visita ad limina. Con
ellos he dialogado sobre la realidad de las Iglesias particulares que les han sido
encomendadas, pudiendo así conocer más de cerca las esperanzas, y dificultades de
su ministerio apostólico. A todos los acompaño con mi oración, para que continúen
ejerciendo con fidelidad y alegría su servicio al Pueblo de Dios, impulsando en la
hora presente la «Misión continental», que se está poniendo en marcha como fruto de
la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe (cf. Documento
conclusivo, n.362).
Conservo un grato recuerdo de mi estancia
en Aparecida, cuando vivimos una experiencia de intensa comunión eclesial, con el
único deseo de acoger el Evangelio con humildad y sembrarlo generosamente. El tema
escogido –Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él
tengan vida– continúa orientando los esfuerzos de los miembros de la Iglesia en
aquellas amadas Naciones.
Cuando presenté un balance de mi viaje apostólico
a Brasil ante los miembros de la Curia Romana, me preguntaba: «¿Hizo bien Aparecida,
buscando la vida para el mundo, en dar prioridad al discipulado de Jesucristo y a
la evangelización? ¿Era una retirada equivocada hacia la interioridad?» A ello respondía
con toda certeza: «No. Aparecida decidió lo correcto, precisamente porque mediante
el nuevo encuentro con Jesucristo y su Evangelio, y sólo así, se suscitan las fuerzas
que nos capacitan para dar la respuesta adecuada a los desafíos de nuestro tiempo»
(Discurso a la Curia romana, 21 diciembre 2007). Sigue siendo fundamental ese
encuentro personal con el Señor, alimentado por la escucha de su Palabra y la participación
en la Eucaristía, así como la necesidad de transmitir con gran entusiasmo nuestra
propia experiencia de Cristo.
4. Los Obispos, sucesores de los Apóstoles,
somos los primeros que hemos de mantener siempre viva la llamada gratuita y amorosa
del Señor, como la que Él hizo a los primeros discípulos (cf. Mc 1,16-20).
Como ellos, también nosotros hemos sido elegidos para «estar con Él» (cf. Mc
3,14), acoger su Palabra y recibir su fuerza, y vivir así como Él, anunciando a todas
las gentes la Buena Nueva del Reino de Dios.
Para todos nosotros, el seminario
fue un tiempo decisivo de discernimiento y preparación. Allí, en diálogo profundo
con Cristo, se fue fortaleciendo nuestro deseo de enraizarnos hondamente en Él. En
aquellos años, aprendimos a sentirnos en la Iglesia como en nuestra propia casa, acompañados
de María, la Madre de Jesús y amantísima Madre nuestra, obediente siempre a la voluntad
de Dios. Por eso me complace que esta Asamblea Plenaria haya dedicado su atención
a la situación actual de los Seminarios en Latinoamérica.
5. Para lograr
presbíteros según el corazón de Cristo, se ha de poner la confianza en la acción del
Espíritu Santo, más que en estrategias y cálculos humanos, y pedir con gran fe al
Señor, «Dueño de la mies», que envíe numerosas y santas vocaciones al sacerdocio (cf.
Lc 10,2), uniendo siempre a esta súplica el afecto y la cercanía a quienes
están en el seminario con vistas a las sagradas órdenes. Por otro lado, la necesidad
de sacerdotes para afrontar los retos del mundo de hoy, no debe inducir al abandono
de un esmerado discernimiento de los candidatos, ni a descuidar las exigencias necesarias,
incluso rigurosas, para que su proceso formativo ayude a hacer de ellos sacerdotes
ejemplares.
6. Por consiguiente, las recomendaciones pastorales de esta
Asamblea han de ser un punto de referencia imprescindible para iluminar el quehacer
de los Obispos de Latinoamérica y del Caribe en este delicado campo de la formación
sacerdotal. Hoy más que nunca, es preciso que los seminaristas, con recta intención
y al margen de cualquier otro interés, aspiren al sacerdocio movidos únicamente por
la voluntad de ser auténticos discípulos y misioneros de Jesucristo que, en comunión
con sus Obispos, lo hagan presente con su ministerio y su testimonio de vida. Para
ello es de suma importancia que se cuide atentamente su formación humana, espiritual,
intelectual y pastoral, así como la adecuada elección de sus formadores y profesores,
que han de distinguirse por su capacitación académica, su espíritu sacerdotal y su
fidelidad a la Iglesia, de modo que sepan inculcar en los jóvenes lo que el Pueblo
de Dios necesita y espera de sus pastores. 7. Encomiendo al amparo maternal de
la Santísima Virgen María las iniciativas de esta Asamblea Plenaria, suplicándole
que acompañe a quienes que se preparan para el ministerio sacerdotal en su caminar
tras las huellas de su divino Hijo, Jesucristo, nuestro Redentor. Con estos sentimientos,
les imparto con afecto la Bendición Apostólica. Udienza alla Pontificia
Commissione per l'America Latina - Saluto del Card. Giovanni Battista ReBeatísimo
Padre, Los Miembros y Consejeros de la Pontificia Comisión para América Latina
expresamos a Vuestra Santidad nuestros sentimientos de aprecio y gratitud por habernos
recibido en la jornada condusiva de los trabajos de nuestra Asamblea Plenaria.
Durante
estos días de intenso trabajo hemos reflexionado sobre «La actual situación de
la formación sacerdotal. en los Seminarios de América Latina», conscientes de
que gran parte de la vida y del futuro de la Iglesia depende de los Seminarios.
En
muchas de las diócesis de América Latina el numero de las vocaciones, a Dios gracias,
sigue aumentando y los Obispos se sienten comprometidos a acompañar muy de cerca a
los jóvenes que aspiran al sacerdocio y a mejorar la calidad de la formación humana,
intelectual, espiritual y pastoral que se da en los Seminarios, procurando los mejores
recursos en todos los órdenes.
Agradecemos también a Vuestra Santidad el haber
recibido ayer al Pontificio Colegio Pío Latinoamericano con ocasión de los 150 años
de su fundación y presencia en Roma.
En estos días hemos reflexionado, además,
sobre la «Misión continental» que las distintas diócesis de América Latina y el Caribe
han puesto en marcha, de acuerdo con lo sugerido por la V Conferencia General del
Episcopado Latinoamericano. Nuestras consideraciones al respecto han sido iluminadas
por la rica enseñanza de Vuestra Santidad en Aparecida.
Las palabras que escucharemos
ahora de Vuestra Santidad serán para nosotros como el documento conclusivo de nuestros
trabajos a favor del «Continente de la esperanza».
Le pedimos, Padre Santo,
que nos bendiga a todos nosotros y bendiga también a los formadores y alumnos de los
Seminarios de América Latina.