El Papa señala, en la audiencia al Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola,
que el objetivo de eliminar la pobreza y el hambre en el mundo no es una utopía sino
una obligación para toda la comunidad internacional
Viernes, 20 feb (RV).- El objetivo de eliminar la pobreza y el hambre en el mundo
no es una utopía sino una obligación para toda la comunidad internacional. Así lo
ha manifestado el Santo Padre al presidente y consejo de gobernadores del Fondo Internacional
para el Desarrollo Agrícola (IFAD), a quienes ha recibido esta mañana en audiencia
coincidiendo con el treinta aniversario de esta agencia de la ONU.
Benedicto
XVI ha expresado su aprecio por el papel de este Fondo Internacional en la promoción
del desarrollo agrícola, de forma particular en esta delicada fase histórica en la
que la inseguridad alimentaria y la inestabilidad de los precios afectan gravemente
a las poblaciones campesinas. El Papa ha pedido “nuevas estrategias con mayor amplitud
de miras” para derrotar a la pobreza y el hambre que en la actualidad atenaza a casi
mil millones de personas.
“En un mundo cada vez más interdependiente –ha afirmado
el Pontífice- es necesaria la cooperación entre los países ricos y los países en vías
de desarrollo a través de la toma de decisiones comunes. Es necesario promover nuevas
oportunidades de trabajo dentro de las comunidades rurales para que estas sean cada
vez más independientes de la ayuda externa. El apoyo a los productores locales beneficia
al desarrollo de la economía de los países interesados y, en este sentido, los proyectos
de crédito rural destinados a la asistencia de los pequeños agricultores y campesinos
sin tierra pueden conducir a una mayor seguridad alimentaria para todos”.
“Estos
proyectos –ha recordado el Papa- ayudan además a las comunidades indígenas a prosperar
en sus propios territorios y a vivir en armonía con las propias culturas tradicionales,
en vez de estar obligadas a desarraigarse para buscar trabajo en ciudades superpobladas,
llenas de problemas sociales y donde a menudo deben soportar condiciones de vida escuálidas”.
“Una
contribución preciosa –ha añadido el Santo Padre- puede ser la de las organizaciones
no gubernamentales, algunas de las cuales con relaciones estrechas con la Iglesia
católica y comprometidas en la aplicación de su doctrina social”. Uno de los importantes
principios de esta enseñanza es el de la subsidiariedad, según la cual cada grupo
de la sociedad es libre de ofrecer su propia contribución por el bien de todos”.
“Demasiado
a menudo –ha reiterado el Santo Padre- a los campesinos de los países en vías de desarrollo
se les niega esta oportunidad cuando se explota su trabajo y su producción se desvía
hacia otros mercados con poco o ningún beneficio para la comunidad local”.
Una
sociedad verdaderamente humana – ha subrayado también Benedicto XVI- sabrá siempre
como apreciar y recompensar adecuadamente la contribución del sector agrícola, que
si se apoya posee la potencialidad de sacar a una nación de la pobreza y de sentar
las bases de una prosperidad creciente. El Papa ha insistido en la necesidad de una
renovada determinación para actuar con armonía y solidaridad con todos los componentes
de la familia humana para garantizar un acceso ecuo a los bienes de la tierra, en
el presente y en el futuro.
“Las motivaciones para realizarlo –ha concluido
Benedicto XVI-provienen del amor: el amor por los pobres, amor que no puede tolerar
la injusticia o la privación, amor que rechaza permanecer en paz hasta que la pobreza
y el hambre no hayan desaparecido de la humanidad. El objetivo de eliminar la pobreza
extrema y el hambre, del mismo modo que la promoción de la seguridad alimentaria y
el desarrollo rural, lejos de ser demasiado ambicioso o realista, se convierte, en
este contexto, en un imperativo vinculante para toda la comunidad internacional”.