Al recibir a la comunidad del Colegio Pío Latino Americano de Roma, el Papa destaca
la misión de fortalecer en sus alumnos el sentido de comunión y fidelidad al Romano
Pontífice y a sus propios pastores. Y manifiesta su reconocimiento a la Compañía de
Jesús, a la que San Pío X encomendó la dirección de esta insigne institución que celebra
su 150 aniversario
Jueves, 19 feb (RV).- Al recibir a la comunidad del Pontificio Colegio Pío Latino
Americano de Roma el Papa, hablando en nuestro idioma, agradeció las amables palabras
que en nombre de todos los presentes le dirigió monseñor Carlos José Ñáñez, arzobispo
de Córdoba y presidente de la Comisión episcopal de esta benemérita institución que
celebra ciento cincuenta años de su fundación.
En efecto, Benedicto XVI recordó
que el 27 de noviembre de 1858 dio comienzo la fructuosa andadura de este Colegio
como valioso centro de formación -primero de seminaristas y, desde hace algo más de
tres décadas, de diáconos y sacerdotes–. Y destacó que “hoy, más de cuatro mil alumnos
se sienten miembros de esa gran familia. Todos ellos –prosiguió el Obispo de Roma–
han mirado esta alma mater con entrañable afecto, pues ésta se ha distinguido desde
sus inicios por un clima de sencillez, de acogida, de oración y de fidelidad al Magisterio
del Sumo Pontífice, lo cual contribuye poderosamente a que en los colegiales crezca
el amor a Cristo y el deseo de servir humildemente a la Iglesia, buscando siempre
la mayor gloria de Dios y el bien de las almas.
Dirigiéndose a los queridos
alumnos del Colegio Pío Latino Americano, el Papa dijo que “son herederos de este
rico patrimonio humano y espiritual, que hay que perpetuar y enriquecer con un serio
cultivo de las distintas disciplinas eclesiásticas y con la vivencia gozosa de la
universalidad de la Iglesia”. Porque como explicó el Santo Padre, aquí, en esta ciudad,
“los Apóstoles Pedro y Pablo proclamaron con audacia el Evangelio y pusieron fundamentos
sólidos para propagarlo por todo el mundo, en cumplimiento del mandato del Maestro:
‘Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les
he encomendado a ustedes. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el
final de los tiempos’ (Mt 28, 19-20)”.
Y añadió que ellos mismos “son fruto
de esa maravillosa siembra del mensaje redentor de Cristo a lo largo de la historia”.
En efecto, Benedicto XVI destacó que provienen de diversos países, en los que, hace
más de 500 años, unos valerosos misioneros dieron a conocer a Jesús, nuestro Salvador.
De este modo –explicó– por medio del bautismo, aquellas gentes se abrieron a la vida
de la gracia que los hizo hijos de Dios por adopción y recibieron, además, el Espíritu
Santo, que fecundó sus culturas, purificándolas y desarrollando las semillas que el
Verbo encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los caminos del Evangelio
(cf. Discurso en la Sesión inaugural de la V Conferencia General del Episcopado Latino
Americano y del Caribe, n. 1).
Además, el Papa les dijo que en Roma, junto
a la Cátedra del Príncipe de los Apóstoles, estos alumnos tienen una oportunidad privilegiada
de forjar su corazón de verdaderos apóstoles, en los que todo su ser y quehacer esté
anclado firmemente en el Señor, que ha de ser siempre para ellos cimiento, brújula
y meta de sus esfuerzos. Y agregó que este Colegio les permite compartir fraternalmente
su experiencia humana y sacerdotal y les ofrece una ocasión favorable para abrirse
permanentemente al conocimiento de otras culturas y expresiones eclesiales. Lo cual
les ayudará a ser auténticos discípulos de Jesucristo e intrépidos misioneros de su
Palabra, con amplitud de miras y grandeza de alma. “De este modo –dijo Benedicto XVI
textualmente– estarán más capacitados para ser hombres de Dios que lo conocen en profundidad,
abnegados trabajadores en su viña y solícitos dispensadores de la caridad de Jesucristo
para con los más necesitados”.
Aludiendo a los obispos que han enviado a estos
alumnos al Pontificio Colegio Pío Latino Americano el Papa afirmó que lo han hecho
“para que se llenen de la sabiduría de Cristo crucificado, de forma que, al regresar
a sus diócesis, puedan poner este tesoro a disposición de los demás en los diversos
encargos que les sean confiados”. Y les recordó que esto requiere “aprovechar bien
el tiempo de su estancia en Roma”. Porque como dijo el papa, “la constancia en el
estudio y la investigación rigurosa, además de hacerlos indagar en los misterios de
la fe y en la verdad sobre el hombre a la luz del Evangelio y de la tradición de la
Iglesia”, fomentará en ellos “una vida espiritual arraigada en la Palabra de Dios
y siempre alimentada por la riqueza incomparable de los sacramentos”.
El Santo
Padre no dejó de recordar que “el amor y la adhesión a la Sede Apostólica” es una
de las características más relevantes de los pueblos Latino Americanos y del Caribe.
Por eso, afirmó que su encuentro con ellos le hace recordar los días transcurridos
en Aparecida, Brasil, cuando comprobó emocionado las manifestaciones de colegialidad
y comunión fraterna en el ministerio episcopal de los representantes de las Conferencias
Episcopales de aquellos nobles países. Y añadió que con su presencia allí, quiso alentar
a los obispos en su reflexión sobre algo fundamental para avivar la fe de la Iglesia
que peregrina en esas amadas tierras, a saber: llevar a todos los fieles a ser "discípulos
y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan vida" (Jn 14, 6).
Por
esta razón, Benedicto XVI invitó a la comunidad del Colegio Pío Latino Americano de
Roma a asociarse con entusiasmo a ese espíritu, mostrado en el dinamismo con el que
todas aquellas diócesis han iniciado, o lo están haciendo, la “Misión continental”
impulsada en Aparecida, iniciativa que facilitará la puesta en marcha de programas
catequísticos y pastorales destinados a la formación y desarrollo de comunidades cristianas
evangelizadas y misioneras. Y les pidió que acompañen estos propósitos con su ferviente
oración, para que los fieles conozcan, se entreguen e imiten cada vez más a Jesucristo,
participando frecuentemente en las celebraciones dominicales de cada comunidad y dando
testimonio de Él, de modo que se conviertan en instrumentos eficaces de esa “Nueva
Evangelización”, a la cual convocó repetidamente el Siervo de Dios Juan Pablo II,
su venerado predecesor.
Al concluir este encuentro, el Papa renovó su cordial
agradecimiento a todos los presentes, en particular a la Comisión Episcopal para el
Colegio Pío Latino Americano de Roma, que tiene la misión de animar a sus alumnos
a fortalecer su sentido de comunión y fidelidad al Romano Pontífice y a sus propios
Pastores. Y manifestó en las personas de los Superiores del Colegio su reconocimiento
a la Compañía de Jesús, a la que su predecesor San Pío X encomendó a perpetuidad la
dirección de esta insigne institución, así como a las religiosas y al personal que
acompañan con esmero e ilusión a estos jóvenes. Benedicto XVI dirigió además un pensamiento
agradecido a quienes financian con su ayuda económica y sostienen con su generosidad
y plegaria esta obra eclesial. Y aprovechó la ocasión para poner “en las manos de
María Santísima, Nuestra Señora de Guadalupe”, a todos ellos así como a sus familias
y comunidades de origen, para que “su maternal protección les asista amorosamente
en sus tareas y les ayude a enraizarse muy hondamente en su Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
fruto bendito de su seno”.
DISCURSO COMPLETO
Venerados
hermanos en el Episcopado, Queridos Padre Rector, superiores, religiosas y alumnos
del Pontificio Colegio Pío Latino Americano de Roma
1. Agradezco las amables
palabras que en nombre de todos ustedes me ha dirigido Monseñor Carlos José Ñáñez,
Arzobispo de Córdoba y Presidente de la Comisión Episcopal del Pontificio Colegio
Pío Latino Americano. Me alegra recibirlos cuando están celebrando los ciento cincuenta
años de la fundación de esta benemérita institución.
El veintisiete de noviembre
de mil ochocientos cincuenta y ocho dio comienzo la fructuosa andadura de este Colegio
como valioso centro de formación, primero de seminaristas y, desde hace algo más de
tres décadas, de diáconos y sacerdotes. Hoy, más de cuatro mil alumnos se sienten
miembros de esa gran familia. Todos ellos han mirado esta alma mater con entrañable
afecto, pues ésta se ha distinguido desde sus inicios por un clima de sencillez, de
acogida, de oración y de fidelidad al Magisterio del Sumo Pontífice, lo cual contribuye
poderosamente a que en los colegiales crezca el amor a Cristo y el deseo de servir
humildemente a la Iglesia, buscando siempre la mayor gloria de Dios y el bien de las
almas.
2. Ustedes, queridos alumnos del Colegio Pío Latinoamericano, son herederos
de este rico patrimonio humano y espiritual, que hay que perpetuar y enriquecer con
un serio cultivo de las distintas disciplinas eclesiásticas y con la vivencia gozosa
de la universalidad de la Iglesia. Aquí, en esta ciudad, los Apóstoles Pedro y Pablo
proclamaron con audacia el Evangelio y pusieron fundamentos sólidos para propagarlo
por todo el mundo, en cumplimiento del mandato del Maestro: «Vayan, pues, y hagan
discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes.
Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos» (Mt
28, 19-20).
Ustedes mismos son fruto de esa maravillosa siembra del mensaje
redentor de Cristo a lo largo de la historia. En efecto, provienen de diversos países,
en los que, hace más de quinientos años, unos valerosos misioneros dieron a conocer
a Jesús, nuestro Salvador. De este modo, por medio del bautismo, aquellas gentes se
abrieron a la vida de la gracia que los hizo hijos de Dios por adopción y recibieron,
además, el Espíritu Santo, que fecundó sus culturas, purificándolas y desarrollando
las semillas que el Verbo encarnado había puesto en ellas, orientándolas así por los
caminos del Evangelio (cf. Discurso en la Sesión inaugural de la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, n. 1).
En Roma, junto a la Cátedra
del Príncipe de los Apóstoles, ustedes tienen una oportunidad privilegiada de forjar
su corazón de verdaderos apóstoles, en los que todo su ser y quehacer esté anclado
firmemente en el Señor, que ha de ser siempre para ustedes cimiento, brújula y meta
de sus esfuerzos. Además, el Colegio les permite compartir fraternalmente su experiencia
humana y sacerdotal y les ofrece una ocasión favorable para abrirse permanentemente
al conocimiento de otras culturas y expresiones eclesiales. Esto les ayudará a ser
auténticos discípulos de Jesucristo e intrépidos misioneros de su Palabra, con amplitud
de miras y grandeza de alma. De este modo, estarán más capacitados para ser hombres
de Dios que lo conocen en profundidad, abnegados trabajadores en su viña y solícitos
dispensadores de la caridad de Jesucristo para con los más necesitados.
3.
Sus Obispos los han enviado al Pontificio Colegio Pío Latinoamericano para que se
llenen de la sabiduría de Cristo crucificado, de forma que, al regresar a sus diócesis,
puedan poner este tesoro a disposición de los demás en los diversos encargos que les
sean confiados. Esto requiere aprovechar bien el tiempo de su estancia en Roma. La
constancia en el estudio y la investigación rigurosa, además de hacerlos indagar en
los misterios de la fe y en la verdad sobre el hombre a la luz del Evangelio y de
la tradición de la Iglesia, fomentará en ustedes una vida espiritual arraigada en
la Palabra de Dios y siempre alimentada por la riqueza incomparable de los sacramentos.
4.
El amor y la adhesión a la Sede Apostólica es una de las características más relevantes
de los pueblos latinoamericanos y del Caribe. Por eso, mi encuentro con ustedes me
hace recordar los días que pasé en Aparecida, cuando comprobé emocionado las manifestaciones
de colegialidad y comunión fraterna en el ministerio episcopal de los representantes
de las Conferencias Episcopales de aquellos nobles países. Con mi presencia allí,
quise alentar a los obispos en su reflexión sobre algo fundamental para avivar la
fe de la Iglesia que peregrina en aquellas amadas tierras: llevar a todos nuestros
fieles a ser "discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en
Él tengan vida".
Les invito a asociarse con entusiasmo a ese espíritu, mostrado
en el dinamismo con el que todas aquellas diócesis han iniciado, o lo están haciendo,
la «Misión continental» impulsada en Aparecida, iniciativa que facilitará la puesta
en marcha de programas catequéticos y pastorales destinados a la formación y desarrollo
de comunidades cristianas evangelizadas y misioneras. Acompañen estos propósitos con
su ferviente oración, para que los fieles conozcan, se entreguen e imiten cada vez
más a Jesucristo, participando frecuentemente en las celebraciones dominicales de
cada comunidad y dando testimonio de Él, de modo que se conviertan en instrumentos
eficaces de esa «Nueva Evangelización», a la cual convocó repetidamente el Siervo
de Dios Juan Pablo II, mi venerado predecesor.
5. Al concluir este encuentro,
quisiera renovar mi cordial agradecimiento a todos los presentes, en particular a
la Comisión Episcopal para el Colegio, que tiene la misión de animar a sus alumnos
a fortalecer su sentido de comunión y fidelidad al Romano Pontífice y a sus propios
Pastores. Asimismo, quiero manifestar en las personas de los Superiores del Colegio
mi reconocimiento a la Compañía de Jesús, a la que mi predecesor San Pío X encomendó
a perpetuidad la dirección de esta insigne institución, así como a las religiosas
y al personal que acompañan con esmero e ilusión a estos jóvenes. Pienso igualmente
con gratitud en los que financian con su ayuda económica y sostienen con su generosidad
y plegaria esta obra eclesial.
6. Pongo en las manos de María Santísima, Nuestra
Señora de Guadalupe, a todos y cada uno de ustedes, así como a sus familias y comunidades
de origen, para que su maternal protección les asista amorosamente en sus tareas y
les ayude a enraizarse muy hondamente en su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, fruto
bendito de su seno.
Muchas gracias.
Saludo de Mons. Carlos
José Ñáñez, arzobispo de Córdoba, en Argentina, presidente de la Comisión episcopal
para el Pontificio Colegio Pío Latino Americano
Querido
Santo Padre: Los miembros de la Comisión Episcopal encargada de acompañar la tarea
del Pontificio Colegio Pío Latino Americano, los formadores, los alumnos y ex-alumnos,
las Hermanas y los colaboradores todos de dicha Institución queremos saludarlo con
filial afecto en el Señor Jesús y agradecerle muy especialmente la acogida que nos
dispensa, por el aliento y el estímulo que ello significa y por la orientación que
su palabra nos brindará en esta ocasión.
El Colegio Pío Latino Americano nació
por la inspiración del sacerdote chileno Ignacio Eyzaguirre y por la aprobación del
Papa Pío IX y ha merecido la benévola atención de todos los sumos pontífices. El beato
Pío IX, su fundador, León XIII, san Pío X, Benedicto XV, Pío XI, el S. D. Pío XII
y el beato Juan XXIII siguieron con atención la vida del Colegio y lo recibieron en
su momento en audiencias especiales. Los siervos de Dios Pablo VI y Juan Pablo II
tuvieron, además, ocasión de visitarlo personalmente. Hoy esa pequeña y venerable
tradición se actualiza en esta audiencia que Su Santidad ha tenido la bondad de concedernos.
La
estrecha relación del Pío Latino con el Santo Padre está en perfecta consonancia con
uno de los principales objetivos por los que fue fundado el Colegio. En efecto, Mons.
Eyzaguirre y los prelados que lo apoyaron y animaron aspiraban a procurar una sólida
formación sacerdotal de los candidatos venidos de los distintos países de Latinoamérica
y que ello tuviera lugar en el corazón de la Iglesia universal y junto a la cátedra
del sucesor del apóstol san Pedro.
La Compañía de Jesús ha acompañado al Colegio
desde su fundación y se ha distinguido por su espíritu de abnegado y generoso servicio.
Las Iglesias locales que están en América Latina y sus pastores le estamos profundamente
agradecidos por todo ello.
Los frutos de la vida del Colegio en estos primeros
ciento cincuenta años de vida han sido abundantes. Aquí se han preparado numerosos
pastores que en los países de América Latina han desempeñado diversos ministerios
en las parroquias, en los seminarios y centros de estudios eclesiásticos y en las
curias diocesanas. Muchos de ellos -439- han sido llamados a la plenitud del sacerdocio
en el episcopado y 32 de ellos han sido agregados al Colegio Cardenalicio.
No
sólo los pastores se han beneficiado de la obra del Colegio. También las distintas
Iglesias locales, sus comunidades, se han visto enriquecidas por el aporte de los
ex-alumnos.
Damos gracias, pues, a Dios nuestro Señor por los frutos de estos
ciento cincuenta años de vida del Colegio y miramos con confianza el futuro que nos
desafía a encarar la nueva evangelización, asumiendo una pastoral decididamente misionera
como nos ha invitado la Quinta Conferencia General del Episcopado de Latinoamérica
y El Caribe.
Queremos ser discípulos y misioneros de Jesús para que nuestros
pueblos -en Éltengan vida. Para ello queremos recibir en este momento, Santo Padre,
su palabra paternal y orientadora que nos estimule y aliente a vivir con pasión el
presente que Dios pone en nuestras manos y a vivir con convicción y alegría nuestra
vocación y misión.