25 aniversario de la Fundación Juan Pablo II para el Sahel: Con los más pobres en
la lucha contra la desertificación
Viernes, 13 feb (RV).- Más de 200 proyectos financiados desde 2008, y más de dos millones
de dólares empleados en el mismo tiempo para hacer frente y combatir la sequía y desertificación
en los nueve países del África subsahariana. Satisfecha del éxito de estos resultados
pero con la convicción de que queda todavía mucho por hacer, la Fundación Juan Pablo
II para el Sahel, confiada al Pontificio Consejo Cor Unum, celebra 25 años de actividad.
La Fundación nació tras la primera visita a África de Juan Pablo II en 1980. El
22 de febrero de 1984, el Papa Wojtila instituía este organismo vaticano, con el objetivo
de mejorar las condiciones de vida de las poblaciones de Burkina Faso, Níger, Mali,
Guinea Bissau, Cabo Verde, Mauritania, Senegal, Gambia y Chad. Desde entonces se han
distribuido 40 millones de dólares en ayudas y proyectos. La Fundación para el Sahel
está comprometida activamente en la gestión y protección de los recursos naturales.
En particular, a través de pozos, estructuras de acceso al agua, recuperación de terrenos
para cultivos, instrucción y formación para la agricultura.
El Consejo de
administración de la Fundación para el Sahel fundada por el Papa Wojtila estos días
está reunida en su sede de Ouagadogou, capital de Burkina Faso donde los participantes
estudian y valoran la situación global en los países de la región para futuros proyectos.
Momento culminante de la reunión tendrá lugar este domingo cuando se celebre la misa
de acción de gracias en el santuario mariano de Yagma que presidirá el cardenal Roger
Etchegaray, presidente emérito del Pontificio Consejo Cor Unum.
A 25 años
de distancia, el llamamiento de Ouagadogou no ha perdido, por desgracia, actualidad.
Es más, el problema del agua se ha agravado no solo en las zonas desérticas del norte
de África sino en todo el planeta. Más de 250 millones de hombres y mujeres están
afectados por el fenómeno de la desertificación y mil millones de personas están amenazadas.
La Iglesia no ha permanecido indiferente ante este drama, comprometiéndose, ya sea
en la lucha contra las causas de la sequía, como a las consecuencias que provoca:
como son los problemas de la pobreza, la seguridad alimentaria, la seguridad sanitaria
y el subdesarrollo.
Las personas que no tienen acceso al agua potable (mil
doscientos millones en el mundo) y a los servicios higiénicos (unos 2mil 600 millones)
viven en las regiones más pobres del planeta. En el Sahel la disponibilidad de agua
corresponde a menos de 5 litros diarios por persona. Y el 60% de la población africana
no tiene acceso a los servicios higiénicos sanitarios.
El mismo Benedicto XVI
en 2006, recibiendo en audiencia, el 20 de febrero de aquel año, al consejo de administración
de la Fundación Juan Pablo II, recordó como ésta “se ha desarrollado plenamente como
una obra de la Iglesia, mostrando, a través de numerosos proyectos, sostenidos y realizados,
que el amor por el prójimo, que es una tarea de todos los fieles y también de la comunidad
eclesial, debe expresarse en gestos concretos”. De ahí el aliento a seguir con determinación
esta obra de fraternidad cristiana.