Escuchar el programa Jueves, 29 ene
(RV).- Es necesario seguir apoyando a la familia tradicional contra las políticas
y las modas que pretenden desvirtuarla, desvirtuando así a la misma Iglesia. Son las
palabras de Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de las Casas,
quien hizo un análisis de lo que fue el VI encuentro mundial de las familias, celebrado
en Ciudad de México, y que bien nos subraya algunas de las conclusiones y aprendizajes
de este encuentro. Sin dejar de ver los ataques que desde diversos frentes se
hacen a la Iglesia en el tema de la familia, pues la acusan de defender una estructura
que ya no existe en las sociedades modernas, pues se presentan muchos otros estilos
que no necesariamente están compuestos por un padre, una madre y los hijos, y ante
esas acusaciones que reclaman además a la Iglesia ser más incluyentes y tolerantes,
monseñor Arizmendi subraya que la misión de la Iglesia no es amoldarse al mundo del
pecado, sino ser fieles al camino que Dios nos ha enseñado, y proponerlo -no imponerlo-
a quien sea humilde y sencillo para buscar en El la forma segura de encontrar una
felicidad profunda y estable. La Iglesia no inventa un modelo de familia, sólo
propone el que Dios mismo nos mostró desde el principio de los tiempos. Subraya en
su análisis el obispo de San Cristóbal de las Casas. Quien no cree en Dios ni en la
Iglesia, sigue sus propios senderos. Respetamos su libertad, aunque le advertimos
los daños que puede sufrir; pero que respeten nuestro derecho a proclamar también
la verdad de Dios. Como dijo el Papa Benedicto XVI en sus mensajes para este Encuentro,
"el Hijo de Dios hecho hombre, nació en la familia de María y José, y creció en Nazaret
dentro de la intimidad doméstica, entre las ocupaciones diarias, la oración y las
relaciones con los vecinos”. Su familia lo acogió y lo protegió con amor, lo inició
en la observancia de las tradiciones religiosas y de las leyes de su pueblo, lo acompañó
hacia la madurez humana y hacia la misión a la cual estaba destinado.
La
familia ocupa un lugar primario en la educación de la persona. Es una verdadera escuela
de humanidad y de valores perennes. La familia fundada en el matrimonio indisoluble
entre un hombre y una mujer expresa esta dimensión relacional, filial y comunitaria,
y es el ámbito donde el hombre puede nacer con dignidad, crecer y desarrollarse de
un modo integral. Es en el hogar –puntualiza Monseñor Arizmendi- donde se aprende
a vivir verdaderamente, a valorar la vida y la salud, la libertad y la paz, la justicia
y la verdad, el trabajo, la concordia y el respeto. La familia es un fundamento indispensable
para la sociedad y los pueblos, así como un bien insustituible para los hijos, dignos
de venir a la vida como fruto del amor, de la donación total y generosa de los padres. ¿Qué
hacer para que las familias sean fieles al plan de Dios, y disciernan los engaños
de la cultura moderna? Y a esta pregunta, recordamos justamente las palabras del Santo
Padre en su mensaje conclusivo al encuentro de las familias, donde señaló que "Hoy
más que nunca se necesita el testimonio y el compromiso público de todos los bautizados
para reafirmar la dignidad y el valor único e insustituible de la familia fundada
en el matrimonio de un hombre con una mujer y abierto a la vida, así como el de la
vida humana en todas sus etapas. Se han de promover también medidas legislativas y
administrativas que sostengan a las familias en sus derechos inalienables". Estas
palabras orientan entonces la necesidad de apoyar a gobernantes y legisladores que
creen en estas familias. "La familia está en el corazón de Dios. Trabajar por la familia
es trabajar por el futuro digno y luminoso de la humanidad y por la edificación del
Reino de Dios".