El Papa se refiere a la grave crisis económica de la comunidad mundial, a su vez enlazada
con la estructural, cultural y de valores, y recomienda estilos de vida inspirados
en la sobriedad, la solidaridad y la responsabilidad para construir una sociedad más
justa y un futuro mejor para todos
Lunes, 12 ene (RV).- «Al comienzo de un nuevo año es una buena tradición que el Papa
acoja en su casa a los administradores de Roma, de su provincia y de la región italiana
del Lacio para un cordial intercambio de felicitaciones», «en un clima de estima y
de sincera amistad», como ha recordado, esta mañana, el mismo Pontífice, saludando
a estas autoridades civiles – el presidente de la junta regional lacial, el alcalde
de la Ciudad Eterna y el presidente de la provincia romana - y agradeciendo las amables
palabras que le han dirigido.
Intervenciones en las que - «percibiendo esperanzas
y preocupaciones» - Benedicto XVI ha reflexionado sobre algunos temas de interés común
y de gran importancia y actualidad. No sólo para la diócesis del Papa y toda la región
lacial, sino para todo el mundo. Como la grave crisis económica, las necesidades de
los más débiles, la libertad religiosa y los derechos humanos inalienables, la convivencia
entre grupos étnicos, la inmigración, los nómadas, la emergencia educativa y la asistencia
sanitaria. El Papa ha empezado su recorrido por estas complejas situaciones refiriéndose
a la crisis económica mundial: «Es indudable que la comunidad mundial está viviendo
un tiempo de grave crisis económica, que a su vez está enlazada con la estructural,
cultural y de valores».
Difícil situación que está abarcando a la economía
mundial y que lleva consigo inevitables repercusiones por doquier, ha destacado el
Santo Padre, animando a superar las divisiones y a concertar estrategias, para afrontar
las emergencias de hoy y planificar proyectos estratégicos para el futuro.
Con
profunda gratitud por el aprecio que estos mismos administradores han manifestado
por la presencia y actividades de la comunidad católica, Benedicto XVI ha reiterado,
también hoy, que la Iglesia «no pide ni tiene privilegios, sino que anhela que su
propia misión espiritual y social siga siendo acogida con estima y cooperación». Con
un matiz especial en Roma y en el Lacio, donde los católicos se sienten impulsados
a un vivo testimonio evangélico y solícita acción de promoción humana. En particular
hoy, ante las conocidas dificultades, ha recordado también el Papa, alentando a perseverar
en la colaboración de las Caritas diocesanas y las comunidades católicas con las instituciones
civiles, para responder a las crecientes necesidades de los más débiles de la sociedad:
«Pienso en las familias, sobre todo en aquellas con hijos pequeños que tienen derecho
a un porvenir sereno. En los ancianos, muchos de los cuales viven en la soledad y
en condiciones de dificultad. Pienso en la emergencia de la vivienda; en la falta
de trabajo y en el desempleo juvenil. Así como en la no fácil convivencia entre grupos
étnicos diversos; en la gran cuestión de la inmigración y de los nómadas».
Recordando
que «si actuar adecuadas políticas económicas y sociales es tarea del estado, la Iglesia,
a la luz de su doctrina social, está llamada a dar su aporte estimulando la reflexión
y formando las conciencias de los fieles y de todos los ciudadanos de buena voluntad»:
«Quizá como nunca, hoy la sociedad civil comprende que sólo con estilos de vida
inspirados en la sobriedad, en la solidaridad y en la responsabilidad, es posible
construir una sociedad más justa y un futuro mejor para todos. Es parte de su deber
institucional que los poderes públicos garanticen a todos los habitantes sus propios
derechos, teniendo en consideración que se definan clara y realmente los deberes de
cada uno».
Tras reiterar la prioridad inderogable de la formación al respeto
de las normas, el asumir las propias responsabilidades, el llevar estilos de vida
que reduzcan el individualismo y los intereses particulares, Benedicto XVI ha destacado
que - lejos de considerarlos como un peso - los sujetos más débiles deben ser un recurso
que hay que valorizar. En esta perspectiva, el Papa ha mencionado la intuición profética
de la Iglesia, que desde hace años concentra sus esfuerzos en el tema de la educación.
Y agradeciendo la acogida de las estructuras eclesiales en los barrios de la ciudad,
ha recordado que «son centros de agregación y de formación en los valores sociales,
de la pacífica convivencia, de la fraternidad y de la paz».
Pensando en los
menores y jóvenes que son el porvenir, el Santo Padre se ha referido a las noticias
sobre episodios de violencia juvenil, a los accidentes de tránsito que se cobran tantas
vidas y ha hecho hincapié en la emergencia educativa, que hoy requiere la mayor colaboración
posible: «Se debilitan, en particular entre las jóvenes generaciones, los valores
naturales y cristianos que dan significado al vivir cotidiano y forman una visión
de la vida abierta a la esperanza. Emergen, más bien, deseos efímeros y expectativas
fugaces, que al final generan aburrimiento y fracasos. Todo ello tiene el éxito nefasto
de que se vayan afianzando tendencias a banalizar el valor de la misma vida para refugiarse
en la trasgresión, en la droga y en el alcohol, que para algunos ya es un acostumbrado
rito de fin de semana. Hasta el amor corre el riesgo de ser menospreciado, reduciéndosele
a simple « objeto » que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma
en mercancía’ (Deus caritas es, 5)».
«Ante el nihilismo que está invadiendo
el mundo juvenil, la Iglesia invita a todos a dedicarse seriamente a los jóvenes,
a no dejarlos en poder de sí mismos y expuestos a la escuela de ‘malos maestros’.
Ayudando a los jóvenes a comprometerse en iniciativas serias, que les permitan comprender
el valor de la vida en una familia estable fundada en el matrimonio», ha reiterado
también el Papa, dedicando luego unas palabras al importante tema también de la sanidad
Destacando el «importante compromiso de garantizar a todos una adecuada asistencia
sanitaria ante las enfermedades físicas y las psíquicas», Benedicto XVI ha recordado
también en este ámbito, así como en el de la escuela, la activa participación de la
comunidad eclesial, heredera de una larga tradición de asistencia a los enfermos,
según los principios evangélicos.
El Papa ha terminado su discurso asegurando
sus oraciones y deseando que estas autoridades civiles «cumplan con la difícil tarea
encomendada por los ciudadanos, ante las numerosas y complejas situaciones que cada
vez más requieren intervenciones y decisiones no siempre fáciles y a veces impopulares».