2009-01-12 16:19:49

El Papa se refiere a la grave crisis económica de la comunidad mundial, a su vez enlazada con la estructural, cultural y de valores, y recomienda estilos de vida inspirados en la sobriedad, la solidaridad y la responsabilidad para construir una sociedad más justa y un futuro mejor para todos


Lunes, 12 ene (RV).- «Al comienzo de un nuevo año es una buena tradición que el Papa acoja en su casa a los administradores de Roma, de su provincia y de la región italiana del Lacio para un cordial intercambio de felicitaciones», «en un clima de estima y de sincera amistad», como ha recordado, esta mañana, el mismo Pontífice, saludando a estas autoridades civiles – el presidente de la junta regional lacial, el alcalde de la Ciudad Eterna y el presidente de la provincia romana - y agradeciendo las amables palabras que le han dirigido.

Intervenciones en las que - «percibiendo esperanzas y preocupaciones» - Benedicto XVI ha reflexionado sobre algunos temas de interés común y de gran importancia y actualidad. No sólo para la diócesis del Papa y toda la región lacial, sino para todo el mundo. Como la grave crisis económica, las necesidades de los más débiles, la libertad religiosa y los derechos humanos inalienables, la convivencia entre grupos étnicos, la inmigración, los nómadas, la emergencia educativa y la asistencia sanitaria. El Papa ha empezado su recorrido por estas complejas situaciones refiriéndose a la crisis económica mundial: «Es indudable que la comunidad mundial está viviendo un tiempo de grave crisis económica, que a su vez está enlazada con la estructural, cultural y de valores».

Difícil situación que está abarcando a la economía mundial y que lleva consigo inevitables repercusiones por doquier, ha destacado el Santo Padre, animando a superar las divisiones y a concertar estrategias, para afrontar las emergencias de hoy y planificar proyectos estratégicos para el futuro.

Con profunda gratitud por el aprecio que estos mismos administradores han manifestado por la presencia y actividades de la comunidad católica, Benedicto XVI ha reiterado, también hoy, que la Iglesia «no pide ni tiene privilegios, sino que anhela que su propia misión espiritual y social siga siendo acogida con estima y cooperación». Con un matiz especial en Roma y en el Lacio, donde los católicos se sienten impulsados a un vivo testimonio evangélico y solícita acción de promoción humana. En particular hoy, ante las conocidas dificultades, ha recordado también el Papa, alentando a perseverar en la colaboración de las Caritas diocesanas y las comunidades católicas con las instituciones civiles, para responder a las crecientes necesidades de los más débiles de la sociedad: «Pienso en las familias, sobre todo en aquellas con hijos pequeños que tienen derecho a un porvenir sereno. En los ancianos, muchos de los cuales viven en la soledad y en condiciones de dificultad. Pienso en la emergencia de la vivienda; en la falta de trabajo y en el desempleo juvenil. Así como en la no fácil convivencia entre grupos étnicos diversos; en la gran cuestión de la inmigración y de los nómadas».

Recordando que «si actuar adecuadas políticas económicas y sociales es tarea del estado, la Iglesia, a la luz de su doctrina social, está llamada a dar su aporte estimulando la reflexión y formando las conciencias de los fieles y de todos los ciudadanos de buena voluntad»: «Quizá como nunca, hoy la sociedad civil comprende que sólo con estilos de vida inspirados en la sobriedad, en la solidaridad y en la responsabilidad, es posible construir una sociedad más justa y un futuro mejor para todos. Es parte de su deber institucional que los poderes públicos garanticen a todos los habitantes sus propios derechos, teniendo en consideración que se definan clara y realmente los deberes de cada uno».

Tras reiterar la prioridad inderogable de la formación al respeto de las normas, el asumir las propias responsabilidades, el llevar estilos de vida que reduzcan el individualismo y los intereses particulares, Benedicto XVI ha destacado que - lejos de considerarlos como un peso - los sujetos más débiles deben ser un recurso que hay que valorizar. En esta perspectiva, el Papa ha mencionado la intuición profética de la Iglesia, que desde hace años concentra sus esfuerzos en el tema de la educación. Y agradeciendo la acogida de las estructuras eclesiales en los barrios de la ciudad, ha recordado que «son centros de agregación y de formación en los valores sociales, de la pacífica convivencia, de la fraternidad y de la paz».

Pensando en los menores y jóvenes que son el porvenir, el Santo Padre se ha referido a las noticias sobre episodios de violencia juvenil, a los accidentes de tránsito que se cobran tantas vidas y ha hecho hincapié en la emergencia educativa, que hoy requiere la mayor colaboración posible: «Se debilitan, en particular entre las jóvenes generaciones, los valores naturales y cristianos que dan significado al vivir cotidiano y forman una visión de la vida abierta a la esperanza. Emergen, más bien, deseos efímeros y expectativas fugaces, que al final generan aburrimiento y fracasos. Todo ello tiene el éxito nefasto de que se vayan afianzando tendencias a banalizar el valor de la misma vida para refugiarse en la trasgresión, en la droga y en el alcohol, que para algunos ya es un acostumbrado rito de fin de semana. Hasta el amor corre el riesgo de ser menospreciado, reduciéndosele a simple « objeto » que se puede comprar y vender; más aún, el hombre mismo se transforma en mercancía’ (Deus caritas es, 5)».

«Ante el nihilismo que está invadiendo el mundo juvenil, la Iglesia invita a todos a dedicarse seriamente a los jóvenes, a no dejarlos en poder de sí mismos y expuestos a la escuela de ‘malos maestros’. Ayudando a los jóvenes a comprometerse en iniciativas serias, que les permitan comprender el valor de la vida en una familia estable fundada en el matrimonio», ha reiterado también el Papa, dedicando luego unas palabras al importante tema también de la sanidad

Destacando el «importante compromiso de garantizar a todos una adecuada asistencia sanitaria ante las enfermedades físicas y las psíquicas», Benedicto XVI ha recordado también en este ámbito, así como en el de la escuela, la activa participación de la comunidad eclesial, heredera de una larga tradición de asistencia a los enfermos, según los principios evangélicos.

El Papa ha terminado su discurso asegurando sus oraciones y deseando que estas autoridades civiles «cumplan con la difícil tarea encomendada por los ciudadanos, ante las numerosas y complejas situaciones que cada vez más requieren intervenciones y decisiones no siempre fáciles y a veces impopulares».







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