Benedicto XVI insta a los miembros del Camino Neocatecumenal a seguir con su compromiso,
siguiendo las directivas de los obispos, en beneficio de todo el pueblo cristiano
Domingo, 11 ene (RV).- El Papa Benedicto XVI celebró ayer en la basílica de San Pedro
del Vaticano, el 40 aniversario del inicio en Roma del Camino Neocatecumenal, fundado
por los españoles Kiko Argüello y Carmen Hernández, y el italiano P. Mario Pezzi.
Durante el discurso del Pontífice -dirigido a los 25.000 miembros de esta comunidad
que asistieron a la ceremonia-, éste puso de relieve la labor apostólica realizada
por el Camino, y exhortó a sus miembros a intensificar esa misión en sintonía con
las diócesis donde estén.
En el acto, que se desarrolló en un ambiente festivo
de cantos guiados por el propio Argüello, los fundadores presentaron al Papa la primera
comunidad romana del Camino, nacida en la parroquia de los Santos Mártires Canadienses,
formada por 49 personas, con un centenar de hijos. Acto seguido el Papa hizo entrega
a catorce comunidades del Camino -formada por unas 800 personas, que partirán en misión
a las zonas más secularizadas y difíciles de la capital italiana- de la "cruz de
la misión".
Benedicto XVI agradeció la labor realizada que enumeró en sus
diferentes etapas, para después animar a todos los miembros del Camino Neocatecumenal,
a seguir con su compromiso “siguiendo las directivas" de los obispos, señalando que
esa colaboración será “en beneficio de todo el pueblo cristiano y hará más provechoso
el esfuerzo de la diócesis para anunciar el Evangelio”.
El Papa quiso señalar
asimismo otro fruto “espiritualmente madurado en estos cuarenta años”: “el gran número
de sacerdotes y de personas consagradas que el Señor ha suscitado en vuestras comunidades”.
Calificando de “primavera de esperanza” este don, Benedicto XVI ha invitado a “no
desanimarse ante las dificultades, a no buscar éxitos humanos, y a no temer incomprensiones
e incluso persecuciones. Más bien –prosiguió el Santo Padre- animo a depositar la
confianza únicamente en la potencia de Cristo, a tomar la propia cruz, y a seguir
las huellas de nuestro redentor que, en este tiempo navideño que ya llega a su fin,
nos aparece en la humildad y en la pobreza de Belén”.